Los nuevos siervos de la gleba
Durante el
Medioevo, por alrededor de siete siglos los siervos de la gleba se vieron
sometidos a una economía de subsistencia, donde el excedente debía ser
entregado al señor feudal. Cuando el señor vendía la tierra, lo hacía junto al
servidor, ya que éste no podía ser echado porque allí tenía su vivienda que
habitaba con su familia. Se entregó protección y derechos mínimos a cambio de
quedar atado a la tierra. Este sistema no permitió la acumulación de capital en
forma de tecnología y sistemas de producción. Si a ello sumamos la aceptación
de una estructura social estamentaria con el poder radicado en la nobleza,
estamos en presencia de un equilibrio estable. Éste se rompió con el
surgimiento de las ciudades, del comercio y de una nueva clase burguesa. Es decir,
terminó con la irrupción de un elemento externo al sistema feudal, que contiene
una propuesta de vida mejor.
En nuestros
días, algunos temores comunes de las personas asalariadas son la pérdida del
trabajo, una enfermedad catastrófica, una vejez desprotegida, la falta de
medios para educar a los hijos y para acceder a una vivienda. El estado
benefactor promete amortiguar estos temores por medio de un conjunto de
“derechos”. A los nuevos siervos de la gleba se les garantizan “seguridades” a
cambio de votar por su nuevo señor. Un reestreno de La Rebelión en la
Granja en versión “light”.
El sustento
ideológico del modelo supone la continua creación de “derechos” denominados
“sociales”. De ahí que se autodenominen “fuerzas progresistas”. El
sistema requiere de una base previa de desarrollo económico y social, ya que no
se puede repartir pobreza. Debe ser, además, financiable a través de impuestos
o de empresas estatales rentables.
Los
progresistas “serios” hacen gran hincapié en la responsabilidad fiscal. En
teoría, de acuerdo a su manual, mientras se mantenga un presupuesto fiscal
equilibrado el estado benefactor será un sistema estable. De ahí que en sus
campañas políticas siempre propongan, unido a nuevas “conquistas sociales”, un
incremento de los impuestos que no afecten a su propia base electoral. “A government with the policy
to rob Peter to pay Paul can be assured of the support of Paul” (George Bernard Shaw).
Pero en
democracia, los o las candidatas progresistas compiten para ser mayoría
subiendo gradualmente la apuesta. El duque de Norfolk responde a Enrique VIII: “Desde
esas tasas, los pañeros, no pudiendo ocupar a muchos de sus obreros, han
despedido a los hiladores, cardadores, bataneros y tejedores, quienes,
incapaces de otro oficio, empujados por el hambre y faltos de otros medios,
haciendo frente a su situación en formas desesperadas, están todos en tumulto,
y el peligro se ha infiltrado entre ellos.”[1] La tasa que
amenazaba con matar la gallina de los huevos de oro era un magro sexto de su
renta.
Si bien el
estado benefactor no siempre mata a la gallina, al menos la dejaría anémica.
En España, después de 2007, el déficit presupuestario se ha disparado en
forma incontenible, amenazando la solvencia y unidad del Estado, ya que ha
entrado en una espiral de recesión y recortes de gasto público. “Para ser
exitosa, una política no solo tiene que estar (bien) diseñada, sino que debe
tener apoyo político y social”, dijo Barroso, Presidente de la Comisión
Europea, sugiriendo que ese apoyo se está perdiendo a marchas forzadas[2].
Los socialistas
se autoproclaman paladines de la solidaridad y de una sociedad constituida por
ciudadanos y no por meros consumidores. Paradójicamente, el estado de bienestar
inocularía la desafección por la polis y un individualismo
deshumanizante. Para superar sus carencias, el hombre debe aportar sus
talentos colaborando y trabajando con los demás. Así, saliendo de la “cárcel
del yo”, puede dejar atrás los miedos, la soledad y la pobreza de cualquier
tipo. No obstante, en un estado de bienestar lo único que éste requeriría es
marcar la mejor oferta dentro de una papeleta de votación.
Corría el año
2003 cuando París conoció la mayor ola de calor que se recuerde. Numerosas
personas mayores fallecieron mientras permanecían en sus departamentos,
generando preocupaciones sobre la higiene y el olor de las ciudades. “Hay
muchos ancianos solos en las grandes ciudades en Agosto”, sostuvo la
portavoz del ministerio de salud, Laurence Danand[3]. El sistema de bienestar dotó
a esta generación de casa, pensión digna y seguro de salud, pero a la vez los
“condenó” a vivir y a morir en soledad, mientras sus hijos gozaban de
“merecidas vacaciones”.
El estado
benefactor pareciera erosionar la productividad de las personas, incrementando
artificialmente el valor del ocio y del consumo presente. Reflejos de ello
serían el alto endeudamiento de los jóvenes profesionales chilenos[4] y las altísimas tasas de
deserción de los sistemas universitarios gratuitos, en Argentina y España. “Una
generación de eternos estudiantes desempleados que ya no aprendió a trabajar”,
sentenciaba un joven inmigrante español. A diferencia de sus antepasados, hoy
relativamente pocos se estarían aventurando “a la conquista de América”.
Entre 1924 y
1939, precedido por una severa crisis financiera, los regímenes democráticos en
Europa se redujeron de 24 a 11. El colapso de la democracia se insinúa con la
fragmentación de partidos o de naciones, y con la aparición de grupos
no-sistémicos, que hoy en día cuentan para coordinarse con las redes sociales. “The writing’s on the Wall”
del Facebook del nuevo anárquico. Es urgente, en nuestras democracias, convencer a los ciudadanos haciendo
buena política, es decir sumando a las mejores ideas un excelente discurso.
El Estado debe
ayudar a las personas antes de que éstas no puedan ayudarse a sí mismas,
incentivando la creación de miles de iniciativas de ayuda por medio de
incentivos fiscales a las donaciones. El falso estado benefactor es una droga
adictiva que desvirtúa la libertad, y que por ello degrada la productividad de
las naciones.
[1] Shakespeare, William –
Londres, 1623: “The Famous History of the Life of Henry the Eight”,
Acto I, escena II. [Londres 1623]
[2] https://www.lt10digital.com.ar/noticia/idnot/173340/idreg/1/bruselasdaaespanadosanosmasparaeldeficit.html
[3] https://wvw.nacion.com/ln_ee/2003/agosto/14/calor.html
[4] https://spanish.xinhuanet.com/economia/2013-08/29/c_132671968.htm
https://fernandezcecilia.wordpress.com
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