La voz del papa Francisco cobra importancia en la política latinoamericana
The Wall Street Journal Americas
RIO DE JANERIO—El futuro papa Francisco dejó en claro hace una década
que no sólo es un hombre de la Iglesia, sino también un animal
político.
Con el entonces presidente argentino, Néstor Kirchner, en la
audiencia, el ex arzobispo de Buenos Aires pronunció un sermón punzante
en 2004, lamentándose del "exhibicionismo y los anuncios estridentes de
los gobernantes". Kirchner se fue enojado y nunca más asistió a las
misas del cardenal Jorge Bergoglio, llamándolo el "líder espiritual de
la oposición".
Al llegar a Brasil el lunes en su
primer viaje importante fuera del Vaticano, el Papa argentino de 76 años
ahora se encuentra en un escenario mucho mayor. Aunque su misión
principal es revitalizar la Iglesia Católica, el primer Papa
latinoamericano también se está convirtiendo en un actor en la política
de la región. Su creciente popularidad le da el poder de conferir
prestigio, así como de lanzar críticas, a sus líderes ante una audiencia
mucho mayor.
"Se siente cómodo usando el púlpito para señalar algo malo cuando lo
ve y para instar a los políticos a hacer su trabajo, ayudar a los
pobres, lo cual es muy bueno para un Papa del siglo XXI", señaló Riordan
Roett, director del programa del Hemisferio Occidental de la
Universidad Johns Hopkins.
Sin embargo, el papel que el papa Francisco puede desempeñar en
Latinoamérica tiene sus límites. En primera instancia, las
congregaciones tradicionalmente católicas de la región se han reducido
en los últimos años. Además, las prioridades políticas del pontífice
probablemente apuntan a lidiar con los escándalos de la iglesia como el
abuso sexual y la corrupción en el banco del Vaticano.
Aun así, la popularidad de papa Francisco quedó de manifiesto cuando
miles de católicos, la mayoría jóvenes, se amontonaron en el centro de
Rio el lunes luego de que el nuevo pontífice aterrizara en Brasil, con
la esperanza de poder verlo en el inicio de su visita.
Los líderes de América Latina se están preocupando por caerle bien al
papa Francisco. La presidenta argentina, Cristina Fernández de
Kirchner, quien sucedió a su esposo tras su muerte en 2010, se convirtió
casi de la noche a la mañana en una posible aliada luego de años de
calificarlo de opositor y enfrentarse en temas que incluyen el
matrimonio gay.
Después de ser elegido Papa en marzo de este año, los simpatizantes
de Kirchner pegaron afiches por todo Buenos Aires ligando al pontífice
al partido gobernante. Kirchner viajó al Vaticano y le dio al papa
Francisco un mate y una bombilla para tomar la tradicional bebida.
"El cambio de Cristina ha sido sorprendente", dijo Michael Shifter,
presidente del Diálogo Interamericano, un centro de estudios con sede en
Washington. "Francisco no se va con rodeos, por lo tanto [los líderes
latinoamericanos] tienen que tener cuidado".
Pocos líderes tienen tanto en juego como la anfitriona del Papa en
Brasil, la presidenta Dilma Rousseff. La popularidad de la mandataria ha
caído de 65% en marzo a 30% a finales de junio, en medio de las masivas
protestas estudiantiles contra la corrupción, la brutalidad de la
policía, los sobrecostos en la construcción de estadios para el Mundial
de 2014 y otros asuntos.
En un discurso junto al Papa el lunes, Rousseff pidió una sociedad
con la Iglesia para combatir problemas como la pobreza y el hambre.
"Tenemos un enemigo en común", dijo.
La visita del papa Francisco presenta tanto una oportunidad como un
riesgo para Rousseff. La asociación con el pontífice podría impulsar su
popularidad. Por otro lado, podría verse perjudicada si el líder
católico lanza críticas que puedan interpretarse como indirectas.
El pontífice regresa a Latinoamérica en momentos en que la región
carece de una voz unificadora, lo cual dará más campo a sus mensajes de
humildad y servicio a los pobres. El ex presidente venezolano Hugo
Chávez, quien era la cabeza visible de una alianza de gobiernos de
izquierda, murió este año y el ex presidente brasileño Luiz Inácio Lula
da Silva, que también contaba con popularidad regional, se ha mantenido
alejado de la vida pública en los últimos años.
El papa Francisco tiene mucho en común con los gobiernos de izquierda
de la región. Ha criticado las políticas económicas neoliberales
promovidas por el Fondo Monetario Internacional, a las que líderes de
países como Brasil y Ecuador culpan del aumento de la carga de deuda
soberana y la desigualdad social. No obstante, ha criticado el tipo de
caudillismo típico de Latinoamérica.
Pese a ello, el Papa parece haber asumido el rol de mediador que la Iglesia a menudo desempeña en Latinoamérica.
Apenas semanas después de iniciar su papado, buscó aliviar tensiones
en Venezuela después de la disputada elección de Nicolás Maduro en abril
y las protestas que la acompañaron. En aquel momento envió un mensaje
pidiendo diálogo.
Maduro, que al igual que su predecesor ha sido crítico de la Iglesia,
respondió rápidamente con un tuit. El candidato opositor, Henrique Capriles, también le respondió.
El tono de Maduro hacia la Iglesia parece haberse suavizado. El
mandatario viajó al Vaticano en junio y luego de la reunión dijo que
tuvo "una conversación extraordinaria, verdaderamente extraordinaria,
con un ser humano lleno de humildad".
—Loretta Chao contribuyó a este artículo.
- 23 de julio, 2015
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