Amenaza de turbulencia tras las elecciones en Honduras
The Wall Street Journal Americas
El presidente Obama ha declarado de manera unilateral que partes de la Ley de cuidado de salud a bajo precio (ACA, por sus siglas en inglés) no tendrán que ser implementadas. Pero la ACA es "ley", según él mismo. La Constitución de Estados Unidos no le da el poder de modificarla por decreto.
Obama, ex profesor de derecho, está consciente de esto. Pero parece creer que expandir sus poderes más allá de los límites constitucionales está justificado, ya que el alivio que decretó fue bien recibido. Esa forma de pensar pone en peligro la libertad, y no solo en EE.UU.
En 2009, surgió una pista inicial de la actitud despreocupada del gobierno de Obama hacia la ley, con su decisión de respaldar el intento de toma de poder a la fuerza de un demagogo populista en Honduras. Tras las elecciones presidenciales del domingo en ese país, se espera que la turbulencia se intensifique. Buena parte de ella habrá sido generada por EE.UU.
En 2009, el entonces presidente hondureño Manuel Zelaya, del Partido Liberal, quería extender el periodo de su presidencia. La Constitución hondureña, redactada para proteger la nación de dictaduras, prohíbe expresamente al ejecutivo incluso plantear el tema de la reelección. Pero Zelaya, que había estado aprendiendo de otros tiranos electos, como Hugo Chávez, pensó que podía esquivar la ley al convocar un plebiscito. Cuando Zelaya se topó con la resistencia institucional, instigó una turba en las calles.
Esto hizo que la Corte Suprema de Justicia hondureña emitiera una orden de captura contra el Presidente. El ejército acató la orden y deportó a Zelaya a Costa Rica con el argumento de que un encarcelamiento en Honduras generaría malestar y resultaría en pérdidas de vidas. La legalidad de la deportación era debatible, pero su expulsión del poder no.
El gobierno de Obama intentó obligar a Honduras a violar su Constitución y restituir a Zelaya como presidente. Todas las instituciones del país se negaron.
Esta crisis sigue siendo un momento inusual en la historia centroamericana, donde un presidente estadounidense se unió a Fidel Castro y sus aliados en un intento de intimidar a tres poderes legítimos de un gobierno amigo. Hillary Clinton, entonces secretaría de Estado de EE.UU., incluso despojó a los miembros de la Corte Suprema de Justicia de Honduras de sus visas estadounidenses. Igual de inusual, la ley prevaleció.
Sin embargo, el acoso de Washington dejó secuelas. El nuevo presidente electo, Porfirio "Pepe" Lobo, del Partido Nacional, estaba muy consciente de que Honduras había caído en desgracia frente a EE.UU. y ante otros gobiernos izquierdistas en la región, así que se dispuso a tranquilizarlos. Una de sus decisiones más controvertidas fue otorgar amnistía a Zelaya, que debió haber sido enjuiciado por sus delitos graves y menores.
Al cierre de esta edición, no se conocían los resultados de los comicios del domingo. Pero independientemente del resultado, Honduras sigue enfrentando la amenaza de una desestabilización por parte de los grupos a favor de Zelaya.
Hubo ocho candidatos presidenciales en esta contienda. Las encuestas sugerían resultados reñidos entre los tres en la delantera.
Se preveía que el voto de los conservadores que apoyan el libre mercado se dividiera entre Mauricio Villeda, el candidato del Partido Liberal, y Juan Orlando Hernández, del PN y presidente del Congreso. El tercer contendiente serio era Xiomara Castro Zelaya, esposa del ex presidente derrocado. La ex primera dama es una populista de extrema izquierda que elogia la filosofía pro Caracas de su esposo, y que prometió en su campaña terminar lo que su esposo no logró: rescribir la Constitución del país.
La lista de los seguidores de la esposa de Zelaya está compuesta por los personajes más prominentes de la antidemocrática Revolución Bolivariana. Esto deja pocas dudas de que la carta magna sería diseñada para permitirle al ejecutivo la consolidación de poder.
Villeda es abogado con una reputación sólida. Su Partido Liberal fue aplastado por el ex presidente y no contó con los recursos del partido en el poder, el PN. Sin embargo, en meses recientes Villeda ascendió en las encuestas, un reflejo de la amplia insatisfacción con el status quo. Después de casi cuatro años del PN en el poder, la nómina pública se han inflado y la deuda del sector público ha aumentado marcadamente. Debido a una falta de transparencia, la percepción pública es que la corrupción del gobierno es generalizada.
La candidatura de Hernández batalló dentro de ese marco y otros problemas, incluyendo estadísticas exorbitantes de delincuencia y cargos de fraude creíbles en la elección primaria del PN. Ni el presidente saliente, ni el candidato contribuyeron a la imagen de su partido cuando usaron su influencia para destituir a cuatro jueces del tribunal constitucional en diciembre en violación de la Constitución.
Honduras no tiene una provisión que requiera una segunda vuelta, por tanto, el candidato ganador probablemente conseguirá la victoria con menos de 50% de los votos. Asimismo, es improbable con un partido logre la mayoría en el Congreso. Incluso si los comicios dan como ganadora a Xiomara Castro Zelaya, no le será fácil obtener la aprobación legislativa para instalar una asamblea constituyente para reescribir la Constitución.
Los hondureños temen que si no gana, sus seguidores saldrán a las calles para denunciar que hubo fraude. En el caso de una victoria de Zelaya, se puede prever que presionará para obtener una asamblea empleando cualquier medio necesario. Si sus aliados regionales sirven de guía, se utilizará tanto plomo como plata. Todo esto significa que el país podría regresar a donde estaba antes de 2009, lo que se suma al vergonzoso legado de Obama como el presidente estadounidense que dio su respaldo tácito para violar el estado de derecho.
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