Todos rezan en Brasil
En la tarde del lunes 22, a su arribo a Río de
Janeiro, comienza la visita del Papa Francisco, la que genera inmensas y
a la vez nerviosas expectativas. Mientras tanto, todos rezan en Brasil.
Rezan los católicos, los peregrinos y los jóvenes que se han dado cita
en la ciudad brasileña y cuyas jornadas mundiales presidirá y bendecirá
el Sumo Pontífice.
Reza el gobierno de Brasil. Lo hacen sus fuerzas y
servicios de seguridad para que no le pase nada al Papa, quien no se las
ha hecho fácil, negándose a ser “blindado”, ni en vehículos ni forma
alguna. Ni la Iglesia ni el Papa temen por su seguridad: las
manifestaciones de las últimas semanas, con las que el Vaticano no ha
ocultado sus simpatías, “son contra los políticos, no contra Su
Santidad”, argumentan.
Reza también el gobierno para que no se
repitan las manifestaciones que enmarcaron la Copa Federaciones, las que
“corrieron un velo” que ocultaba realidades escondidas de la potencia
emergente.
Sin duda la presidente Dilma Rousseff ha de rezar para
que este nuevo acontecimiento de relevancia universal le devuelva aunque
sea en parte la imagen perdida tras las protestas de junio. Su
popularidad en julio ha caído 24.4 puntos (del 73.7% al 49.3% en un
mes). No parece fácil, pero a veces los milagros se dan, y más con el
respaldo de un Papa.
No se sabe si también rezará, y si lo hace, a
favor de qué, el presidente de la Fifa, Joseph Blatter, quien acaba de
decir que pudo haber sido un error designar a Brasil como sede del
Mundial de 2014. Sus dichos recibieron una rápida respuesta de rechazo
del gobierno brasileño pese a que declaraciones de ese tipo podrían
ayudar a disuadir a los brasileños para que no hagan mucho ruido, so
pena de quedarse sin el Mundial.
Lo que es más difícil de saber es
a favor de qué o quién reza el Partido de los Trabajadores (PT), el que
siendo el partido de gobierno trató de capitalizar y sumarse a las
protestas, conducta que no recibió ningún tipo de bienvenidas –más bien
fue notorio el rechazo– de parte de los jóvenes y los indignados.
Es
que las dudas mayores la generan las encuestas: mientras la imagen de
Dilma se deteriora, en términos relativos mejora la de Inacio Lula da
Silva. Según los muestreos las preferencias para las próximas elecciones
presidenciales, para las que los dos son favoritos, favorecen a Lula
(41%), frente a su heredera (30%). En marzo pasado el apoyo a Rousseff
era del 58%.
Lula ha descartado su candidatura, pero al mismo
tiempo, tras permanecer callado todo un mes, ha salido, oportunamente, a
apoyar el “mensaje de la juventud” la que, reconoce, reclama
“instituciones políticas más limpias y transparentes”. Parece además que
este planteo de los jóvenes lo ha inspirado o lo ha hecho acordar sobre
que sería necesario una “renovación profunda” del PT, partido que el
fundó, formó y ha liderado hasta ahora.
Es lo que pasa con este
tipo de “arranques” ciudadanos, con causas valederas y reales que
impulsan a llenar las calles, pero que no siempre se sabe hacia dónde
van ni cómo van a determinar el futuro.
Para todos es claro que
quieren acabar con la corrupción y contra el maniobrerismo político. Sin
embargo, cae el prestigio de Rousseff, cuya lucha contra la corrupción y
por la transparencia es innegable, y crece el de Lula, pese a que fue
durante su gestión que tuvieron lugar los mayores casos de corrupción
conocidos en Brasil, uno de los cuales, además, se digitaba desde una
oficina ubicada a pocos metros del despacho de Lula, quien aparentemente
en ningún momento se enteró de lo que pasaba. Parece que “su talento y
olfato político” y su reconocida capacidad de maniobra, le han servido
para cuidar su imagen y seguir arriba, pero en cambio no le sirvieron de
nada, cuando ejercía la presidencia, para darse cuenta de lo que
ocurría y poner freno aquellos desmanes.
Si habrá que rezar.
- 28 de diciembre, 2009
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