J.D. Salinger: el escritor invisible
El célebre autor de El Guardián entre el centeno
seguramente se habría disgustado al verse en los medios. J.D. Salinger
falleció en 2010 como un ermitaño, al que apenas nadie había visto desde
que concediera su última entrevista en 1980. Hoy, tres años después de
su desaparición, vuelve a ser noticia porque mañana sale a la venta una
nueva biografía del autor escrita por David Shields y tres días después
se estrena un documental dirigido por Shane Salerno sobre el excéntrico
creador de Holden Caulfield, el antihéroe que durante décadas ha
seducido a millones de jóvenes lectores que han visto en El Guardián entre el centeno una suerte de guía iniciática a la vida adulta.
A
pesar de que Salinger produjo una breve obra y publicó su último libro
en 1965, de inmediato se convirtió en un autor de culto con las
peripecias del rebelde Caulfield. Tanta es la fascinación que ha
generado, que ahora, cuando sus seguidores se habían resignado a releer
Franny y Zoey o Levantad carpinteros la viga maestra,
también se da a conocer que el escritor había dejado instrucciones a
sus herederos para que partir de 2015 se publiquen cinco libros inéditos
que al parecer escribió desde su refugio en Cornish, New Hampshire,
donde pasó la mayor parte del tiempo recluido.
Casi todo en la vida de Salinger se desarrolló como un clásico thriller literario:
autor envuelto en un halo de misterio que, tras alcanzar un inesperado
éxito, decide huir de la fama y de los periodistas que buscan constancia
gráfica de que el padre de Holden Caulfield es un hombre de carne y
hueso y no una entelequia como su propio personaje. Y en su casa,
transformada en un fortín amurallado para guarecerse de los groupies
deseosos de un autógrafo, la existencia de Salinger, que recibía a los
extraños armado con un rifle, es tan singular como su ficción.
Aunque
nunca permitió que se publicaran biografías, Salinger no pudo evitar
que su única hija, Margaret, escribiera unas espinosas memorias sobre su
padre y que una de sus amantes, la escritora Joyce Maynard, revelara
detalles acerca del romance que vivieron cuando ella tenía dieciocho
años y el cincuenta y tres. La diferencia de edad no impidió que ambos
mantuvieran una relación que, según ha relatado Maynard, Salinger cortó
de manera abrupta. Pero Maynard no ha sido la única que ha contado su
accidentado romance con un hombre que podía ser manipulador y cruel. En
los últimos tiempos otras mujeres han revelado la fascinación de
Salinger por las adolescentes ávidas de encontrar un maestro.
Salinger
el escritor era capaz de encender la imaginación del lector como lo
hiciera Herman Hesse, otro autor iniciático. Sin embargo, a medida que
se sabe más de Salinger el individuo, es inevitable sentir cierta grima
porque sus extravagancias rayan en una locura que parece dañar a las
pocas personas que tuvieron contacto con él. Además de jugar a Dios con
sus amantes púberes, Salinger, según su hija, bebía su propia orina, se
sometía a dietas drásticas, coqueteó con la Cienciología y, siguiendo
los consejos de un gurú de la India, por periodos practicaba el
celibato. Cuando murió a los 91 años vivía recluido con su tercera
esposa, una enfermera en la treintena.
En el caso de los
escritores, cuyas obras en muchas ocasiones se convierten en motivo de
inspiración e incluso brújulas para la vida, es frecuente el divorcio
entre el fulgor de la palabra escrita y las miserias cotidianas de quien
la plasma con tanta sabiduría. Nos quedamos con Holden Caulfield. Lo
otro habría sido una autobiografía oscura y sórdida que Salinger eligió
no escribir para resguardar su propio mito.
© Firmas Press
- 23 de enero, 2009
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