En Colombia, las bacrim representan nueva amenaza para la prensa
Committee to Protect Journalists
Al lado de la oficina del alcalde en la
ciudad colombiana de Caucasia se encuentra un monumento que simboliza la
disfuncionalidad del gobierno: una biblioteca pública medio construida
con ventanas rotas, un suelo manchado con agua y barras oxidadas
sobresaliendo de pilares de hormigón.
Según informes
de prensa, la construcción misteriosamente se paralizó después de que
el gobierno de la ciudad gastara alrededor de un millón de dólares en el
proyecto. Pero cuando el periodista local Rober Nieto trató
recientemente de investigarlo, un funcionario de la ciudad le advirtió
que se retirara.
Estas amenazas son tomadas en serio por los periodistas de Caucasia y
otras ciudades en el departamento norteño de Antioquia. La zona está
abarrotada con ex paramilitares que se han formado en bandas criminales,
conocidas como bacrim, que trafican drogas y extorsionan a los
negocios. Las bacrim a menudo trabajan en connivencia con políticos
locales, y cuando los periodistas investigan temas como la corrupción
gubernamental, a veces reciben amenazas de las bacrim.
"Podemos registrar los acontecimientos, pero el periodismo de
investigación está fuera de los límites", indicó Nieto, director de Región al Día,
un periódico mensual en Caucasia, al CPJ. "Necesitamos buen periodismo,
pero es peligroso escribir sobre alianzas entre las autoridades locales
y las bacrim".
Según la Fundación para la Libertad de Prensa, o FLIP, radicada en
Bogotá, Antioquia es una de las regiones más peligrosas para periodistas
en Colombia. Además de las bacrim, dos grupos de guerrillas marxistas
recorren en partes del departamento. Desde 2009, la FLIP registró 31
amenazas contra periodistas. Durante este período, dos periodistas
fueron obligados a huir de la región.
El resultado ha sido un apagón virtual de la cobertura informativa en
profundidad en algunas regiones de Antioquia. Muchos periodistas en
Caucasia y pueblos cercanos dicen que pueden informar al público sobre
lo que está pasando, pero se meten en problemas cuando tratan de
explicar por qué.
Por ejemplo, Oscar Martínez, director de la radio Caucasia Stereo,
afirmó que solía informar sobre presuntos vínculos entre funcionarios
públicos, como la policía, y las bacrim. Pero después de un ataque con granadas contra la emisora en 2011 que fue seguido por amenazas de extorsión, dejó de informar sobre estas cuestiones.
"Antes cubríamos todo", señaló Martínez. "Me gustaría informar
cuando el alcalde no está haciendo bien las cosas. Pero es peligroso".
La situación es aún más difícil en la ciudad cercana de Tarazá donde
operan las bacrim y guerrillas de las FARC. Luis Carlos Cervantes antes
dirigía el único programa de noticias locales de la ciudad en la radio
Morena FM. No era exactamente periodismo de investigación, el programa
consistía en Cervantes condensando artículos de los diarios y haciendo
anuncios de servicio público.
"Solo leíamos los diarios durante el programa", Cervantes señaló al
CPJ en una entrevista en el estudio de Morena FM, que está ubicado en la
plaza de Tarazá. "Pero ahora ni siquiera eso podemos".
De hecho, la programación en ocasiones incluía comunicados del
ejército colombiano y la policía así como notas sobre las bacrim y las
guerrillas, a quienes aparentemente no les gustó el programa y
comenzaron a amenazar de muerte a Cervantes a través de llamadas a su
teléfono celular. Luego de recibir siete de estas amenazas, Cervantes
decidió levantar el programa de noticias y actualmente la radio solo
transmite música.
Uno de los pocos periodistas combativos que permanecen en la región es Leiderman Ortiz, editor de La Verdad del Pueblo, un diario mensual de Caucasia que trata temas de crimen y corrupción.
Ortiz, un ex candidato a alcalde que tiene planeado volver a candidatearse, es un luchador. En la última edición de La Verdad del Pueblo,
publicó un suplemento con un poster de "buscado" de un supuesto miembro
de las bacrim acusado de extorsión. Pero en lugar de recomendar que los
lectores alerten a la policía si tenían alguna información, el poster
los instaba a llamar a Ortiz e incluía su teléfono celular y dirección
de correo electrónico.
Pero Ortiz pagó un alto precio por su postura. En 2010, una granada
fue arrojada contra su propiedad y más tarde recibió dos amenazas de
muerte telefónicas de supuestos integrantes de las bacrim. En la
actualidad, Ortiz está acompañado por dos guardaespaldas facilitados por
las autoridades para protegerlo las 24 horas.
En entrevistas con el CPJ, la policía tanto en Caucasia como en
Tarazá admitieron que las bacrim continúan contrabandeando drogas y
extorsionando a negocios locales. Pero negaron que los periodistas
enfrenten cualquier problema en particular. Al ser consultados sobre
como evaluaría la libertad de prensa en una escala de 1 a 10, siendo 10
lo más alto, el comandante de la policía de Caucasia Álvaro Cardoso le
otorgó un puntaje de 10 a la ciudad.
Una evaluación similar ofreció el alcalde de Caucasia José Nadín
Arabia, cuya oficina con un amplio ventanal ofrece una vista panorámica
de la parcialmente terminada biblioteca. Arabia afirmó que el proyecto
había sido llevado a cabo por su predecesor y sostuvo no tener
conocimiento sobre los problemas que tenía Nieto para investigar lo que
había ocurrido.
A excepción de Ortiz, según comentó Arabia, no había recibido
información sobre alguna amenaza reciente contra periodistas. De todos
modos, admitió que los reporteros habían bajado el torno de su cobertura
crítica.
"Las bacrim presionan a todos los que escriben cosas negativas sobre
ellas", agregó Arabia. "Pero los periodistas ya no publican mucho sobre
las bacrim".
[Informes desde Caucasia, Colombia]
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