Reflexión de Ludwig von Mises sobre la situación política de España
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Necesaria e interesante reflexión desde la distancia de Ludwig von Mises (1881-1973), uno de los pensadores más notables del siglo XX, sobre la situación política de España.
El extracto es de Gobierno omnipotente editado por Unión Editorial en 2002. El libro tiene su origen en un ensayó que Mises escribió estando en Ginebra en los años previos al estallido de la Segunda Guerra Mundial, poco antes de trasladarse definitivamente a Estados Unidos (agosto de 1940) huyendo de la persecución Nazi. El ensayo se publicó como libro póstumo en 1978 y constituye probablemente uno de los testimonios más lúcidos en contra del estatismo y el intervencionismo como causas principales de la guerra entre los hombres.
“[Introducción, título V, pp. 33-37]
Quien quiera comprender la actual situación política debe estudiar la historia. Debe conocer las fuerzas que originaron nuestros problemas y conflictos. El conocimiento de la historia es indispensable para quienes quieren edificar un mundo mejor.
Desgraciadamente, los nacionalistas se acercan a la historia en otro estado de ánimo. El pasado no es para ellos una fuente de información y de instrucción, sino un arsenal de armas para hacer la guerra. Buscan hechos que puedan ser usados como pretextos y excusas de sus agresiones y opresiones. Si los documentos disponibles no se los proporcionan, no titubean en desfigurar la verdad ni en falsificarlos.
(…)
No tiene sentido aducir razones históricas o geográficas en apoyo de ambiciones políticas que no resisten la crítica de los principios democráticos. El gobierno democrático puede salvaguardar la paz y la cooperación internacional porque no aspira a oprimir a otros pueblos. Si algunos pueblos pretenden que la historia o la geografía les da derecho a subyugar a otras razas, naciones o pueblos, no puede haber paz. Es increíble cuán profundas son las raíces de las perversas ideas de hegemonía, dominación y opresión incluso entre nuestros contemporáneos más distinguidos. Salvador de Madariaga es uno de los hombres más dotados a nivel internacional. Universitario, estadista y escritor, le son perfectamente familiares la lengua y la literatura francesa e inglesa. Es demócrata, progresista y entusiasta de la Sociedad de Naciones y de todos los esfuerzos en pro de una paz duradera. A pesar de todo, sus opiniones acerca de los problemas políticos de su propio país están animadas por un espíritu de intransigente nacionalismo. Condena las aspiraciones de los catalanes y los vascos a la independencia y propugna la hegemonía de Castilla por razones raciales, históricas, geográficas, lingüísticas, religiosas y económicas. Se comprendería que refutara las aspiraciones de esos grupos lingüísticos fundándose en que es imposible trazar unas fronteras indiscutibles y que, por lo tanto, su independencia no sólo no eliminaría el problema sino que perpetuaría las causas del conflicto; o que propugnara la transformación del Estado español de hegemonía castellana en un Estado en que los grupos lingüísticos gozarían de libertad para usar su propio idioma. Pero no es ése su plan. Madariaga no propugna la sustitución de un Estado español dominado por Castilla por un gobierno supranacional de los tres grupos lingüísticos –castellanos, catalanes y vascos. Su ideal para España es la supremacía de Castilla. No quiere que “España abandone en una generación la labor de tres siglos” (Salvador de Madariaga, Spain, Londres, 1942, p. 174). Sin embargo, esa labor no la realizaron los pueblos en cuestión; fue el resultado de matrimonios dinásticos. ¿Es justo oponer a las reclamaciones catalanas el hecho de que en el siglo XII el Conde de Barcelona se casó con una hija del Rey de Aragón y que en el siglo XV el rey de Aragón se casó con la reina de Castilla?
Madariaga va aún más allá y niega a los portugueses el derecho a la autonomía estatal. Porque “el portugués es un español con la vuelta a Castilla y los ojos en el Atlántico (Idem, p. 185)”. (…)
No podemos borrar el pasado en nuestros recuerdos. Pero la labor de la historia no consiste en crear nuevos conflictos haciendo que revivan odios muertos hace mucho tiempo y buscando en los archivos pretextos para nuevos conflictos. (…) Ni el destino, ni la historia, ni la geografía, ni la antropología deben impedirnos elegir los métodos de organización política que pueden traer una paz duradera, la cooperación internacional y la prosperidad económica.”
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