Venezuela: 53% vs 47% a pesar de…
El domingo se produjo en Venezuela un terremoto político y ello ocurrió a pesar de que… Tal como lo dijo el rector Vicente Díaz, las elecciones fueron precedidas por una de las campañas más ventajistas de la historia.
Maduro se adueñó de la televisión y la radio imponiendo larguísimas cadenas en las cuales se puso todo el poder del Estado para favorecer a una de las tendencias.
Se decretó el 8 de diciembre como el "Día de la Lealtad a Chávez". Bajo la excusa de honrar al líder fallecido, se llevó a cabo el mismo día de las elecciones toda una programación para inclinar la balanza a favor del oficialismo bajo la premisa de que por "lealtad" al comandante había que votar por "sus candidatos".
Se propició una campaña para estimular la abstención, fundamentalmente de la oposición. Contando con todo el poder de movilización y los recursos del Estado, el oficialismo llevó a cabo una "campaña de arrastre" que permitía ir a buscar casa por casa a empleados públicos, beneficiados de las misiones, etc. Desde las "puntos rojos" se informaba quiénes no habían votado.
La oposición por su parte propuso el denominado plan "avalancha" pidiéndole a los jóvenes votar al final de la tarde y así confundir a PSUV. La diferencia es que este plan se adelantó a fuerza de voluntad, porque no había recursos materiales para llevarlo a cabo.
En definitiva, la abstención fue cercana a un 40% y, como era de esperar, perjudicó mayormente a la oposición.
Por otra parte, durante el mes final antes de las elecciones, el gobernante declaró una "Guerra Económica". Incapaz de vencer la aplastante inflación y la escasez provocada por sus errantes políticas económicas, optó por culpar de ellas a las empresas particulares acusándolas de "especulación y usura".
Sin defender ningún caso en particular, me atrevo a alegar que ambos fenómenos -perversos como son- sólo pueden existir como consecuencia por políticas equivocadas. Los gobiernos competentes estimulan las inversiones y la producción, como mecanismo para que las economías crezcan y los países estén bien abastecidos. Cuando la oferta de bienes que requiere la sociedad es abundante, no hay espacios para la especulación ni la usura. A nadie se le ocurriría especular con el aire, porque el aire abunda.
Ahora bien, cuando a través de sus acciones aberrantes el gobierno ha venido atacando duramente a las empresas a lo largo de tres lustros, cuando las expropia sin compensación, cuando desconoce la propiedad privada, cuando no existe seguridad jurídica, cuando impone unas políticas laborales de tal inflexibilidad que arrinconan a los productores, cuando los asfixia con todo tipo de controles y regulaciones, cuando les impide el acceso a las divisas mediante un control de cambio que siembra de distorsiones el mercado, cuando les niega la posibilidad de defender sus intereses a través de un Poder Judicial prejuiciado contra la iniciativa privada, pues bien, cuando ocurren esas situaciones y muchísimas otras que por falta de espacio no puedo mencionar, lo que pasa es que estallan las condiciones para que la escasez comience a hacer de las suyas.
Si ello además ocurre en medio de un proceso de inflación galopante -resultado de emisiones alocadas de dinero inorgánico por parte del BCV- pues entonces no cabe duda de que están dadas las condiciones para que hagan su aparición el acaparamiento y la especulación. Pero si vamos a buscar un culpable, sin duda el culpable no es otro que el propio gobierno.
Enfrentado a unas elecciones donde el prestigio de Maduro estaba en juego, optaron por la "guerra económica" diseñada en Cuba: Culpar a los empresarios, declararlos enemigos de la patria y forzarlos a liquidar sus mercancías no importa que se arruinen.
Las ventajas políticas -como ocurre siempre con el populismo- eran inmediatas. Las consecuencias en los próximos meses serán devastadoras. A partir de enero la escasez y el desempleo serán agobiantes. Muchísimas empresas cerrarán sus puertas incapaces de reponer inventarios. Ya no hay dólares. Pocos empresarios se atreverán a invertir.
Pero en todo caso, a pesar de todos esos ventajismos, el voto opositor (que incluye mayoritariamente al de la Unidad) medido en número de votos populares alcanzó el 53% en tanto que el del oficialismo fue del 47%. Fue un plebiscito donde el gobierno salió claramente derrotado. El gran perdedor fue Maduro.
La pregunta es: ¿Y ahora qué?
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