“Más educación, menos fútbol”
No debería sorprendernos que los manifestantes en
Brasil estén llevando pancartas que digan “más educación, menos
fútbol”, ni que haya huelgas docentes casi a diario en Argentina, Chile,
Venezuela y México: los maestros latinoamericanos están entre los que
cobran los sueldos más miserables del mundo.
La semana pasada,
mientras los manifestantes de Brasil protestaban contra los exagerados
gastos para la realización del mundial de fútbol del 2014 y portaban
carteles con eslóganes tales como “Japón: quédate con nuestro fútbol,
dános tu educación”, la Organización para la Cooperación Económica y el
Desarrollo (OCDE) dio a conocer un estudio con cifras muy reveladoras
sobre los sueldos docentes en todo el mundo.
El estudio, titulado La Educación 2013,
muestra que los maestros de Latinoamérica ganan menos, trabajan más
horas y disponen de menos tiempo para preparar sus lecciones o corregir
tareas que sus contrapartes de otras regiones.
Las cifras de la
OCDE son especialmente escalofriantes cuando se comparan los salarios de
los docentes de Finlandia y Corea del Sur, dos países que obtienen los
mejores resultados del mundo en los tests académicos PISA de jóvenes de
15 años, con los de los maestros latinoamericanos. Consideremos algunas
de las cifras del estudio:
– Mientras el salario inicial de un
maestro de primaria es de $64,000 en Luxemburgo, $38,000 en Estados
Unidos, $36,000 en España, $30,000 en Finlandia y $28,000 en Corea del
Sur; en Latinoamérica los salarios son de $17,400 en Chile, $16,600 en
Argentina y $15,000 en México. Aunque Brasil no figura en el estudio,
funcionarios de la OCDE dicen que los sueldos de los maestros brasileños
son similares a los de sus pares de otros países latinoamericanos, y
están al fondo de la lista.
-Los maestros de escuela primaria
mejor pagados ganan un promedio de $113,000 en Luxemburgo, $77,000 en
Corea del Sur, $58,000 en Japón, $53,000 en Estados Unidos, $51,000 en
España, $32,000 en México, $31,000 en Chile y $25,000 en Argentina.
-En
lo referido a las horas que pasan los maestros dando clases —una medida
que suele usarse para mostrar cuánto tiempo les queda a los maestros
para prepararlas, corregir tareas o reunirse con los padres—, Argentina
tiene el récord mundial, con 1,450 horas anuales, seguida por Chile con
1,100 horas, Estados Unidos con 1,100 y México con 1,050.
Comparativamente, los maestros de Corea del Sur y Finlandia pasan apenas
600 horas anuales al frente de su clase.
Andreas Schleicher, el
experto en educación de la OECD que coordinó el informe, me dijo en una
entrevista que Corea del Sur y China gastan menos en educación como
porcentaje de sus economías que varios países latinoamericanos y, sin
embargo, obtienen resultados mucho mejores.
La diferencia es que
Corea del Sur y China hacen de la docencia una carrera muy selectiva y
prestigiosa: sólo los más calificados son aceptados para ser maestros, y
se les paga según su desempeño, dijo.
“Uno de los mayores
problemas en Latinoamérica es que casi cualquiera puede ser maestro: no
hay un proceso de selección riguroso”, explicó Schleicher. “Y la calidad
de un sistema educativo nunca puede exceder la calidad de los
maestros”.
Una manera de conseguir fondos para contratar maestros
más calificados es ampliar el número de estudiantes por clase, me dijo
Schleicher. Corea del Sur y China tienen clases más grandes que México, y
sin embargo logran mejores resultados en los tests estudiantiles,
añadió.
“Si hay que elegir entre un maestro mejor y una clase más pequeña, hay que preferir un maestro mejor”, dijo Schleicher.
En
cuanto a los sindicatos docentes en Latinoamérica, que exigen salarios
más altos, pero se oponen a exámenes de ingreso, evaluaciones o pagos
por mérito, Schleicher dijo muchos maestros aceptarían estos cambios si
se les da un estatus profesional más elevado.
Mi opinión: Hay que empezar a glorificar la profesión de maestro, tal como ocurre en Corea del Sur o en Finlandia.
Una
de las cosas que más me impresionó durante los cinco años en que viajé a
varios países para hacer la investigación de mi último libro sobre
educación, Basta de Historias, fue que en
Corea del Sur y en Finlandia, sólo el 10 por ciento de los estudiantes
con mejor promedio pueden postularse para estudiar la carrera docente en
la universidad.
En esos países, si uno tiene una vecina que es
maestra, uno piensa: “debe ser inteligente, porque de otra manera no
podría ser maestra”. En muchos países latinoamericanos, si uno tiene un
vecino maestro, uno piensa: “el pobre, no pudo ser abogado”.
Ya es
hora de que los maestros latinoamericanos sean tratados como
profesionales, como los abogados o los contadores. Para eso hay que
pagarles mejor, a cambio de que los nuevos maestros rindan exámenes de
admisión y que todos sean evaluados y ganen según sus méritos.
Las
pancartas de Brasil que piden más dinero para la educación y menos para
el fútbol podrían ser un gran paso inicial en esa dirección.
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