Historia de un beso
Son dos imágenes muy distintas del acto de besarse: en el famoso cuadro de René Magritte Los Amantes un hombre y una mujer se besan ocultos por velos que no permiten ver sus rostros. En cambio en otra pintura no menos famosa, El Beso, del austriaco Gustav Klimt, una pareja se besa apasionadamente.
Magritte,
una de las principales figuras del surrealismo, refleja todas las
trabas emocionales que pueden aflorar en un simple beso. Los arneses del
subconsciente que frenan el amor. Por otro lado, la incandescencia
dorada de los amantes de Klimt muestra las puertas hacia el infinito que
puede abrir un delicado beso.
Bien, un estudio realizado
recientemente por investigadores de la universidad de Oxford les da la
razón a estos dos artistas que incursionaron en el hondo misterio de los
besos. El experimento se condujo en Estados Unidos y Europa con casi
600 mujeres y unos 300 hombres entre 18 a 63 años. Se trataba de evaluar
la importancia del beso en el desarrollo de las relaciones, y los
resultados sorprendieron a los sicólogos que buscaban respuestas a lo
que apuntala un romance.
Resulta ser que el beso es más
determinante que las relaciones sexuales en la consolidación de la
pareja. Es más, de acuerdo a este estudio esos primeros besos que se
producen en la fase del cortejo entre dos personas que se atraen, son el
termómetro de un vínculo que puede ser duradero o una aventura que no
irá a más porque los besos no la sostienen.
Contrario a lo que
podría deducirse, la investigación también establece que el beso no
suele vivirse necesariamente como el preámbulo al sexo. Al parecer,
cuando nos besamos por primera vez se liberan feromonas y se producen
movimientos cerebrales que sirven a las personas como hoja de ruta
primaria para identificar la posibilidad de una relación sólida. Y en
las relaciones establecidas se le da más importancia a los besos que al
coito como expresión de la intimidad y la armonía en la convivencia.
Es
evidente que nadie toma a la ligera los besos de la aproximación y del
tanteo cuando surge la atracción. No es algo estudiado, sino grabado en
la impronta del instinto para encontrar la pareja ideal. La que mejor se
acople a cada uno. De ahí que en muchas ocasiones un simple beso puede
abortar un romance incipiente o darle alas.
Tal vez sin
proponérselo, Magritte y Klimt interpretaron los dos extremos del beso:
el hombre y la mujer que no pueden vencer las barreras, condenados al
desencuentro en la frontera de un tupido velo que los distancia
irremediablemente. O la pareja abandonada en el éxtasis del beso más
perfecto, embarcada en las avenidas infinitas del amor que brota de los
labios que se juntan para no separarse. Ambos pintores captaron el
desenlace que puede tener un beso: el romance abocado a la
incomunicación y el fracaso. O la historia de amor plena que se vive
hasta al final y con todas sus consecuencias.
El estudio de la
universidad de Oxford pone en perspectiva cada uno de los besos que
nacen de la ilusión de dos personas que podrían enamorarse. En un beso
nos jugamos el amor. Que no es poca cosa.
© Firmas Press
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