La epifanía de libre comercio de Joe Biden
The Wall Street Journal Americas
El
Vicepresidente de EE.UU., Joe Biden, durante una visita a un cultivo de
flores, en Madrid, una población a las afueras de Bogotá, Colombia.
El vicepresidente de Estados Unidos Joe Biden
regresó de su gira por América Latina el mes pasado como un converso al
libre comercio y un ferviente partidario de la paz que el ex presidente
colombiano Álvaro Uribe llevó a su país. Al menos eso es lo que dijo en
una columna editorial que escribió en este periódico la semana pasada.
Si Biden ahora constata el vínculo entre la prosperidad y el libre
comercio, enhorabuena. Estados Unidos forma parte de las negociaciones
para el Acuerdo de Asociación Transpacífico, o TPP, un pacto propuesto
de libre comercio entre un grupo de países asiáticos y las democracias
de Canadá, Chile, Perú y México. Para que las negociaciones del TPP
lleguen a buen puerto, el compromiso de EE.UU. es indispensable.
Pero soy escéptica. Las agendas
proteccionistas, anti-desarrollo y colectivistas de los grandes
sindicatos, los radicales verdes y la izquierda ideológica son parte del
tejido de la política del gobierno de Barack Obama.
El partido Demócrata de EE.UU. depende mucho de estos grupos para su
financiamiento y el gobierno de Obama no se puede dar el lujo de
ofenderlos. Cuesta creer que esté dispuesto a dejar de lado a algunos de
sus donantes más generosos a cambio de una expansión del libre comercio
que hará que las personas dependan menos del gobierno.
Resulta incluso más difícil creer que algo haya cambiado después de
leer la editorial de Biden (El ascenso del continente americano), que es una combinación de ignorancia sobre
la región y revisionismo histórico.
Los residentes de la superpotencia del mundo no son conocidos por su
conocimiento de otras tierras. Pero el informe simplista de Biden sobre
la vida de los latinoamericanos debería avergonzar a los
estadounidenses. Su vicepresidente aparece como una caricatura del
estereotípico gringo, tratando a los habitantes de la región con aire
condescendiente y atribuyéndose el éxito de los latinoamericanos cada
vez que puede.
Biden tuvo una verdadera revelación cuando visitó un "cultivo de
flores cerca de Bogotá" y halló que "un cuarto de los trabajadores son
mujeres que son cabeza de familia". Los colombianos no solo cultivan
flores, descubrió, ¡si no que también las exportan! "Los claveles y las
rosas que cortaban llegarían a tiendas en Estados Unidos en cuestión de
días, libre de impuestos". La floricultura colombiana, explicó el
vicepresidente, es "solo una señal del florecimiento económico
registrado en el año desde que entró en efecto un acuerdo de libre
comercio entre EE.UU. y Colombia".
No es tan así, señor Biden. Los colombianos han cultivado flores para
exportar a EE.UU. durante décadas y las mujeres por mucho tiempo han
jugado un papel importante en ese mercado. Uno de los momentos más
notables en la historia del sector fue la aprobación en 1991 de la Ley
de Preferencias Arancelarias Andinas, o ATPA, por sus siglas en inglés.
El ATPA recortó los aranceles estadounidenses a las importaciones de una
serie de bienes —incluyendo flores— provenientes de la región para
impulsar alternativas económicas al comercio de narcóticos.
Para abril de 2007, cuando el gobierno de George W. Bush
envió el acuerdo de libre comercio entre EE.UU. y Colombia al Congreso
para ser ratificado, la industria de exportaciones de flores prosperaba.
Un motivo era el acceso preferencial, otorgado por el Congreso, al
mercado de EE.UU. Biden ciertamente conoce el ATPA puesto que votó en
contra de su reautorización en agosto de 2002.
Ese año no se les olvidará fácilmente a los colombianos ya que el
país estaba siendo desbordado por los terroristas de las FARC y Uribe
fue elegido presidente. Durante los próximos ocho años, el ex gobernador
de Antioquia, cuyo padre había sido asesinado por las FARC, trabajó
incansablemente y corrió un gran riesgo personal para restaurar el
orden. Como indica Biden en su editorial, el camino entre Bogotá y los
cultivos de flores era "imposiblemente peligroso hace 10 años", aunque
no le da a Uribe ni al ejército colombiano el crédito que merecen por
ese cambio de fortuna.
A finales de diciembre de 2010, tuve numerosas conversaciones con
funcionarios colombianos que esperaban con ansiedad ya que una versión
modificada del ATPA (llamada ATP-DEA) aún no había sido renovada. El
gobierno de Obama se negaba a enviar el acuerdo de libre comercio para
su voto en el Congreso y el día de San Valentín —fecha crucial para los
floricultores y, por ende, para la economía— estaba a menos de dos
meses. Se estima que cerca de 200.000 empleos colombianos dependían de
la floricultura y el número en EE.UU. era casi equivalente.
Obama finalmente firmó el acuerdo de libre comercio entre EE.UU. y
Colombia a finales de 2011 tras una demora de 3 años y medio. Un
funcionario colombiano me dijo la semana pasada que cree que la única
razón por la que el pacto se completó fue que Uribe —un blanco del odio
de los amigos de la internacional socialista de Obama— ya no estaba en
la presidencia. Hubo otros dos avances cruciales, agregó. Los
legisladores republicanos insistieron que se realizara un voto junto a
los pactos de libre comercio con Panamá y Corea del Sur y el senador
demócrata Max Baucus,
de Montana, promovió la votación del acuerdo ligada a la estipulación
de que Colombia expandiría las leyes que elevan los costos de la mano de
obra.
Biden votó en contra de los acuerdos de libre comercio entre EE.UU. y
Chile en 2003 y entre EE.UU. y América Central en 2005. Los camiones
mexicanos siguen sin tener acceso irrestricto a EE.UU., lo que viola el
Tratado de Libre Comercio de América del Norte, ya que el sindicato de
los camioneros de EE.UU. y, por consiguiente, los demócratas no lo
permiten. Biden no explica nada de esto.
Tal vez Biden haya tenido una conversión. Pero con sus antecedentes, las palabras no bastan para ser creíble.
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