Guatemala: Anti-inversión
Por José Raúl
González Merlo
La reciente convención
“Guatemala Investment Summit”, fue un interesante ejemplo de ver cómo mientras
unos andan en la “pena” por trabajar para atraer más inversión, otros andan en
la “pepena” por ahuyentarla ¡y lucrar con ello!
Por lo menos
los empresarios no son hipócritas, en el sentido literal de la palabra. Para
tener utilidades, ellos deben invertir capital, contratar trabajadores y
combinar exitosamente todos esos recursos físicos y humanos creando riqueza.
Además deben lidiar con la burocracia e impuestos que, más bien parecen
diseñados para impedir que el anterior proceso se materialice. Y, por si fuera
poco, aguantar la inseguridad física y jurídica. No todos lo logran…
No es fácil ser
empresario. Y el que crea lo contrario emite un equivocado juicio desde el velo
de la ignorancia de nunca haber tenido que “pagar una planilla”. Ignorancia a
la que se le puede agregar el prejuicio ideológico-socialista que
envidiosamente ve al empresario y al capital como el enemigo. Este grupo estuvo
dignamente representado por el Comité de Unidad Campesina (CUC), quien impidió,
abusivamente el ingreso a la conferencia. Bajo la consigna “¡Guatemala no se
vende!” los manifestantes mostraron su rechazo a la inversión en general y a la
hidroeléctrica y minera en particular.
Dos bandos: uno
promoviendo al país como un destino de inversiones para generar utilidades y apuntalar
el desarrollo económico y social. El otro rechazándola como si el desarrollo
fuera un “derecho humano” y no algo por lo que debemos trabajar
inteligentemente. Es la del perro del hortelano de la fábula de Esopo; triste
personaje que “ni come ni deja comer”. Nada más que, en este caso, nuestro
perro sí come; y come muy bien. Come de ahuyentar la inversión manteniendo la
pobreza de la mayoría de guatemaltecos. Come del dinero de la “cooperación
internacional” que mantiene ese modo de vida. Come traficando con la miseria
del pueblo y de una agenda anti-empresarial.
Contrario al
empresario, el “dirigente social” no produce nada. Su “trabajo” consiste en
crear expectativas en la población aprovechándose de su ignorancia. Así como el
estafador gira cheques sin fondos, el “dirigente social” promete lo que no
puede cumplir con su trabajo honrado. Inventa culpas y oculta las verdaderas
razones de la pobreza: la falta de inversión de capital. ¡Dios lo libre de
aceptarlo! Estaría traicionando sus convicciones marxistas ahora popularizadas
en el Socialismo del Siglo XXI.
Para salir de
la pobreza, hay que entender que el camino al desarrollo arranca al aceptar que
la inversión, no la protesta, es lo que crea empleo. Aunque, para algunos, la
protesta sí crea empleo, lo hace a costa del empleo de los demás. No es como
ellos lo gritan; que las inversiones dejan miseria. La miseria ya está
presente. La inversión en nuevas empresas es lo que sacará a miles de la
miseria. No lo inventaremos los chapines. Es el camino que otras naciones,
antes miserables y ahora prósperas, han seguido. La clave es que más chapines
lo entiendan para no dejarse engañar.
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