Rafael Correa, aventajado alumno fascista
Dice mucho de su desesperación de prófugos el que Julian Assange y
Edward Snowen hayan decidido confiar sus vidas al gobierno de Ecuador.
En realidad, nadie en su sano juicio quisiera vivir en Ecuador para
experimentar en carne propia las presiones, persecuciones y castigos que
sufren diariamente periodistas, críticos y opositores a Rafael Correa a
manos de su gobierno.
Allí está sólo como un ejemplo entre muchos, en una larga historia de agresiones a la prensa, el caso del periodista Fernando Balda, el llamado “Snowden ecuatoriano”,
secuestrado en Colombia por el gobierno de Correa y encarcelado por
atentar contra la seguridad nacional al revelar las operaciones de
espionaje del gobierno ecuatoriano. Al respecto, existen cada vez más indicios del espionaje a gran escala contra ciudadanos en general y críticos en particular que parece realizar el gobierno ecuatoriano, a pesar de negar dicha política pero comportándose como un gobierno cogido in fraganti, practicando internamente lo que condena afuera.
Reflejando bien su aparente doble moral, Rafael Correa quiere
parecer, fuera de Ecuador, un corajudo defensor de la libertad de
expresión y los derechos humanos, mientras que en su país promueve
“leyes mordaza” contra los medios, amparado en su mayoría absoluta en la
Asamblea legislativa. Así, su reciente “Ley de Comunicación” convierte a
la censura en ley, penaliza sin juicio de por medio la mera labor
informativa y el no informar lo que el gobierno quiere que se informe,
por lo que ha recibido la crítica unánime de organizaciones gremiales y
defensoras de los DDHH. De tal manera y en forma independiente, la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) han
cuestionado puntos específicos de la nueva ley, ya promulgada por
Correa sin escuchar a sus críticos. Dicha ley pone en peligro las
libertades de prensa y de expresión en Ecuador, crea delitos tan
inverosímiles como el de “linchamiento mediático”, que asegura opacidad e
impunidad a las malas acciones de los gobernantes, obliga a los medios a
asumir responsabilidades por la opinión de terceros y pone a un
superintendente nombrado por el presidente Correa para fiscalizar y
sancionar a la prensa que se salga de la línea oficial. Como
consecuencia, se empieza ya a producir el cierre de diversos medios en el país sudamericano.
Esa doble faz de Correa fundamenta
el que muchos consideren que su respaldo a Assange y Snowden ha sido
una cortina de humo para distraer al mundo y al país de los graves
atentados contra la libertad de prensa y de los señalamientos de
corrupción al gobierno. Una cortina de humo muy cara por lo demás, como
evidencian las consecuencias económicas que afrontará Ecuador por la decisión del presidente Correa de renunciar unilateralmente al sistema de preferencias arancelarias de EEUU,
a fin de supuestamente no recibir presiones por asilar a Snowden. Sin
embargo, según la Cámara de Comercio Ecuatoriana-Norteamericana la
preferencia arancelaria a Ecuador, conocida como Atpdea, de cualquier
modo no sería renovada a Ecuador el próximo 31 de julio, por el consistente récord de malas relaciones con EEUU,
lo que pudo empujar a Correa a renunciar a ella antes de sufrir el
revés de la no renovación por parte de EEUU. Esto de cualquier modo será
muy costoso para Ecuador: La Atpdea había permitido que un total de 835
productos ecuatorianos se beneficiaran de un arancel de cero en EEUU,
con exportaciones por un total de 451 millones de dólares anuales, según
datos de la Federación Ecuatoriana de Exportadores (Fedexport), y un
total de 320 mil puestos de trabajo vinculados a dicho instrumento,
según datos del propio gobierno ecuatoriano. La renuncia a la Atpdea
arrasará por completo a sectores como el de las flores, el atún y a los
productores indígenas de brócoli.
Hasta aquí, la discrepancia entre lo dicho y lo hecho por Rafael
Correa no sería muy distinta de la existente en el populismo holgazán de
muchísimos políticos latinoamericanos. Pero me temo que la obsesión de
Correa por los medios de comunicación tiene raíces e implicaciones más
complejas y profundas. Por un lado, resulta imposible no referir su
interés en los medios a cierto conjunto de ideas de raíz marxista (tipo
Escuela de Frankfurt), que concede a los medios de comunicación el papel
de imponer un modelo hegemónico y manipular el proceso histórico de
cambio económico; Correa mismo lo ha expresado así o con parecidas
palabras en muchísimas ocasiones. Por otro, es factible asociar la
práctica del gobierno Correa a unos fundamentos nacional-socialistas,
específicamente las prácticas de Paul Joseph Goebbels para controlar los
medios cuyo papel debía ser el de propagar los avisos, necesidades y
estrategias del gobierno. Al respecto, Goebbels creía que toda
información y toda propaganda eran políticas (precisamente como lo cree
Correa) y que toda propaganda e información debía ser planeada,
controlada y ejecutada por una sola autoridad (precisamente como lo
establece la “Ley de Comunicación” correísta). Finalmente, en el ideario
de Goebbels sólo se conseguían resultados si se dominaban todos los
medios de comunicación (tal como pretende la “Ley de Comunicación”). Al
respecto, habría que preguntarse si las lecturas de cabecera de Correa
no han sido precisamente las obras de Max Horkheimer o Goebbels, porque
su acción de gobierno y sus discursos las traslucen por completo.
Quizá las ideas y prácticas de Correa ni siquiera sean propias o
bien, éste no sepa de dónde provienen (aunque ambas suposiciones podrían
ser improbables, dada la reconocida preparación del presidente
ecuatoriano), pero eso no elimina su potencial dañino ni el que su
triunfo puede conducir directamente a una tiranía que ya creíamos
superada con la caída del comunismo soviético o el nazismo alemán.
Porque en buena medida, Rafael Correa pareciera un hermano tardío y
entrañable de Goebbels.
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