¿Qué significarán las elecciones alemanas para Iberoamérica?
Sólo con cierta miopía podría asumirse que el sonoro triunfo, ayer, de Angela Merkel en las elecciones federales alemanas
, asegurándose su tercer gobierno consecutivo de cuatro años, no tendrá
repercusiones en Iberoamérica o que siendo un país tan lejano
geográficamente a la región, poco importa. Por supuesto que el primer
impacto lo tendrá en España, de allí el ánimo victimista muy a lo
latinoamericano que expresaron en su primera reacción tantos políticos y
analistas españoles, como si Merkel, con su política de austeridad a
toda prueba, fuera un monstruo por no querer asumir más cargas ajenas
tras el gasto manirroto de los políticos y “estadistas” de España y en
general, de la Europa del sur durante tantos años.
Los resultados
electorales rubricaron el enorme respaldo del electorado alemán a Merkel,
que estuvo a unos escaños de convertirse en el primer mandatario alemán
en obtener la mayoría absoluta desde 1957, y es el primer mandatario
europeo en ejercicio en el último lustro en resistir la peor crisis
económica desde la II Guerra Mundial, que antes de su triunfo, se llevó
por delante a una veintena de Ejecutivos en Europa. En tal sentido, “continuidad” será la palabra a escuchar en los próximos meses para caracterizar a las políticas alemanas al afrontar la crisis económica en la zona euro y, específicamente, en su relación con el gobierno Rajoy.
Con un desempleo en sus niveles más bajos en 20 años, con una
economía en crecimiento y un bajo endeudamiento público, pese a la
crisis internacional y a la caída de las exportaciones germanas, el gobierno de Merkel puede presumir de haber hecho competentemente sus deberes, en comparación a otros gobiernos que antes se presentaban como alternativas a la austeridad de Merkel, como los de Dilma Rousseff y de Cristina Fernández, y que hoy se enfangan día a día en medio de malas decisiones y un horizonte nebuloso.
El buen récord del gobierno de Merkel y de su partido, la CDU, sea
quien sea el nuevo socio de la coalición gobernante en Alemania, pero
también, los buenos resultados que comienza a cosechar el gobierno de Rajoy a punta de reformas y sacrificios sociales, harán muy difícil, prácticamente imposible, cualquier tipo de ayudas o de flexibilización en las políticas promovidas por Alemania en el seno de la Unión Europea, como su negativa a la mutualización de las deudas.
En la relación con América Latina la situación sí podrá variar, gradualmente. Conviene observar que hoy la relación entre Alemania y Latinoamérica es la mejor en mucho tiempo.
Hasta diciembre de 2010, Alemania había duplicado desde 2001 sus
inversiones en la región, y las empresas y filiales alemanas tenían
83.300 millones de dólares en proyectos en América Latina y el Caribe,
lo que convierte a Alemania en el tercer inversor en la región, después
de Estados Unidos y España. Casi un 70% de esas inversiones se
concentran en Brasil, con un 39,2%, y en México, con 30,0%. A mucha
distancia sigue Argentina, con un 3,4%. El interés empresarial alemán sobre la región continúa en la actualidad y se ha venido diversificando, pero sin perder su nota distintiva de concentrarse y apoyar el desarrollo industrial y tecnológico.
En este escenario, la salida de los liberales del FDP de la coalición
de Merkel, tras la confirmación de que no podrá acceder al parlamento
alemán, significará una fuerte pérdida para la región. De un tiempo a
acá, América Latina ha dejado de ser una prioridad para muchos, para Europa entre ellos. Una excepción fue Alemania, donde el Ministerio de Exteriores, en manos de los liberales, se ocupó de reformular una nueva política alemana para la región, llamada “Estrategia para América Latina”, con el objeto de dar al subcontinente una “posición privilegiada”
y entablar relaciones “en igualdad de condiciones”, al involucrar a los
latinoamericanos en los grandes temas globales y convencerles de que
podían ser actores importantes y también prósperos. En contraste,
repárese que la atención de la propia Angela Markel a la región fue esporádica y más bien distante.
El poco avance en temas comerciales con Sudamérica, llevó nuevamente al
ministerio de Relaciones Exteriores alemán, y al ministro Guido
Westerwelle, el principal promotor de la iniciativa, a reformular su
estrategia, y concentrarse en fortalecer las alianzas políticas, comerciales y culturales con los países emergentes de la región, especialmente Brasil y México, y esporádicamente con otros, como Colombia o Chile.
El trecho andado en las relaciones de Alemania con sus socios
latinoamericanos si bien no corre el riesgo de desandarse, sí tendrá
nuevas prioridades y actores.
El peor resultado de los liberales alemanes en toda su historia, trae como consecuencia que por primera vez desde 1949, el FDP no estará representado en el Bundestag,
merced a las divisiones internas, a la imposibilidad de concretar sus
principales tesis en el cogobierno con la CDU y a no lograr transmitir
al electorado que los buenos resultados actuales también son parte
legítima del legado del FDP, no sólo de la CDU. Esto significará que
Merkel podría estar obligada, al no alcanzar la mayoría por sí misma, a
buscar nuevos aliados como ya se dijo. Un gobierno de minoría en
Alemania es posible, pero no hay una tradición en ese sentido. Así que Merkel y su partido han indicado que intentará formar una coalición para
asegurarse la estabilidad y un apoyo seguro a la hora de presentar
proyectos económicos importantes y enfrentar las tareas pendientes en la
crisis del euro, una coalición que obligadamente tendrá que ser de izquierda,
con los socialdemócratas del SPD (a quienes ya tuvo de socios en su
primer gobierno) o, en segundo término, con Los Verdes, lo que podría
implicar una mirada más indulgente hacia gobiernos como los de
Venezuela, Argentina o Cuba.
De concretarse un gobierno de coalición (hay cierta posibilidad de
que si fallan las negociaciones, se podría convocar a comicios
adelantados, con una oposición en condiciones de extremo decaimiento, y
donde Merkel podría salir fortalecida), tanto el SPD como Los Verdes
tendrían que negociar su incorporación desde una posición de debilidad,
pero con cierto poder de imponerse en las políticas futuras del país, lo
que podría significar que temas como los derechos humanos o el
fortalecimiento del estado de derecho y de las instituciones
democráticas en Latinoamérica, adquieran menor protagonismo en la
relación y menor interés para el gobierno alemán. En su lugar, podrían introducirse otros temas en la relación, de corte “social”, que
como los latinoamericanos hemos visto, han sido la cortada del
populismo para, a cambio de improbables beneficios sociales futuros,
desfigurar las instituciones democráticas y perpetuarse en el poder.
El creciente protagonismo de China en el área,
también implicará una gradual menor presencia de Alemania en la región,
básicamente porque a muchos gobiernos sudamericanos les resultan más
atractivo los grandes préstamos chinos a cambio de recursos naturales.
En un posible escenario de disminución de los precios de las materias
primas, atraer y conservar la atención de los mandamases chinos
resultará vital para muchos gobiernos latinoamericanos. Para ellos,
Alemania significa y seguirá significando entre poco y nada. Para otros,
el aporte alemán seguirá siendo importante, con nuevos matices, actores
y temas, de modo que hasta en lo concerniente a las derivaciones de las
elecciones germanas de este domingo, podremos constatar esa América
Latina cada vez más segmentada en dos velocidades y estrategias
opuestas, quizá poco a poco irreconciliables.
- 28 de diciembre, 2009
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