Argentina: Hay un modelo, y ése es el problema
Algunos critican al Gobierno diciendo que no tiene un
"modelo" y que los problemas se originan en la impericia de los
funcionarios. Discrepo: el "modelo productivo de matriz diversificada e
inclusión social" existe y tiene en la Argentina una larga tradición
intelectual que, incluso, abarca parcialmente a la oposición. Éste es el
problema. ¿En qué consiste? Todo modelo es una construcción imaginaria
basada en teorías que nos permiten, mejor o peor, interpretar la
realidad.
En el caso del modelo, estas teorías son las siguientes:
Mano visible contra mano invisible. Cuentan que
el recién nombrado embajador soviético en Londres entró en una panadería
y, asombrado por la variedad de panes y confites, pidió conocer al
responsable de la distribución de esos productos en el Reino Unido. Se
quedaron mirándolo sin poder contestar: no había nadie responsable, era
la "mano invisible". Adam Smith presentó con esa metáfora la
contribución más importante que hayan realizado las ciencias sociales:
la existencia de "órdenes espontáneos" que coordinan las acciones de las
personas sin que nadie lo dirija en particular. Incluso hizo referencia
precisa a los panaderos: sostuvo que "no es de la benevolencia del
carnicero, el cervecero o el panadero de lo que esperamos nuestra cena,
sino de sus miras al interés propio, y nunca les hablamos de nuestras
necesidades, sino de sus ventajas".
El "modelo" cree que esos órdenes espontáneos pueden
ser disciplinados con leyes, regulaciones o simples llamadas
telefónicas. Así, por ejemplo, se ordena la realización de operaciones
inmobiliarias en pesos cuando el uso generalizado de dólares es
resultado de un orden espontáneo de quienes, hace décadas, buscaron
proteger su capital contra la caída, generada por el mismo Estado, del
poder adquisitivo del peso o de otras monedas que supimos tener.
El modelo cree en la mano visible y descree de las
acciones libres de productores y consumidores. Por eso, ante la
parálisis del mercado inmobiliario inventa un blanqueo y bonos en lugar
de reconocer los dólares.
El precio del dólar es una orden . Un precio no
es el resultado del acuerdo entre un comprador y un vendedor. El modelo
cree que los vendedores ponen el precio que quieren. Por cierto, todos
quisiéramos vender (productos o nuestro trabajo) al precio más alto
posible; si no lo hacemos, es por la competencia.
Igualmente, el Gobierno cree que fija sus propios
precios como le place, y siempre con buenas consecuencias. Ha fijado los
precios de la energía por diez años y la consecuencia son millonarias
importaciones de combustibles. Y qué decir del dólar. No es un precio,
sino un "instrumento" de la política económica a ser fijado como estime
Marcó del Pont (para el oficial) o Moreno (para el paralelo). Uno genera
la caída de las reservas, el otro paraliza las inversiones. La
oposición discrepa, pero del precio. Quisiera otro, más que un mercado
donde el vendedor vea a qué precio consigue un comprador, y el comprador
a qué precio consigue un vendedor.
La demanda empuja a la oferta . Pensemos qué le
diríamos a alguien que nos sugiere, para consolidar nuestra situación
económica y aumentar nuestros ingresos, ir al shopping y exprimir la
tarjeta hasta el límite. Al menos, nos parecería raro. La visión
tradicional, recibida en las familias de generación en generación, es
que mejor tratamos de producir algo, de generar algún ingreso, de
trabajar, y luego vamos a poder consumir, tanto más cuanto más hayamos
producido.
Esta teoría tiene una larga tradición en la economía.
Se la conoce como ley de Say (1767-1832), expresada así: "Toda oferta
crea su propia demanda". Así expuesta parece ridícula, porque producir
algo no quiere decir que su venta esté asegurada. Esta teoría fue
ridiculizada por Keynes por otra razón, ya que si en el agregado la
oferta y la demanda de bienes son iguales no se podría explicar aquellas
situaciones en los que hay más de una o de la otra. Aunque luego se
convirtió en un dogma: siempre hay que impulsar la demanda, con gasto
público y emisión monetaria, la oferta ya la seguirá.
Por cierto, toda producción tiene como fin el consumo,
pero su constante subsidio genera inflación, y cuando la gente decide
que ya consumió suficiente o está muy endeudada y quiere ahorrar, llega
la crisis. La ley de Say lleva a remover las barreras a la producción,
sabiendo que esos mayores ingresos son la demanda que tan
desesperadamente estamos buscando. Incluso desde el lado de la demanda,
el mismo Keynes sugería que una forma de alentarla era reduciendo
impuestos, no subiendo el gasto, algo que el keynesianismo luego olvidó.
Inflación y puja redistributiva . La inflación
es resultado de la puja de distintos sectores para obtener una mayor
porción del ingreso. Se responde a esto con "políticas de ingresos", es
decir, control de precios y "moderación" de salarios. Según el modelo,
la emisión de moneda no es causa de la inflación, sino su consecuencia:
la autoridad monetaria expande la cantidad acompañando esta puja. Los
empresarios, más que los sindicatos, son los responsables. Curiosamente,
otros aspectos del modelo cierran las importaciones permitiendo que ese
poder sea más fácil de ejercer.
Con menos regulaciones y barreras, la competencia entre
los empresarios sería mayor, y buscarían bajar los precios y no
subirlos. Con menos regulaciones laborales tampoco tendrían poder los
sindicatos para esta puja. Todos estaríamos restringiendo nuestras
conductas por la competencia.
Esta visión debería sostener que esa puja se convirtió
en "híper-puja distributiva" a fines de los 80 y luego por alguna razón
desapareció durante los 90. La explicación monetaria señala que la
fuerte emisión y caída de la demanda de dinero nos llevaron a la
hiperinflación y, al cortar ese chorro, la demanda se compuso y la
inflación cayó.
El drama actual es que la visión "distributiva" lleva a
la política monetaria como el Titanic directo al iceberg, y a la vieja
puja, ésa sí, entre dólar y tasas de interés.
Enfermedad holandesa . Explica los tipos de
cambio diferenciales y las retenciones a las exportaciones. Su nombre
surge de la experiencia en Holanda con el descubrimiento repentino de
gas natural en el Mar del Norte, que generó un fuerte ingreso de
dólares, revaluando la moneda local y perjudicando otras producciones,
que no podían competir a ese tipo de cambio. En el caso argentino, la
soja cumple esa función, por eso se castiga a sus eficientes productores
con retenciones y se protege a la industria con un tipo de cambio real
más alto (difícil de sostener en el tiempo).
Holanda nunca aplicó retenciones o tipos de cambio
múltiples; al poco tiempo aumentaba la productividad de los otros
sectores y recuperaba su competitividad. Hoy gran parte de los países
latinoamericanos están sujetos al mismo fenómeno, pero ninguno responde
con esas medidas, salvo Venezuela. Si la moneda se revalúa hay
actividades que sufren, pero también tienen la oportunidad de importar
tecnología y mejorar su productividad para superar el trance. En vez de
castigar a los eficientes (sojeros), ¿por qué no ayudar a los otros a
que lo sean? El Estado debería resignar recursos y reducirles impuestos y
cargas regulatorias. Así podrían competir. Pero el Estado se niega,
nunca se reduce, a menos que colapse.
Muchos se preguntan por qué el Gobierno insiste en
estas políticas cuando los datos de la economía develan su fracaso. La
respuesta es que el Gobierno interpreta la realidad a través de estas
teorías. De ellas se derivan luego los congelamientos de precios, la
prohibición de comprar dólares para ahorrar o viajar, el blanqueo, el
aumento del gasto público y la emisión monetaria.
Algunas de estas teorías son compartidas por dirigentes
de la oposición, quienes en algunos aspectos incluso buscan ser "más
papistas que el Papa". En consecuencia, un cambio de gobierno en 2015 no
garantiza que se vayan a evitar la crisis del "modelo", a menos que
ésta ocurra antes o su amenaza sea tan obvia que decidan dejar estas
medidas de lado.
Lo que se requiere es un cambio de este modelo por uno
que reconozca la importancia de las instituciones que encauzan los
órdenes espontáneos hacia el progreso general, limitan la
discrecionalidad y el abuso de la "mano visible" de los funcionarios,
promueven la competencia y no los privilegios de los grupos de interés,
avanzan en la descentralización, permiten contar con una moneda estable
que facilita el comercio, la inversión y la disciplina fiscal. Se trata
de cambiar las teorías, no sólo a las personas que las implementan.
© LA NACION
- 28 de diciembre, 2009
- 10 de abril, 2013
- 8 de junio, 2015
- 4 de septiembre, 2015
Artículo de blog relacionados
Por Brian Fincheltub El Republicano Liberal Más que por sinceridad, en un acto...
4 de marzo, 2014El País, Madrid Irán y Venezuela no podrían ser países más diferentes. Piadosos...
22 de junio, 2009La Segunda Santiago.– En un primer momento, los expertos de la industria estimaron...
2 de octubre, 2009- 17 de octubre, 2008