Argentina: Destituyentes para todos y todas
“A mí no me defienden algunos dirigentes que, cuando
dicen las cosas que dicen de mí o de mi compañero, miran para otro lado ”, sostuvo recientemente la
Presidente. Confesión extraña en boca de quien se ha vendido a sí misma
invulnerable, segura, y ajena al “qué dirán”.
Confesión a su vez, que deja al descubierto la
inutilidad de un aparato comunicacional puesto a su servicio. Desde allí sólo
saben adular y atacar a aquellos que la mandataria erige, por capricho, en
enemigos. Confesión insólita además, si se tiene en cuenta que ella misma jamás
respondió a ninguna de las pruebas que la están posicionando en estos días como
la jefe de Estado más corrupta de la historia argentina.
Sin
duda no es un diploma para andar mostrando, pero que la sociedad pueda percibir
esta realidad después de 10 años de letargo, modifica sustancialmente el
escenario. Si a ello sumamos que un
programa político supera en audiencia al fútbol del domingo, se acrecienta la
esperanza de una madurez cívica capaz de cambiar algo.
Si
bien son datos sueltos y quizás arbitrarios, ofrecen señales que es dable tener
en cuenta sobre todo en un año tan decisivo. Decisivo porque es verdad que sin un cambio en los comicios de
2013, el 2015 será casi un mal destino a asumir sin demasiado margen para ilusionarse.
En ese sentido, el panorama viene siendo positivo.
Ahora
bien, al país serio
que muchos sueñan no se ha de llegar sin soportar aún, escollos y ataques de
consideración. Si hasta hoy, Cristina Kirchner consiguió dar
cauce a todos sus planes, y pese a ello se muestra enfadada e iracunda sin
ahorrar estocadas contra quienes no le rinden pleitesía, imagínense lo que
puede suceder cuando se enfrenté a un Congreso sin mayoría propia, después de
ser derrotada en una elección.
Recuérdese
que al fracaso de su
fútil 7D donde pretendía ver a sus pies al grupo Clarín, siguió la sanción de
la ley del mercado financiero – con la trampa del agregado que
otorga poder a la CNV para intervenir una sociedad sin necesidad de recurrir a
un magistrado -, y el intento por ahora postergado de intervenir el medio.
¿Qué seguirá pues al fracaso por lograr la elección
popular de consejeros y de limitar cautelares contra el gobierno?
Ningún
freno a las apetencias hegemónicas de la Presidente será gratis para el pueblo,
máxime para esa franja social de clase media cuyos votos, Cristina sabe, no le
serán afables. La
concepción política del matrimonio Kirchner tiene desde su inicio una fuerte
raigambre vengativa. Si se fracasa en un plano, se ataca por otro. Raro
es que no hayan propuesto instaurar la ley del Talión en el plan
“democratizador”.
“La
fuerza del amor” que pregonan se limita al relato, no a los actos. En este
contexto, no sería de extrañar que de no lograr sacar el monumento a Cristóbal
Colón, termine enclavando la estatua de Juana Arzuduy en pleno asfalto de Santa
Fe y Callao de manera de generar mayor caos de tránsito.
Entendiendo esto, lo que viene será harto complejo.
Dormirse en los laureles porque se ha conseguido algún limite a la ambición
presidencial es ingenuo porque a ese freno, seguirá otra embestida más. Si la Corte Suprema declara
institucional la reforma judicial como es de esperar, sabrá Dios por qué lado,
la Presidente canalizará su malestar. El planteo de un golpe institucional será
lo mínimo que puede esperarse.
Acusar de que se la quiere desestabilizar es un ardid
que está siendo utilizado desde hace años, es el modo de victimizarse frente lo
razonable que en Balcarce 50 es tomado como obstáculo. Sucedió cuando el sector agropecuario
reclamó por las retenciones, enseguida Néstor Kirchner habló de grupos
desestabilizadores.
Se
volvió a ese argumento cuando los empresarios pusieron algún tipo de reparos a
la política económica del gobierno. Entonces se habló de clima destituyente por parte de
“grupos económicos y mediáticos”. No escapó a la acusación Julio Cobos cuando
era vicepresidente de la Nación.
Con
motivo del embargo de los fondos del Banco Central dispuesto por un juez de los
Estados Unidos, en enero de 2010, Cristina Fernández se dirigió a su segundo
como “conspirador” junto a la jueza Sarmiento y a Martín Redrado, por ese
entonces Presidente de ese banco. Con
total impunidad, la jefe de Estado se despachó: “Me parece que Cobos quiere ser
presidente antes del 2011″.
No
fueron ajenos a la adjetivación Hugo Moyano, los gendarmes que reclamaban por
sus haberes, los jubilados que pretenden el 82% ni los fondos buitres y los
ghaneses…
Más
recientemente, cuando aún no terminara de trasmitirse el primer programa de Jorge Lanata, el periodista se
convertía – para el séquito de la Casa Rosada -, en un golpista. Así de
ridículo, sin eufemismos.
Luego,
el jefe de la Unidad
de Investigaciones Financieras José Sbatella fue más lejos y calificó de
idéntico modo a los dólares guardados en cajas de seguridad bancarias.
En la imaginación del kirchnerismo pueden ser destituyentes hasta los ahorros
de los argentinos.
Lo
cierto es que mañana el mote será para los miembros de la Corte. El tema será a quién endilgar tamaña
acusación cuando sean las urnas quienes contradigan el afán kirchnerista de
perpetuidad. Quizás Daniel
Filmus vuelva a declarar que el pueblo se equivoca y vota mal.
En definitiva, algo de razón tenía… De lo contrario no
habríamos llegado a lo que hemos llegado hoy día.
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