La derrota del ALBA
Algo muy inusual ocurrió en la reunión anual de
ministros de relaciones exteriores de la Organización de Estados
Americanos (OEA) la semana pasada: Estados Unidos y México ganaron una
victoria diplomática sobre los gobiernos populistas autoritarios que
querían silenciar la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y la
Relatoría de Libertad de Expresión de la OEA.
Es un acontecimiento
raro, porque Venezuela, Ecuador, Bolivia y otros miembros de su alianza
bolivariana ALBA — a menudo respaldados por países más grandes como
Brasil y Argentina— han estado ganando terreno en los últimos años en su
ofensiva para debilitar estas dos instituciones semi-independientes de
defensa de los derechos humanos, que son de lejos lo mejor que tiene la
OEA.
Pero en la reunión anual de la OEA celebrada el 5 y 6 de
junio en Guatemala, una moción de Ecuador apoyada por el ALBA y
destinada a paralizar la Comisión Interamericana fue rotundamente
derrotada en la votación secreta.
La fallida ofensiva de Ecuador
pretendía paralizar la Comisión eligiendo tres nuevos miembros cercanos
al ALBA, entre ellos un funcionario de Ecuador. Se esperaba que la
moción del ALBA triunfara, en parte gracias a los votos de muchos países
caribeños que reciben generosos subsidios petroleros de Venezuela.
Pero
en cambio, el voto secreto resultó en una aplastante derrota del ALBA, y
en especial del presidente ecuatoriano Rafael Correa, que se había
embarcado en una cruzada personal contra la Comisión.
El jurista
mexicano José Orozco, que preside la Comisión y tiene buenos
antecedentes en defensa de los derechos humanos, fue fácilmente reelecto
con 22 de los 34 votos de la OEA. El candidato de Estados Unidos, James
Cavallaro, profesor de leyes de las universidades de Harvard y
Stanford, que ha estado asesorando a la Comisión durante dos décadas,
fue elegido con una sorprendente mayoría de 20 votos.
El candidato
ecuatoriano Erick Roberts Garces, que había criticado abiertamente la
labor de la Comisión, no fue elegido. En cambio, los países optaron por
un candidato de Brasil, que fue elegido con una mayoría relativamente
pequeña de 18 votos.
“Esto fue una gran victoria para la Comisión
como institución, así como para la protección de los derechos humanos en
las Américas”, me dijo en una entrevista telefónica desde la reunión
José Miguel Vivanco, del grupo independiente Human Rights Watch.
“También
fue una derrota importante para los países del ALBA, que pretendían que
se eligiera a un miembro de su bloque para socavar el sistema desde
adentro”, añadió.
Vivanco agregó que “fue muy significativo que
los candidatos de México y Estados Unidos, que tienen excelentes
antecedentes en la defensa de los derechos humanos, fueran elegidos con
más votos que cualquier otro candidato”.
Los funcionarios de
Estados Unidos mantuvieron un bajo perfil y evitaron cantar victoria, en
línea con la política del gobierno del presidente Obama de evitar a
toda costa darle munición propagandística a los líderes populistas que
buscan la confrontación permanente con Washington como excusa para
perpetuarse en el poder.
La embajadora de Estados Unidos ante la
OEA, Carmen Lomellín, me dijo después de la votación que “fue un
resultado muy positivo, porque los estados miembros todavía defienden la
autonomía y la independencia de la Comisión”. Al igual que otros
funcionarios estadounidenses, Lomellín atribuyó la victoria de los
candidatos de México y Estados Unidos a sus respectivas calificaciones
profesionales.
Mi opinión: Es demasiado pronto para saber si esto
es un punto de inflexión en la diplomacia latinoamericana, y un síntoma
del lento ocaso del ALBA después de una década de constante erosión de
la democracia, los derechos humanos y la libertad de prensa en la
región.
Hay datos que podrían indicar lo contrario, como que los
gobiernos latinoamericanos pocas semanas antes habían hecho la payasada
de elegir al último dictador militar de la región —el general Raúl
Castro, de Cuba— como presidente de la Comunidad de los Estados
Latinoamericanos y del Caribe (CELAC).
Y muchos países se siguen
haciendo los distraídos ante el hecho de que Venezuela se ha negado a
realizar un recuento de los votos de las cuestionadas elecciones del 14
de abril.
Pero la derrota de la ofensiva del ALBA contra la
Comisión es una excelente noticia, porque ésta es una institución
profesional, que trata de denunciar las violaciones de derechos humanos
sin sesgos ideológicos. De hecho, ha criticado tanto los abusos
cometidos por Estados Unidos en su base de Guantánamo, o contra los
inmigrantes indocumentados, como los abusos cometidos por Venezuela,
Ecuador o Bolivia.
Sería bueno que, en vez de defender los
derechos humanos tímidamente, mediante votos secretos, los países lo
hicieran abiertamente y con orgullo. En los últimos años han habido
demasiados retrocesos en este terreno —tanto en Latinoamérica como en
Estados Unidos — como para permitir que las libertades fundamentales se
debiliten aún más.
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