Una muerte cada vez más sospechosa
La nueva embajadora de Estados Unidos ante las
Naciones Unidas, Samantha Power, merece crédito por haberle pedido al
gobierno cubano que inicie una investigación creíble sobre la sospechosa
muerte del líder disidente cubano Oswaldo Payá. Sin embargo, Power
debería haber ido más lejos que eso.
La semana pasada, Power envió un
tweet diciendo que acaba de plantearle al canciller cubano, Bruno
Rodríguez, la necesidad de una investigación seria del misterioso
accidente automovilístico del 2012 en el que Payá perdió la vida.
El
disidente cubano, fundador del Movimiento Cristiano Liberación, era
conocido en todo el mundo por haber organizado una petición que reunió
más de 25,000 firmas en la isla para pedir un referéndum sobre si el
gobierno cubano debía permitir la libertad de expresión y una democracia
multipartidista.
Payá, a quien tuve el honor de entrevistar
muchas veces, fue un verdadero Mahatma Gandhi cubano. Nunca alzaba la
voz, y permanente predicaba un mensaje de no violencia y de
reconciliación nacional. Muchos de nosotros lo veíamos como la mejor
esperanza para la Cuba post-Castro.
Payá murio el 22 de julio del
2012, cuando el auto en el que viajaba se estrelló contra un árbol en
una carretera del interior de Cuba. Payá, de 60 años, y su compatriota
cubano Harold Cepero, de 32, los dos sentados en el asiento trasero,
fueron declarados muertos poco después.
El conductor del auto, el
joven político español Angel Carromero, y su copiloto, el activista
político sueco Jens Aron Modig, sobrevivieron al accidente.
Carromero
fue arrestado bajo cargos de homicidio vehicular, pasó cinco meses en
una cárcel cubana, y fue liberado con la condición de cumplir el resto
de su sentencia en España.
Tras el accidente, la hija de Payá,
Rosa María Payá, afirmó que un auto del gobierno cubano había estado
siguiendo al grupo, y que había embestido repetidamente desde atrás al
auto en que viajaba su padre, hasta sacarlo de la ruta y estrellarlo
contra un árbol. Como evidencia, dijo que los dos europeos habían
enviado mensajes de texto a sus amigos en Europa desde el lugar del
accidente, diciendo que estaban siendo seguidos por otro auto.
Pero
los familiars de Payá no tenian pruebas sólidas en ese momento. Ambos
europeos estaban recluidos en una prisión cubana, y Carromero había
firmado una declaración en la cárcel avalando la versión gubernamental
de los hechos.
Para colmo, Carromero tenía un historial de ser un
pésimo conductor: había acumulado 45 multas en Madrid en los 15 meses
anteriores a su viaje a Cuba. Y Modig, tras ser liberado de la cárcel
cubana, dijo a los periodistas que estaba dormido cuando se produjo el
accidente.
Pero la versión de la familia Payá empezó a sonar mucho
más creíble unos meses después, cuando —ya en España— Carromero declaró
a The Washington Post que había firmado el
documento en la cárcel cubana bajo presión, y que varios autos de la
policía secreta cubana, con sus características chapas azules, “nos
venían siguiendo desde el comienzo”.
Carromero le dijo al Washington Post
que la última vez que miró por el espejo retrovisor antes de perder la
conciencia, “vi que el auto se había acercado demasiado, y de repente
sentí un impacto atronador que venía de atrás”.
En una entrevista posterior con el diario español El Mundo,
publicada la semana pasada, Carromero dijo que Payá y Cepero habían
sido trasladados a un hospital, donde “los servicios secretos cubanos
los mataron”. Para mas evidencia, El Mundo
tambien mostró fotos de los mensajes de texto que habían enviado los dos
europeos desde el lugar del accidente, diciendo que estaban siendo
seguidos.
En una entrevista telefónica, Rosa María Payá me dijo
que su familia ya ha pedido una investigación internacional a la
Relatoría Especial de Asesinatos Extrajudiciales de las Naciones Unidas,
y a la Comisión de Derechos Humanos de la Organización de Estados
Americanos. También ha planteado el caso en los tribunales españoles, ya
que Payá tenía además ciudadanía española.
Con respecto a la
petición de Power al canciller cubano, Rosa María Payá me dijo que “es
un buen primer paso, pero el gobierno de Obama tendría que hacer la
petición directamente al Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon, y al
relator especial de asesinatos extrajudiciales. Que yo sepa, todavía no
lo han hecho".
Mi opinión: Estoy de acuerdo. Power merece aplauso
por plantear el caso de Payá, pero en vez de pedirle una investigación
creíble al canciller cubano —todos sabemos cómo terminará eso —, debería
hacer la petición a la ONU, la OEA y otras instituciones
internacionales.
Ya hay demasiadas nuevas pruebas —incluyendo las
fotos de los mensajes de texto y dos testigos— como para no hacer una
investigación creíble de la muerte de uno de los grandes héroes de los
derechos civiles latinoamericanos.
- 28 de diciembre, 2009
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