La venganza de la izquierda en Guatemala
The Wall Street Journal Americas
Efraín Ríos Montt minutos antes de ser declarado culpable de genocidio el 10 de mayo por un tribunal en Ciudad de Guatemala.
Muchos lectores ya sabrán que un tribunal en Guatemala declaró al
general Efraín Ríos Montt culpable de genocidio contra indígenas ixiles
durante sus 16 meses como jefe de Estado, entre marzo de 1982 y agosto
de 1983. Más difícil es encontrar en los omnipresentes informes de
prensa qué tan lejos estuvo de la realidad del relato usado para
condenar a Ríos Montt, de 86 años.
La guerra de 36 años entre guerrillas comunistas y el Estado
guatemalteco, que culminó con los acuerdos de paz de 1996, fue
sangrienta y tortuosa. Ambos bandos cometieron atrocidades. Miles
murieron. Los indígenas y los mestizos de zonas rurales sufrieron la
mayor parte de la violencia.
No obstante, la afirmación de que el Estado guatemalteco, encabezado
por el general, participó en el genocidio —es decir, el intento de
destruir total o parcialmente a la población ixil o desplazarla— no está
respaldada por los hechos. Al contrario, una atenta lectura de la
historia sugiere que el general venció a las guerrillas al fortalecer a
aquellos indígenas que no querían saber nada de las ideas de revolución
de la clase media alta que les imponían. El juicio a Ríos Montt, 30 años
después del hecho, es más un ejercicio de ajuste de cuentas de la
izquierda internacional que una búsqueda de la verdad y la justicia.
Unos años atrás, entrevisté a un guatemalteco que se había infiltrado
entre los rebeldes durante el conflicto. Describió su estrategia
militar copiada del Viet Cong: dependía de introducir guerrillas en
poblaciones aisladas, difundir el adoctrinamiento, reclutar adolescentes
como soldados y obligar a comunidades enteras a unirse a la lucha
colectiva. En áreas del país donde el Estado no tenía presencia, como el
llamado triángulo ixil, no fue difícil lograrlo.
Estas regiones rurales se convirtieron en refugios desde los cuales
los terroristas planeaban, preparaban y ejecutaban ataques al resto del
país. Para 1982, tras haber visto el triunfo de los sandinistas en
Nicaragua unos años antes, las guerrillas pensaban que estaban cerca de
la victoria. Entonces apareció Ríos Montt.
En su meticulosamente investigado libro de dos volúmenes Guatemala, la historia silenciada (1944
– 1989) (Fondo de Cultura Económica, 2007), Carlos Sabino, historiador
de la Universidad Francisco Marroquí, cita un documento de la
contrainsurgencia conocido como Victoria 82. Escribe que "en cuanto a la
estrategia militar, se fijaban como objetivos principales 'negar el
acceso a los subversivos a la población', recuperar aquellos miembros de
la guerrilla 'que sea posible' y 'eliminar a los subversivos que no
quieran deponer las armas".
La tragedia fue que la estrategia de la guerrilla había llevado la
guerra a las tierras ixiles para usar a los civiles. Cuando el ejército,
empeñado en cortar de raíz el terrorismo, llegó después, la población
se vio obligada a tomar partido o quedarse en medio del fuego cruzado.
Por eso es que murieron tantos.
Algunos cuerpos del ejército, usualmente formados por indígenas,
ciertamente participaron en masacres, el incendio de pueblos y la
destrucción de cultivos. "Esto sucedió, sin duda, en varios lugares del
país, especialmente en las partes de El Quiché donde el ejército pensaba
que la población local apoyaba a la guerrilla", según Sabino. Pero "de
ningún modo fue una política de estado ni una estrategia de guerra",
explica, porque habría sido directamente contrario a resolver el
problema como se había diagnosticado.
Tales ataques provocaron "la huída de campesinos que, en definitiva,
quedaban entonces a merced de la guerrilla", escribe Sabino. El ejército
"trató de impedir que los campesinos quedasen desprotegidos y
aislados", y cuando puso en marcha la política oficial se encargó de
"llevar alimento a las zonas que habían sido devastadas por el conflicto
y reconstruir la infraestructura local".
"Era claro, por lo menos para la mayoría de los mandos, que no se
podía ganar la guerra poniéndose en contra de la población local",
asevera Sabino. El ejército dio armas a aquellos, incluidos ixiles, que
querían resistir las guerrillas y organizaban Patrullas de Autodefensa
Civil (PAC). Un ex líder rebelde le dijo a Sabino que "las PAC fueron
mortales para la guerrilla".
Los acuerdos de paz otorgaron amnistía a ambas partes, pero la
extrema izquierda no se ha dado por vencida. Consideró que el cargo de
genocidio era una forma de vengarse. La fiscal general Claudia Paz y
Paz, muy conocida por su simpatía por la izquierda, lideró la ofensiva.
Se dice que el presidente de centro-derecha Otto Pérez Molina estaba
convencido de que Guatemala sería visto de forma más favorable a nivel
internacional si el general era procesado. Definitivamente eso ha
ocurrido en Naciones Unidas, donde los llamados expertos en derechos
humanos han aplaudido la condena. Pero los expertos de derechos humanos
de la ONU provienen de países como China, Cuba y Siria.
En el juicio, la fiscalía presentó el testimonio de numerosos
indígenas que habían sido víctimas de la violencia. No obstante, sus
historias no pudieron probar un genocidio.
Ni pudieron hacerlo los "expertos" de la fiscalía, en su mayoría
extranjeros de convicciones izquierdistas que no fueron de hecho
testigos de ningún presunto acto de genocidio. Fueron usados para
sostener el argumento de la fiscalía de que la estrategia del ejército
"para exterminar" a los subversivos equivalió a un intento de
"exterminar" la población ixil.
La irracionalidad de esto no ha pasado desapercibida para muchos
guatemaltecos, entre ellos Gustavo Porras, un ex intelectual
guerrillero. Porras firmó una carta, con otros, llamando la acusación
"una fabricación jurídica" y afirmando que podría amenazar la paz.
El pueblo ixil y otros en la región que aún consideran a Ríos Montt
como héroe han llevado a cabo protestas contra el veredicto. No es la
primera vez que le han mostrado su apoyo.
Cuando se postuló a la presidencia en 2003, perdió. Sin embargo, en
las tres municipalidades del triángulo ixil, no sólo venció a otros 10
candidatos pero, tal vez más importante, aplastó al ex líder guerrillero
Rodrigo Asturias con 13.451 votos contra 1.202. Eso tampoco ha sido muy
divulgado en la prensa internacional, si es que lo ha sido.
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