Golpe a la paz en Colombia
Tras entrevistar al ex presidente colombiano Álvaro Uribe la semana pasada poco después de que el gobierno de Colombia anunció que había desarticulado un plan guerrillero de las FARC para asesinarlo, salí más pesimista que antes sobre las posibilidades de éxito de las actuales conversaciones de paz con los rebeldes.
El plan de las FARC para matar a Uribe —el más popular líder de la oposición y candidato a senador en las elecciones del año próximo— plantea grandes interrogantes sobre la buena fe de los rebeldes, y sobre su capacidad de implementar un posible acuerdo de paz.
Según el gobierno del presidente colombiano Juan Manuel Santos, el autor intelectual del plan de asesinar a Uribe fue “El Paisa”, un ex miembro del cartel de Medellín que ahora encabeza el Frente Teófilo Forero de las FARC.
Pero la pregunta clave es si el Frente Teófilo Forero actuó aisladamente, o con el conocimiento del comando general de las FARC que está negociando la paz en Cuba con el gobierno de Santos. Si se comprobara esto último, aumentarían las presiones para que el gobierno colombiano cancele las conversaciones de paz.
Cuando le pregunté eso a Uribe, un duro crítico de las conversaciones de paz, sugirió —sin llegar a decirlo— que el liderazgo de las FARC tenía que estar al tanto del plan para asesinarlo. Las FARC son una organización "articulada" y “jerárquica”, me dijo Uribe, sin entrar en detalles sobre este caso en particular.
Uribe citó otras razones por las que se opone a las negociaciones de paz con los rebeldes, que según dijo, son responsables de más de 30,000 secuestros y miles de asesinatos.
“Mire, las FARC llenan titulares de la prensa internacional hablando de paz, (pero) en el último fin de semana secuestraron los pasajeros de 200 vehículos…y asesinaron cuatro policías. ¿Qué ciudadanía del mundo acepta que su gobierno negocie con el terrorismo, y en el curso de esas negociaciones el terrorismo asesine a sus soldados y policías?", preguntó.
Asimismo, Uribe atacó lo que describió como una oferta del gobierno colombiano para que los dirigentes de las FARC no vayan a la cárcel, y puedan presentarse como candidatos para el congreso.
“La impunidad es la madre de nuevas violencias", me dijo Uribe. "La historia de Colombia lo ha demostrado".
¿Pero acaso todos los procesos de paz no acaban con algún tipo de perdón?, le pregunté. ¿No es eso lo que ocurrió en Sudáfrica, Nicaragua, El Salvador y en tantos otros países que sufrieron conflictos armados?
“No se puede comparar el terrorismo de las FARC en Colombia con lo ocurrido en Sudáfrica o en Centroamérica”, respondió Uribe.
Mientras que en Sudáfrica el ex líder de la oposición Nelson Mandela combatía contra el régimen del apartheid, y los rebeldes de Centroamérica luchaban contra dictaduras o casi-dictaduras, en Colombia los terroristas de las FARC "han estado luchando contra una democracia respetable”, argumentó.
¿Pero acaso él mismo, cuando era presidente, no había ofrecido a los rebeldes de las FARC clemencia y representación política?, le pregunté.
“Yo nunca ofrecí impunidad”, respondió, agregando que había ofrecido a los rebeldes reducción de sentencias, pero no impunidad. "Este gobierno (el de Santos) ha ofrecido impunidad y ha permitido la legitimidad política de personas que incurrieron en atrocidades. Hay una gran diferencia", agregó.
¿Pero eso no ha ocurrido en todas partes?, insistí. Los ex guerrilleros del M19 colombiano están ahora en el Congreso, y los actuales presidentes de Brasil y de Uruguay son ex guerrilleros, añadí.
“La actual presidenta de Brasil fue guerrillera contra una dictadura militar”, y algo similar ocurrió en Uruguay, respondió Uribe. “Pero en Colombia hemos tenido desde hace años una democracia respetable”.
Mi opinión: aunque no comparto la oposición absoluta de Uribe a las actuales conversaciones de paz de Colombia, el nuevo plan de las FARC para matar a Uribe me genera un cada vez mayor escepticismo de que se logre un acuerdo de paz significativo.
Si Uribe está en lo cierto y las FARC son una organización “jerárquica”, y el Frente Teófilo Forero actuaba con conocimiento del comando general de las FARC, eso implica que los rebeldes no están negociando de buena fe, sino siguiendo una estrategia de "combate en todos los frentes" para ganar posiciones tanto por la paz como por la violencia.
Y si Uribe está equivocado y el Frente Teófilo Forero actuaba independientemente, sin conocimiento del liderazgo de las FARC, la situación es igualmente mala. ¿Qué sentido tiene negociar con la dirigencia de las FARC, si no puede controlar a sus combatientes?
Lo más probable es que Santos firme con las FARC un papel que ambas partes denominarán un "acuerdo de paz". Pero —y ojalá me equivoque— es muy improbable que ese documento termine con la violencia narco-terrorista de Colombia.
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