El kirchnerismo sólo puede ofrecer más decadencia
Una de las típicas preguntas que nos formulan a los
economistas es la siguiente: ¿Cuáles serían las dos o tres medidas
fundamentales que hay que tomar para salir de la crisis? Es como si los
economistas tuviésemos la solución mágica por la cual, tocando el tipo
de cambio, los subsidios y alguna otra variable, repentinamente se
solucionaran los problemas económicos. Inclusive, colegas economistas
que suelen hablar más como políticos que como economistas, suelen decir
que la situación no es tan grave y que los problemas pueden resolverse
relativamente fácil, afirmando a renglón seguido que hay que bajar la inflación, atraer las inversiones y corregir alguna otra variable.
Mi visión es muy diferente. En primer lugar porque para
poder frenar la inflación hay que dejar de emitir moneda a marcha
forzada como lo viene haciendo el BCRA, y para que el BCRA deje de
emitir a las tasas disparatadas en que lo viene haciendo es inevitable
bajar el gasto público. Es decir, para poder poner orden monetario el
paso previo necesario es restablecer el orden fiscal. Obviamente que lo
que acabo de decir implica ser tildado de neoliberal que quiere el
ajuste, cuando en rigor el ajuste se está haciendo ahora de la peor
manera, licuando los salarios con la inflación, teniendo un nivel de
carga tributaria que ahoga a la gente y con casi nulas inversiones que
impiden crear nuevos y eficientes puestos de trabajo. Hoy la demanda
laboral en la Ciudad de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires se encuentra
por debajo del nivel que tenía en abril del 2002, el peor momento de la
crisis de ese año.
Hay casos en que empleados u operarios prefieren no hacer
horas extras porque eso implicaría aumentar en el escalón de ganancias y
pagar más impuesto que lo que se cobra. En otros términos, trabajar
para ganar más implica terminar cobrando menos que si no se hacen las
horas extras o, si se prefiere, trabajar menos significa ganar más dada
la carga impositiva vigente.
La pregunta es: ¿por qué se ha llegado a tal punto que la
presión impositiva desestimula trabajar más? Porque el Gobierno ha
aumentado tanto el gasto público que necesita recursos aun de los
sectores de menores ingresos.
Basta con ver los balances del BCRA para advertir que el
stock de adelantos transitorios (emisión monetaria para financiar el
gasto público) prácticamente se ha duplicado en un año. Ni una fenomenal
carga impositiva junto con un tsunami de emisión monetaria es
suficiente para financiar el ineficiente y altísimo gasto público que
tenemos.
Corregir el gasto público es necesario para bajar la carga
tributaria y frenar la emisión para contener la inflación implica, entre
otras cosas, frenar el desborde de subsidios a la energía y el
transporte público, lo cual quiere decir aumentar las tarifas en estos
rubros en porcentajes que hoy superan a los del Rodrigazo de 1975. Como
puede verse, no es tan sencillo, desde el punto de vista económico,
corregir las distorsiones económicas.
Algunos políticos y economistas sostienen que el problema
de la inflación se corrige con más inversiones. Pregunto: ¿quién puede
hacer inversiones en un país que no tiene moneda? Sin moneda no hay
posibilidad de hacer cálculo económico, es decir, estimar ingresos y
gastos de un proyecto de inversión para determinar la tasa de
rentabilidad esperada y decidir si se hace o no la inversión. Aclaro que
la moneda tiene que cumplir con dos requisitos: 1) ser ampliamente
aceptada como medio de intercambio y 2) ser reserva de valor. El peso no
es reserva de valor por la emisión que genera el BCRA y por lo tanto no
es moneda, ergo, no hay cálculo económico posible que permita evaluar
inversiones.
Pero hay un paso previo al de tener moneda para que fluyan
las inversiones. Ese paso previo es la calidad institucional. Me refiero
a las normas, códigos, leyes, costumbres que regulan las relaciones
entre los particulares y a las relaciones entre los particulares y el
Estado.
En una sociedad chica, con poca gente, todos se conocen y
se sabe quién es buen pagador y quién no lo es. En una sociedad con
millones de personas, los contratos se hacen entre personas que no se
conocen. Para eso se firman contratos y está el Estado para hacerlos
cumplir. La Justicia determina quién tiene la razón en caso de conflicto
y el Estado, con el monopolio de la fuerza, hace cumplir los contratos
de acuerdo a la sentencia de los jueces.
El problema que tenemos en la Argentina es que quien tiene
que hacer cumplir los contratos es el que los viola (confiscación de
empresas, no respeto por los contratos firmados, aplicar impuestos sin
pasar por el Congreso, etcétera). El Estado, que tiene que otorgar
previsibilidad en las reglas de juego (instituciones) es el que
justamente las cambia tan arbitrariamente que las transforma en
imprevisibles. Sin instituciones eficientes y estables es imposible
atraer inversiones. Nadie va a invertir en una fábrica de hamburguesas
para que luego Moreno no le permita exportar, o no le deje importar
insumos o le regule un precio que le genere quebrantos.
Desde el punto de vista económico la solución al
crecimiento sostenido es más o menos conocido: disciplina monetaria que
requiere de disciplina fiscal. Una carga tributaria que no espante las
inversiones y apertura económica al mundo para ser competitivos. Nadie
invierte si no tiene competencia, y si la economía está cerrada no hay
estímulos para ser competitivos. Vender productos de baja calidad y a
precios altos es más negocio que invertir para ser eficientes. Es decir,
necesitamos hacer exactamente la inversa del modelo de sustitución de
importaciones que pregona el oficialismo. Y, finalmente, eliminar todas
las regulaciones que inhiben la capacidad de innovación de la gente.
Pero el drama es que el kirchnerismo ha destruido por
completo la seguridad jurídica para los inversores, algo que no los
perjudica a ellos porque tienen muchos lugares en el mundo donde
invertir, sino que esa destrucción de la seguridad jurídica afecta a los
sectores de menores ingresos porque al no haber inversiones no
consiguen trabajo ni mejoras salariales basadas en incrementos de la
productividad de la economía.
El mayor destrozo que ha producido el kirchnerismo no es la
fuerte distorsión de precios relativos, la inflación y una carga
tributaria desorbitante. El mayor destrozo lo ha hecho en las
instituciones. En las reglas de juego. En la seguridad jurídica. En el
respeto por los derechos de propiedad.
Esa es la herencia que dejan estos 10 años de kirchnerismo.
El haber arrasado con la condición básica para el crecimiento: la
calidad institucional. Y no está en el espíritu del kirchnerismo
corregir ese problema. Primero porque no cree en esa relación entre
calidad institucional y crecimiento, y segundo porque aunque quisiera
cambiar ya nadie les creería. Por eso el kirchnerismo sólo puede ofrecer
decadencia económica. Porque está en sus genes el desprecio por la
calidad institucional.
Si hoy la gente tiene miedo a perder su trabajo, el salario
no le alcanza para llegar a fin de mes y lo matan con impuestos, lo que
tiene que saber la gente es que la causa última de sus problemas tiene
que ver con esas palabras que parecen tan difusas pero son tan
importantes: calidad institucional..
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