Cuba y las dos monedas

El gobierno de Raúl Castro ha declarado su
intención de terminar gradualmente con la dualidad monetaria. Estupendo.
Mientras más rápido desaparezca esa cruel anomalía, tanto mejor. La
estafa, comenzada en 1994, ha durado demasiado.
En la Isla hay dos
monedas. Una es el peso o CUT, carente de valor adquisitivo, con el que
les pagan a los trabajadores. La otra es el CUC, o peso convertible,
equivalente (más o menos) al dólar, en el que les venden a precios
internacionales todo lo que es deseable comprar.
Pese a que,
oficialmente, el peso regular y el convertible tienen el mismo valor, en
realidad los CUC se cambian por 24 CUT. Razón por la que el salario
promedio de los cubanos sea uno de los más bajos del planeta. Oscila
entre 10 y 20 dólares al mes.
Sin embargo, el fin de la dualidad
monetaria no acabará con los quebrantos económicos de la Isla. Todo lo
que conseguirá es hacer más transparente el desastre. Mientras más se
sincere la economía más obvias serán sus falencias. Entendámoslo: esa
detestable trampa no es el problema. Es sólo el reflejo de un gravísimo
mar de fondo: la improductividad tremenda del sistema.
La moneda
cubana es la expresión fiel de la economía. Es una birria, porque el
colectivismo planificado por los comisarios, basado en las
supersticiones del marxismo-leninismo, provoca que la producción y la
productividad de los cubanos sean bajísimas. (“Es el sistema, estúpido”,
diría James Carville).
Mientras existió el patrón oro, cualquier
moneda que tuviera el respaldo de ese metal y admitiera la libre
convertibilidad, como sucedía con el peso cubano hasta el triunfo de la
revolución, era respetable. Cuando se abandonó el patrón oro, las
monedas sólo quedaron amparadas por la solvencia, la estabilidad y el
carácter predecible de la sociedad que las imprimía.
De ahí la
despreciable insignificancia del peso cubano. De ahí, también, por la
otra punta, la supremacía del dólar americano, pero también, en menor
medida, del euro, el yen o la libra esterlina. Incluso, del franco
suizo, con los escasos ocho millones de habitantes con que cuenta el
pequeño país. La imponente productividad de la nación alpina y la
fortaleza de sus instituciones convierten al franco suizo en una
moneda-refugio ante cualquier turbulencia económica internacional. Cada
vez que tiemblan las rodillas los expertos compran francos suizos.
¿Qué
puede hacer Raúl Castro para, realmente, enderezar la economía cubana?
Sin duda, enterrar ese disparatado modo de producir y organizar la
sociedad. El sistema no es enmendable. Gorbachov, quien también trató de
salvar el comunismo, acabó por admitir que no era posible, como sucedió
en prácticamente toda Europa oriental.
¿Por qué Raúl Castro no
lo hace? Supongo que, al menos, por tres razones: por confusas
convicciones ideológicas que no ha conseguido sacudirse; por aferrarse
al poder; y (la de más peso), por ser emocionalmente incapaz de aceptar
que se ha pasado ochenta años defendiendo ideas equivocadas. Debe ser
muy duro admitir que la obra de toda la vida es un perfecto disparate
que ha generado un daño inmenso.
Por supuesto, el fin del
comunismo entrañaría la liquidación política de la casta dominante en
Cuba, pero si Raúl Castro quisiera, realmente, que ese pobre país
comenzara a producir como Dios manda, y los cubanos pudieran vivir
decentemente, como asegura que son sus intenciones, no le quedaría más
remedio que renunciar totalmente al error colectivista, admitir las
libertades democráticas, y regresar a la existencia de la propiedad
privada como principal agente económico y al mercado como forma de
asignar recursos, aunque tenga que liquidar el frondoso berenjenal en
que su hermano Fidel, irresponsablemente, internó a los cubanos.
Mientras
los fundamentos del comunismo persistan, aunque hoy estén mitigados por
algunas reformas laterales, da más o menos igual que haya una moneda o
cuatro. El país seguirá patas arriba y los cubanos continuarán
desesperados tratando de huir. El mal está en otra parte. A ver si se
entera.
El autor es periodista y escritor. Su último libro es la novela Otra vez adiós.
© Firmas Press
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