Lo bueno y lo malo del caso Snowden
El ex contratista de la Agencia de Seguridad
Nacional (NSA) Edward Snowden y sus aliados de Wikileaks merecen crédito
por haber iniciado una muy necesaria campaña para hacer más
transparentes los programas de vigilancia del gobierno de Estados
Unidos, pero serían mucho más creíbles si apuntaran sus críticas a todo
el espectro político, incluyendo a países como China, Cuba y —sí—
Ecuador.
Esa es la conclusión a la que llegué tras entrevistar esta
semana al vocero de Wikileaks, Kristinn Hrafnsson, quien se ha
convertido en uno de los principales defensores de Snowden en los
medios. En momentos de escribirse estas líneas, Snowden permanece en el
aeropuerto de Moscú, aparentemente tratando de volar a Cuba y de allí a
Ecuador.
Hrafnsson, un ex periodista televisivo de Islandia, me
dijo que las revelaciones de Snowden sobre la forma en que la NSA vigila
llamadas telefónicas y e-mails muestran que el gobierno de Estados
Unidos está haciendo cosas “totalmente contrarias a la idea de la
privacidad que prima en este país”.
Cuando le pregunté sobre la
afirmación del presidente Obama de que el gobierno de Estados Unidos no
está escuchando conversaciones telefónicas privadas, y que sólo se
centra en conversaciones de sospechosos de terrorismo después de recibir
autorización de los comités de supervisión del Congreso y una orden
judicial, Hrafnsson respondió que esos programas de vigilancia están
“rodeados de secrecía, y eso no es saludable en ninguna democracia”.
Cuando
le pregunté por la declaración del Secretario de Estado John Kerry,
quien afirmó que se podrían perder vidas a causa de las filtraciones de
Snowden, y por otras afirmaciones según las cuales los grupos
terroristas ya han cambiado sus métodos de comunicaciones a causa de las
filtraciones de Snowden, Hrafnsson dijo que esas afirmaciones son
“propaganda”.
Son los mismos argumentos que empleó el gobierno de
Estados Unidos cuando Wikileaks publicó cientos de miles de cables del
Departamento de Estado hace tres años, y no ha habido ninguna evidencia
de que alguien haya perdido la vida por esas filtraciones, dijo.
¿Qué
le diría a sus críticos que dicen que Wikileaks siempre acusa a los
gobiernos de Estados Unidos y a las democracias europeas, pero jamás
critica a estados policiales como China, Cuba o Corea del Norte?, le
pregunté.
“No somos receptores activos de información, sino
receptores pasivos”, respondió, agregando que Wikileaks publicaría
información secreta proveniente de cualquier país.
¿Y qué dice
sobre las críticas de que Wikileaks es culpable de hipocresía política
por presentarse como un campeón de la libre expresión mientras defiende a
Ecuador, el país en cuya embajada en Inglaterra ha pedido asilo Julian
Assange, fundador de Wikileaks?, le pregunté.
Justo esta semana,
la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) emitió una declaración
diciendo que la nueva ley de prensa firmada el sábado por el presidente
Rafael Correa “oficializa la mordaza a la prensa”. La nueva ley crea
nuevos “delitos mediáticos” y de hecho da al oficialismo el "poder
absoluto para eliminar la libertad de expresión y la libertad de
prensa”, dijo la SIP.
Hrafnsson respondió que “no soy experto en
la nueva ley de medios de Ecuador”. Pero agregó que “la situación allí
no es tan simple como parece en la superficie, y es difícil sacar
conclusiones basadas en standards del mundo occidental".
“No
olvidemos que en 2002 un presidente democráticamente electo de Venezuela
fue casi destituido por un golpe, en el que los medios tradicionales
desempeñaron un papel activo”, aseguró.
Mi opinión: Me alegra que
el caso Snowden y Wikileaks hayan generado un debate que puede llevar a
que los programas de vigilancia del gobierno de Estados Unidos sean más
transparentes.
Aunque es cierto que hay comités legislativos
bipartidistas que monitorean estos programas y jueces que deben firmar
ordenes para escuchas telefónicas – algo que no ocurre en otros países –
estas agencias de inteligencia han tenido un cheque en blanco para
hacer lo que quieran. Eso, tal como dice acertadamente Hrafnsson, no es
bueno para ninguna democracia.
Pero se me hace difícil apoyar
plenamente a Snowden o a Wikileaks cuando siempre apuntan sus criticas
contra las sociedades libres, y evitan criticar a los países que más
violan las libertades individuales. Serían mucho más creíbles si
dijeran: “Sí, es cierto, China, Cuba y Ecuador son peores, pero no
podemos criticarlos porque nos dan asilo”.
Wikileaks ha estado
intentando establecerse como un grupo responsable de la defensa de los
derechos universales, como Human Rights Watch o Amnistia Internacional.
Pero mientras estos últimos denuncian por igual abusos cometidos por los
gobiernos de Estados Unidos, Rusia, China y Cuba, entre otros,
Wikileaks no lo hace.
Lo bueno del caso Snowden y de Wikileaks es
que están empujando a Washington a ser más transparente. Lo malo es que
no lo están haciendo con otros gobiernos que son aún peores.
- 28 de diciembre, 2009
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- 25 de noviembre, 2013
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