Para ser número uno
El mundo se ha propuesto disminuir la
desigualdad. Unos Gobiernos lo quieren hacer regresando al siglo XVIII,
cuando no existían diferencias en los ingresos entre países, la mayoría
era pobre; quieren que el rico baje de nivel económico para igualarse al
pobre.
Otros lo hacen correctamente, logrando que los pobres aumenten sus ingresos para acercarse al de los ricos. China es ejemplo.
La
realidad es que la desigualdad es inevitable por la naturaleza humana y
la prueba más evidente y actual es lo que sucede en China. Antes de
Deng Xiaoping iniciar el milagro chino, la desigualdad era casi
inexistente, el 95% de los chinos era pobre. Con el transcurso de los
años se crearon dos poderosas clases: rica y media. Actualmente China
tiene más de dos millones de millonarios en dólares. La desigualdad ha
crecido. Hay una explicación: no todos tienen las mismas: aspiraciones,
capacidad de trabajo, empuje, deseo de triunfar, nivel intelectual y
demás características que diferencian a los seres humanos.
Gene
Smiley, profesor emérito de la Universidad de Marque, ha publicado un
interesante estudio sosteniendo que lo que le importa a la gente no es
cómo vive en relación al rico, sino cómo vive en relación a su pasado y
expectativas propias. Su estudio está encaminado a probar lo contrario
de lo que se había afirmado por más de medio siglo, que la década de los
veinte en Estados Unidos ocasionó enorme desigualdad entre ricos y
pobres. En 1920, una cuarta parte de las familias tenía automóvil; para
1930, más del 50%. En 1920, 35% de los hogares tenía electricidad, una
década después, 68%. A pesar de los empleados no trabajar los sábados,
por haberse implementado la semana de cinco días laborables, los
salarios aumentaron por el incremento de la productividad.
Daron
Acemoglu, economista de MIT, en reciente estudio afirma que Estados
Unidos no puede ser como Suecia (en alusión a adoptar sus políticas
sociales), no le conviene, ni tampoco al mundo. Según él, si lo hace, la
tasa de crecimiento de la economía mundial disminuiría, porque se
reduciría la innovación al no existir incentivos.
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