El abismo
La guerra es el fracaso. Significa que no se nos
ocurrió nada más, que nuestra paciencia y creatividad llegó al límite y
que, en vista de nuestra incapacidad negociadora, decidimos apostar a
matar al enemigo antes que nos mate a nosotros. Esto está ocurriendo
igual en Siria que en Colombia y en el conflicto del Medio Oriente entre
israelíes y palestinos.
Primero Siria. Entiendo la enorme
resistencia del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, a enviar
tropas norteamericanas a la guerra civil en Siria. En este país no hay
ni el dinero ni el estómago para involucrarse en otro conflicto bélico
en el Medio Oriente. Obama llegó al poder, en parte, por su oposición a
la innecesaria guerra en Irak. Además, ya le puso fecha (finales del
2014) a la interminable guerra en Afganistán. La guerra en Siria no
estaba en sus planes.
El líder sirio, Bashar Al-Assad, es un
impresentable asesino. Ha utilizado armas químicas contra la población
civil y no le ha importado destrozar el país con tal de quedarse en el
poder. Pero Al-Assad no está solo. Tiene el apoyo de los gobiernos de
Rusia e Irán y del grupo extremista libanés Hezbolá. Eso complicaría
cualquier intervención militar norteamericana. Además, entre los grupos
rebeldes que se oponen al dictador sirio hay uno vinculado a los
terroristas de Al Qaida. Sacar a Al-Assad por la fuerza significaría
aliarse con enemigos.
Estados Unidos está en guerra desde el
2001. Por eso, por más dramáticas que sean las imágenes de los civiles
asesinados en Siria, hoy es impensable ver tanques y tropas
estadounidenses ahí. Estados Unidos podría actuar desde lejos –con
diplomacia, sanciones, limitando con sus aviones el espacio aéreo sirio y
hasta con ataques con drones– pero no está dispuesto a caer, otra vez,
en el abismo de la guerra.
Colombia, en cambio, está haciendo un
esfuerzo sobrehumano para salir de la guerra que la ha marcado por más
de 50 años. “Desangre” lo ha llamado el presidente Juan Manuel Santos y
tiene razón. Datos del informe Basta Ya Colombia: más de 220 mil
personas han muerto (civiles en su mayoría), 27 mil secuestrados, 10 mil
mutilados y casi cinco millones desplazados. ¿Así o más violento?
La
realidad es que ningún gobierno colombiano, incluyendo el de Alvaro
Uribe, ha podido acabar por la fuerza con las guerrillas de las Fuerzas
Armadas Revolucionarias de Colombia. Y las FARC tampoco tienen el poder y
el apoyo popular para ganar militarmente. Así no queda más remedio que
conversar. Y eso es precisamente lo que estaban haciendo ambas partes en
Cuba hasta que las FARC decidieron unilateralmente tomarse una “pausa”
para pensar sus opciones. Pero no hay mucho que pensar. Dichas opciones
son: la paz o nos seguimos matando.
“Es decepcionante darnos
cuenta de la magnitud del abismo entre nosotros”, dijo hace poco Santos.
“Pero es precisamente porque existe ese abismo que estamos
conversando”.
Un abismo aún más profundo existe entre israelíes y
palestinos. Desde antes de la creación del estado de Israel en 1948 ya
se estaban peleando. Por eso resulta alentador que, bajo el auspicio del
nuevo secretario de Estado norteamericano, John Kerry, ambas partes
hayan aceptado iniciar conversaciones de paz.
Muchos han
intentado antes lo que parece ser la negociación internacional más
difícil del planeta. ¿Qué haces cuando dos pueblos reclaman una misma
ciudad, Jerusalén, como capital? ¿Cómo buscas apoyo en la región cuando
muchos países árabes ni siquiera reconocen la existencia del estado de
Israel? La realidad es que israelíes y palestinos comparten historia,
territorio, cultura y no podrán escapar a un futuro común. Son vecinos
que tendrán que verse la cara todos los días. La pregunta es dónde poner
la frontera y cuáles serán las nuevas reglas del juego. Pero está claro
que es imposible que un lado extermine al otro.
Esto me recuerda
una carta de Sigmund Freud. “Los conflictos de intereses entre los
seres humanos se solucionan mediante el recurso de la violencia”, dijo
el fundador del sicoanálisis en una fascinante carta al científico
Albert Einstein en 1932. “Así sucede en todo el reino animal, del cual
el hombre no habría de excluirse”.
Esto sugeriría que los seres
humanos estamos condenados a la guerra. Pero poco después el mismo Freud
nos ofrece una salida. “La violencia es vencida por la unión”, escribe.
Y esta unión se da “cuando los miembros de un grupo humano reconocen
una comunidad de intereses”.
Está claro que el mejor interés de
sirios, colombianos, israelíes y palestinos es vivir sin el temor
constante a ser atacados y reconociendo como iguales a sus antiguos
oponentes. Lo que todos comparten es que no quieren morir en manos del
otro. Y ese es un buen comienzo.
No tengo muchas esperanzas de
que esta fórmula de paz pueda realizarse en Siria mientras Bashar
Al-Assad siga en el poder. Ni siquiera una intervención militar
norteamericana traería la paz a Siria. Pero en cambio sí tengo muchas
esperanzas en los otros dos conflictos.
“¿Hay una manera de
liberar a los seres humanos de la fatalidad de la guerra?” se preguntaba
Einstein en su correo con Freud. Creo que sí. Colombianos, israelíes y
palestinos tienen en sus manos la maravillosa oportunidad de mostrarnos
cómo se sale del abismo…conversando.
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