Cuba: «Para cada solución, un problema»
Cuando oigo hablar de burócratas siempre recuerdo a un dirigente de la
agricultura al que le planteé mi preocupación por las cosechas perdidas
debido a la negligencia de los organismos encargados de recogerlas y
distribuirlas a la población.
El funcionario me respondió que ellos ya habían solucionado ese
asunto, obligando a los campesinos y cooperativistas a asegurar las
cosechas, de tal forma que estos cobran aunque sus producciones de
alimentos se pudran a la vera del camino.
Me volvió el asunto a la cabeza leyendo en el Granma -periódico
oficial del Partido Comunista- un artículo sobre una empresa del
Ministerio de la Agricultura que, desde hace 6 meses, tiene en sus
almacenes 66 sistemas de riego y se niega a venderlos a los campesinos.
Casi todos los guajiros que conozco se quejan de la
falta de estas bombas de regadío para llevar el agua hasta los sembrados
y aseguran que sus producciones podrían crecer mucho más si contaran
con el vital líquido en las cantidades necesarias y en los lugares
adecuados.
Pero para un burócrata lo verdaderamente importante no es la
producción de comida sino "gestionar la concreción del nuevo precio de
venta de las turbinas", sin importarle que medio año después no "haya
obtenido la solución esperada", es decir que sigan sin venderse.
La culpa, como siempre, se diluye entre diferentes organismos de los
ministerios de Agricultura, Industria y Finanzas, de forma que sea cual
sea el daño que provocan a la economía nacional, nunca se podrá hallar a
un culpable del desastre.
Si la función central del Ministerio de la Agricultura es garantizar
que las tierras produzcan, resulta inexplicable que se hayan limitado a
esperar 6 meses una respuesta, teniendo la posibilidad de apelar incluso
al Presidente de la República si fuera necesario.
El periódico asegura que muy cerca de esa empresa, en la zona de
Manicaragua, existen unos 80 campesinos que podrían dedicar sus tierras a
sembrar frijoles si contaran con sistemas de riego apropiados, como los
que duermen en manos de esos funcionarios.
De todas formas, por si acaso la Contraloría debería asegurarse de
que están todos los sistemas de riego íntegros en los almacenes de esa
empresa. No hay que ser desconfiado pero en más de una ocasión "el fallo
burocrático" esconde un delito.
En el transporte, por ejemplo, la inoperancia para poner en
funcionamiento los cientos de autobuses descompuestos protege un jugoso
negocio de "canibaleo" de piezas de repuesto. Así, cada vez que importan
las que faltaban se encuentran con que le han robado otras.
Decía Eduardo Galeano que el burócrata es aquel que para cada
solución tiene un problema y se lo podríamos aplicar a los funcionarios
agrícolas, los que prohíben importar tractores a los campesinos, les
impedían construir casas y ahora se niegan a venderles los sistemas de
riego.
Pero la burocracia sabe cuidarse las espaldas y el cargo, siempre se
"amparan" en las leyes, la de importaciones, las de la vivienda o las de
las finanzas. Nadie puede "probarles" nunca que cometen un delito,
mucho menos un sabotaje a la economía nacional.
Desde hace 50 años, una y otra vez el Ministerio de Agricultura le
falla al país repitiendo el mismo discurso de "yo no fui" para eludir
sus responsabilidades acusando a los campesinos, a los desastres
naturales o a las "dificultades objetivas que provoca el bloqueo".
Difícilmente las cosas vayan a mejorar mientras los principales
responsables de la debacle agrícola sigan culpando a otros de los
fracasos. Contribuiría a encontrar las soluciones de estos problemas que
cada uno asumiera lo que le toca y en primer lugar los que dirigen el
sector.
Pero habría que pensar también cuanta culpa tiene el modelo cubano
que creó un ministerio descomunal, compuesto en su mayoría por
funcionarios desligados de la producción agrícola pero con potestad para
decidir hasta la altura que tendrán las cercas de los campesinos.
La descentralización política del país puede llegar a ser el agua y
el aire que la agricultura cubana necesita, si finalmente el poder de
decisión deja de estar en las oficinas aclimatadas del Ministerio y
recae en los hombres y mujeres que sudan en los surcos.
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