La admiración de las dictaduras latinoamericanas por China
La penetración china en America Latina está siendo incontenible. El
gobierno de Pekín está comprando, más que socios, mandaderos en América
Latina: Es lo que ha venido haciendo con gobiernos como los de Venezuela y Ecuador,
contratando de manera anticipada parte de su producción petrolera a
cambio de préstamos que, por el desorden de sus economías y
administraciones, no podrían conseguir en los mercados internacionales. Hasta aquellos gobiernos que tienen poco o nada que vender o comprar, son importantes para China, como sucede con Nicaragua y su proyecto de Gran Canal Interoceánico.
Al respecto, el interés de China es lo que explica el comportamiento de
“riesgo moral” del gobierno sandinista, y sustenta su política
expansionista para con sus vecinos.
Hasta un régimen como el de La Habana, tan admirado por la izquierda
latinoamericana de todas las graduaciones, ha venido cediendo al
creciente prestigio chino. Ante el cada vez más cercano estado terminal de su economía, La Habana sueña e intenta copiar las claves del éxito económico chino, desde la creación de zonas especiales económicas, como la de Mariel, hasta la creciente entrada de capitales extranjeros en la isla, pasando por la actualización de los controles castristas a Internet, un área que hasta ahora no había significado un gran interés para el estado policiaco cubano.
No es extraño que las dictaduras admiren y quieran emular a otra
dictadura que ha sobrevivido más que satisfactoriamente (así sea cerrando los ojos a sus crecientes dificultades).
El verdadero problema resulta cuando una democracia empieza a dar
muestras de querer seguir el camino de la dictadura. Esa pareciera ser
la apuesta de la presidenta Dilma Rousseff y su reciente proyecto de “regular” (censurar, intervenir, estatizar) Internet.
Aunque se cite reiteradamente a la presidenta Rousseff con su
afirmación de que “Incluso cuando puedan existir exageraciones, y
nosotros sabemos que existen en todas las áreas, y existen en esta
específica de la información, es siempre preferible el ruido de la prensa al silencio de la tumba de las dictaduras”,
la verdad es que el anhelo de controlar a la prensa, y por ende a
Internet, es ya viejo en el gobierno brasileño. Al respecto, se
recuerdan las críticas sumarias del presidente Lula a la prensa brasileña y también el proyecto electoral del PT (el partido de Lula y Rousseff) durante la campaña presidencial de 2010, de imponer una regulación exhaustiva a los medios de comunicación. O bien, el triste récord del gobierno Rousseff de ser el gobierno latinoamericano que mayor información sobre sus usuarios pide a empresas como Google, Facebook y Twitter, solicitudes que no necesariamente implican un espionaje sobre sus ciudadanos, pero podrían serlo.
En tal sentido, el proyecto Rousseff para el control de Internet puede terminar pareciéndose más a las restricciones y censuras de China y de otros países semejantes que a un proyecto de “Internet neutral”.
Al respecto, no deja de ser una paradoja o más bien, un engaño, el
quejarse de que un estado intervenga en la red y que la solución
ofrecida sea, precisamente, mayor intervención estatal.
Cuando los valores de los representantes de una democracia comienzan
peligrosamente a coincidir con los de una dictadura, probablemente el
declive y mutación de dicha democracia ha comenzado y sus ciudadanos
debieran estar seriamente preocupados por lo que les espera. De allí que
la penetración de China en la región tenga más allá de unas debatibles consecuencias económicas, unos nocivos efectos de modelaje político y de letargo de las virtudes de una sociedad libre.
El verdadero “Sueño chino” para las dictaduras latinoamericanas (y al
parecer para varios “demócratas”) no es del crecimiento económico
exponencial, presuntamente interminable, basado en un aparente
“capitalismo de estado”, sino el del mantenimiento prolongado e
indisputado del poder, sin derechos políticos ni humanos para su
población, y para beneficio fundamental de la pequeña camarilla en el
gobierno y sus aliados.
- 28 de diciembre, 2009
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