¿El fin de la chino dependencia latinoamericana?
Después de más de una década de relaciones económicas cada vez mas
intensas entre China y Latinoamérica, los nuevos titulares sobre una
posible crisis en China están empezando a causar nerviosismo en los
países chino dependientes de América Latina. ¡Y tienen buenas razones
para estar nerviosos!
En los últimos días ha habido una seguidilla de
informes alarmantes que pronostican lo que ya habíamos sugerido en esta
columna el 1ro. de junio: que el explosivo crecimiento económico de
China en las últimas tres décadas está llegando a su fin. Y eso
perjudicará a Venezuela, Argentina, Chile, Perú y otros países que han
crecido rápidamente en los últimos años en buena parte gracias a sus
exportaciones de materias primas al gigante asiático.
“Las señales
ya son inequívocas: China tiene grandes problemas”, escribió el
economista ganador del Nobel Paul Krugman en el New York Times del 18 de
julio. “No estamos hablando de algún revés menor en el camino, sino de
algo más fundamental… Podríamos decir que el modelo chino está a punto
de chocar con su Gran Muralla, y la única pregunta ahora es cuan grave
será ese choque”.
George Friedman, el fundador del influyente
boletín geopolítico Stratfor, publicó un artículo el 23 de julio
titulado “El fin del milagro económico chino”.
Refiriéndose al
súbito cambio de opinión en los medios internacionales sobre China,
Friedman escribió que “ahora la conversación está pasando de los
pronósticos sobre cuan rápidamente China alcanzará a Estados Unidos, a
las consideraciones sobre cuales serían las consecuencias de un colapso
de China”.
El crecimiento de China ha caído de tasas anuales de 10
por ciento en las últimas décadas a un crecimiento proyectado en 7.5
por ciento —o menos— en 2013. Y un reciente estudio conjunto del Banco
Mundial y el Centro de Investigación del Desarrollo de China predijo una
caída a tasas anuales del 5 por ciento en la próxima década.
El
miércoles, hasta la usualmente optimista Comisión Económica para
Latinoamérica y el Caribe de las Naciones Unidas (CEPAL) redujo su
cálculo de crecimiento para Latinoamérica en 2013 del 3.5 por ciento al 3
por ciento, en gran medida por la disminución de importaciones de
China.
Las exportaciones latinoamericanas a China —principalmente
de materias primas— se habían disparado de casi $4,000 millones en el
año 2000 a $71,000 millones en el 2012. Y muchos economistas habían
pronosticado que para 2015 China superaría a Estados Unidos como
principal socio comercial de Latinoamérica, algo que ahora parece
improbable.
El informe de la CEPAL advirtió que estamos ante “el
probable fin del auge de precios de los productos básicos de exportación
asociado a la expansión de China”.
Entre los países
latinoamericanos que se verán más perjudicados se cuentan los
exportadores de metales como Perú, Chile y Surinam, los exportadores de
petróleo como Venezuela, Bolivia, Ecuador y Colombia, y exportadores de
alimentos como Argentina, dijo la CEPAL.
México y Brasil se verán menos afectados, porque tienen economías más diversificadas, agregó.
Mi
opinión: la desaceleración económica de China puede señalar el fin del
ciclo populista basado en el aumento de las materias primas que ha
vivido Latinoamérica en la última década.
Fue una década
desperdiciada, en la que Venezuela, Bolivia, Ecuador y Argentina, entre
otros, despilfarraron el mayor boom exportador de su historia reciente
en subsidios pasajeros, en lugar de invertirlo en infraestructura y
educación para crear prosperidad a largo plazo. Pan para hoy, hambre
para mañana.
Es cierto que los pronósticos sobre la inminente
caída de China podrían resultar tan exagerados como los anteriores que
pronosticaban que China pronto superará a Estados Unidos como la
economía líder del mundo.
Pero tal como lo percibí en una visita
reciente a China, la economía china crecerá más lentamente, entre otras
cosas por la caída de las exportaciones a Estados Unidos y Europa, y por
el aumento de salarios chinos, que está haciendo que muchas empresas
multinacionales muden sus fábricas a otros países.
China ya no es
un país de mano de obra barata, ni tampoco un país barato: pagué $10
por un a taza de café en el aeropuerto de Xian, y $4.50 por un café en
un Starbucks de Beijing.
Además, hay serias dudas de que funcione
el nuevo plan económico chino de pasar de una economía exportadora a una
basada en el consumo interno. Los chinos no van a aumentar sus compras
porque necesitan ahorrar para pagar sus planes de salud y los estudios
de sus hijos, que no son gratuitos.
Resumiendo, los países
latinoamericanos que habían crecido rápidamente en la década pasada
gracias a sus exportaciones a China tendrán que hacer lo que debieron
haber hecho desde el principio: diversificar sus exportaciones. La
desaceleración de China no va a acabar con la economía latinoamericana,
pero la fiesta se ha terminado.
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