Caída libre en Venezuela
Pareciera que el presidente venezolano Nicolás
Maduro lleva años en el poder, sin embargo hace sólo seis meses que
ocupa el Palacio de Miraflores. Seguramente fue un mal augurio su
triunfo en unas elecciones generales cuyos resultados todavía hoy la
oposición, con Henrique Capriles al frente, no reconoce por
considerarlas fraudulentas. Lo cierto es que, a pesar de contar con toda
la maquinaria oficialista que el desaparecido gobernante Hugo Chávez
dejó en marcha para apuntalar a su sucesor, a Maduro se le está haciendo
cuesta arriba gobernar un país que va a la deriva.
Cuando faltan dos
meses para la celebración de las elecciones municipales, el gobierno
chavista se enfrenta a un acelerado desgaste por una carestía económica
agravada por el índice de inflación más alto de Latinoamérica; el crimen
rampante que ha convertido a Caracas en una de las capitales más
peligrosas del mundo; las señales que apuntan a un narco Estado
controlado por una clase militar que podría estar vinculada a los
cargamentos de droga que están llegando a Europa. En concreto, en las
últimas semanas han sido incautadas en Francia importantes cantidades de
cocaína que fueron introducidas en el país galo por avión y por barco
en dos incidentes distintos. Como cabía esperar, Maduro ha culpado al
gobierno de Estados Unidos de estar detrás de una supuesta conspiración
para desestabilizar la revolución bolivariana.
Aunque el
presidente venezolano continúa sus encendidas diatribas contra
Washington y busca apoyos entre sus aliados, aglutinados bajo el signo
de la revolución del siglo XXI que Chávez procuró exportar a lo largo de
sus catorce años de mandato, es evidente que la fugaz estrella de
Maduro se apaga. No acudió a la reunión de la Asamblea General de
Naciones Unidas con la excusa, cómo no, de que la administración Obama
tenía intención de sabotear su viaje a Nueva York. Pero su ausencia
pareció más un montaje mediático, con el objeto de llamar la atención
sin verse obligado a aparecer en una tribuna, la de la ONU, que le
provoca miedo escénico a un líder que no tiene la vocación de showman de
su predecesor.
En cuanto a la Cumbre Iberoamericana que se acaba
de celebrar en Panamá, ni Maduro ni algunos de sus socios del bloque
del ALBA se han asomado a una reunión en la que la presencia de la
delegación cubana, desprovista, también, de los happenings de Fidel
Castro, ya sólo es un triste recordatorio de que en medio de la
modernidad todavía quedan reductos de parques jurásicos.
Tampoco
tiene muchos motivos Maduro para andarse paseando por el mundo cuando en
su país la realidad social se resquebraja sin remedio, bajo un modelo
político que toca fondo y que apenas puede vivir de las rentas de un
difunto elevado a deidad. Es posible que el chavismo sin Chávez se
prolongue en el tiempo, pero el experimento está tan muerto como su
creador. El descenso de Nicolás Maduro es en caída libre.
© Firmas Press
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