¿Legalización de la marihuana? Sí, pero…
Movimiento Libertario de México
Antes de que a finales de los años sesenta, a los Republicanos en
EEUU se les ocurriera poner en práctica el prohibicionismo contra las
drogas, por razones meramente electorales de su entonces candidato
Richard Nixon, la droga, en todas sus presentaciones, no era un problema,
al menos no de la magnitud en que lo es hoy. Los millares y millares de
muertos, el crecimiento exponencial de los delitos, los presupuestos
desaforados en materia de seguridad, la corrupción sin límites, las
violaciones a los DDHH, vinieron con el prohibicionismo.
El mundo, y estelarmente países como Colombia y como México, han librado la guerra en que se empeñaron Nixon, Ford, Carter, Reagan, Clinton, los Bush y Obama. Hoy, gracias al arrojo del presidente uruguayo (verdadera rara avis
en una región donde los actuales mandatarios se caracterizan por su
cobardía política), la situación está comenzando a cambiar,
reconociéndose que resulta más ventajoso legalizar las drogas (al menos
algunas de ellas) que extender indefinidamente la estrategia actual.
Mediante la decisión tomada por José Mújica y los diputados uruguayos, aún sujeta a la aprobación definitiva del Senado a fines de este año,
Uruguay está a punto de convertirse en el primer país en legalizar la
marihuana y dejar en manos del estado la producción, distribución y
venta controlada del cannabis. Gracias a ello (pese a que en lo personal
no me gusta su vertiente estatizadora), el debate sobre la legalización
de la marihuana se va extendiendo y ganando protagonismo, en una suerte
de efecto dominó, como hoy pasa en Chile, Ecuador, Guatemala, México, República Dominicana… Incluso, en el mismo Uruguay ya se habla de ir más allá de la sola legalización de la marihuana.
El proyecto aprobado parcialmente convierte a ese país en un laboratorio a cielo abierto para el resto del continente,
a fin de iniciar un proceso gradual de legalización, regulación y
despenalización de las drogas en nuestros países, tras valorarse los
resultados de la decisión uruguaya. Porque al final de cuentas y dada la
pequeñez del “mercado de la marihuana” en Uruguay, su verdadera
importancia se medirá en los efectos que genere fuera del país (aunque
incluso un país como México, con un PIB de diez mil dólares al año,
tampoco es un mercado de interés para el narcotráfico internacional),
particularmente EEUU, donde sus efectos serían cataclísmicos, como lo
analiza este reporte del Instituto Mexicano para la Competitividad.
En ese sentido, dará un fuerte impulso a los políticos latinoamericanos
que valientemente han hablado a favor de la legalización, a pesar de
que las encuestas hablan de que su postura ha sido, generalmente,
bastante minoritaria, generándoles un costo político. Y además, será una importante llamada de atención para los políticos estadounidenses,
reacios a abanderar estas propuestas, pese a que en EEUU hay 19 estados
que han legalizado el uso terapéutico de la marihuana y dos (Colorado y
Washington, mediante referéndum en 2012, pero aún sin implementarse la
decisión) en los que es legal el uso recreativo sin restricción alguna.
Apoyar la legalización de la marihuana, no significa estar a favor de
su consumo, sino solamente apoyar el derecho de cada quien a decidir si
la consume o no. Significa también darse cuenta, en el caso de México,
de que más del 60% de los presos que hay en cárceles federales están
acusados por hechos vinculados a “delitos contra la salud”, es decir,
narcomenudismo y narcotráfico. Y que el 59% de ellos (muchas veces mujeres) están presos en nuestras “universidades del crimen” por
ilícitos vinculados a la marihuana, sin el concurso de otros delitos,
sin haber portado armas, sin haber contado previamente con ningún tipo
de antecedentes penales, y casi siempre motivados por alguna cuestión
económica. Es decir, la penalización de la marihuana ha significado
hacer frente a un problema (menor) de salud con una estrategia penal
punitiva y, al hacerlo, generando un problema (mayor) de seguridad. En tal sentido, bienvenido el debate en México sobre la legalización de la marihuana y eventualmente de otras sustancias.
Sin embargo, no debemos pasar por alto lo siguiente: Por más
gratificante y auspicioso que sea tal debate, éste no debe impedirnos
echar luz sobre todo el corrupto sistema de justicia mexicano, donde la impunidad priva por doquier, por la corrupción desoladora, la simple y absoluta ineficacia, o el vulgar engaño de anunciar como logros lo
que terminarán siendo fracasos, como lo atestiguamos prácticamente a
diario. Por más que se decida regular el mercado de la marihuana en
México (y finalmente esto tendrá que hacerse, por simple razonabilidad),
no debemos olvidar que el núcleo del problema de violencia y
criminalidad del país no son las drogas, sino la descarada impunidad que prohíjan policías, burócratas, jueces en su quehacer. Ellos nos asfixian más que cualquier cantidad inimaginable de “porros” de marihuana.
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