El peaje de Fidel
Una doctora cubana atiende a una paciente en una clínica de una zona pobre de Brasilia.
Rafael Correa ha resuelto contratar mil médicos
cubanos, en los que invertirá 30 millones de dólares anuales, pese a las
protestas de los médicos ecuatorianos, hecho éste que al autoritario
presidente del Ecuador lo tiene muy sin cuidado. Lo que sí sorprende de
esta decisión es que contradice un poco la conducta de Correa: es
autoritario, ha acabado con la libertad de prensa y la separación de
poderes, en las elecciones abusa desafiantemente de su cargo y de los
recursos del estado y ni respeta los derechos indígenas, pero no es
tonto y en general no comete actos que notoriamente perjudiquen a su
país.
En esta operación, empero, trae médicos de mediocre formación y
por cierto no mejor, por no decir peor, que la de los colegas
ecuatorianos, entre los cuales, además, crea desocupación. A razón de
2,500 dólares per cápita, le saldría mucho más barato y con mejores
resultados invertir eso en los médicos locales.
¿Lo hará para
imitar a Chávez, Dilma Rousseff, José Mujica, y algunos otros
mandatarios progresistas que han puesto en marcha o anunciado proyectos
similares de importación de médicos u oftalmólogos cubanos? Y que lo
hacen en todos los casos a despecho de la protesta de los facultativos
nacionales, no solo por el problema ocupacional sino por el nivel del
producto importado, en caso muy por debajo del nacional, a lo que se
suma la mala decisión económica.
En teoría el gran negocio es para
los médicos cubanos: con un salario de 2,500 dólares bailan en una
pata. Pero no es tan así: la plata, esos millones, no van para los
médicos sino que son para el gobierno de Cuba y éste es el que después
les paga un sueldito a sus exportados. Los Castro son los que hacen el
negocio: reciben una millonada de dólares, de los cuales sacan un
pequeño porcentaje para los suelditos, y se quitan mil funcionarios de
encima, con poco para hacer, sobre todo por la falta de material e
insumos, y los que significan un costo y, sin duda, a la larga, un foco
inflamable.
Para los médicos cubanos, de todas formas, no
constituye un castigo sino todo lo contrario. Escapan de la isla, de su
opresión, represión, escaseces y racionamiento y tienen un trabajo y en
general aseguradas algunas extras como casa, comida y otras prebendas,
como pasa por ejemplo en Venezuela.
Pero la real explicación es
que todo eso se trata de una de las formas de peaje que hay que pagar
para recibir la bendición de Fidel. Esto es, para obtener la credencial
de izquierdista. Una especie de tarjeta o pase libre que permite
cualquier tipo de avasallamiento de las libertades y derechos de los
ciudadanos, pero santificados por el progresismo de izquierda. Con ese
carnet se puede violar la constitución, permanecer en el poder por largo
tiempo, manejar elecciones “libres” aprobadas por la Carta Democrática
Iberoamericana e Insulza, acabar con la prensa independiente y opositora
y con la disidencia, y otro tipo de atropellos sin que haya protestas
internacionales ni condenas de organismos.
“Si Alberto Fujimori,
en los hechos un precursor de los actuales regímenes populistas,
progresistas y bolivarianos, hubiera tomado esa prevención –la de
pagarle el peaje a Fidel y obtener el pase libre y el carnet de
izquierdista– hoy no estaría en la cárcel, sino en la casa de gobierno,
seguramente con Vladimiro Montesinos sentado a su diestra”. Esto fue lo
que me dijo un muy respetable dirigente de izquierda conocido a quien le
pedí que me explicara esa contradicción de no condenar lo que ocurre en
Cuba flagrantemente y sí hacerlo en otras partes del mundo y no solo
del mundo occidental y democrático.
Entenderlo es muy fácil me
dijo: “Si apoyas a Cuba y eres fidelista, eres un hombre de izquierda;
si no, eres de derecha y hasta fascista. Y si además el que te da el
título es el propio Fidel, ya no hay más discusión”.
“Ahora
–agregó– hay que entender que Cuba pasa por necesidades serias, que los
Castro no pueden ocuparse de todo, y hay que ayudarles económicamente,
lo que en definitiva se carga al rubro solidaridad socialista”.
“Cuanto
más solidaridad, mejor la categoría de la tarjeta que se recibe: a
Chávez, por ejemplo le debe haber tocado una platino superior y de
lujo”, finalizó su explicación con sarcasmo algo masoquista.
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