Otra forma de decir que el capitalismo reduce la pobreza
¿El capitalismo reduce la pobreza? ¿El socialismo la aumenta? ¿La mezcla de ambos la reduce a veces y la aumenta en otras?
Como soy un gran aficionado a la columna semanal del gran profesor Rodríguez Braun, siempre tengo presente que no vivimos en un sistema liberal y, por ende, los males que aquejan a nuestra sociedad difícilmente pueden ser achacados al capitalismo, o neoliberalismo, como tantas veces se empeñan en demostrar los diferentes intelectuales de izquierda.
Por otro lado siempre me han gustado bastante aquellos artículos y ensayos donde se demuestra con datos cómo la pobreza se ha ido reduciendo progresivamente gracias a la implantación de la globalización en el mundo.
Pero claro, cualquier defensor del socialismo puede darle la vuelta a la tortilla y defender lo contrario: la socialdemocracia es la que reduce la pobreza y el capitalismo la que provoca todos los problemas que aquejan al mundo actualmente.
Evidentemente un análisis más profundo de la situación deja a los defensores del socialismo bastante mal parados y terminan dándonos la razón a los que defendemos que más libertad es sinónimo de más prosperidad. Pero claro, solo una minoría llegaría a prestar atención a este tipo de análisis y, por tanto, no nos puede extrañar que siga siendo tan enormemente popular achacar al capitalismo todos los males existentes, y muchos inexistentes, mientras que el socialismo, gracias a sus benditas buenas intenciones, acaba siendo siempre el bueno de la película.
Es por esto por lo que personalmente prefiero no utilizar los términos capitalismo o socialismo cuando analizo con el común de los mortales los beneficios y perjuicios del sistema imperante. Prefiero, en cambio, concentrarme en cosas tan básicas como la violencia. Principalmente como la renuncia a ella en una sociedad tiene el efecto de enriquecerla inmediatamente.
No deja de ser lo mismo que defender el capitalismo pero tiene la ventaja de no tener que perder el tiempo desetiquetando en la cabeza de tu interlocutor un montón de cosas que nada tienen que ver con el liberalismo. También te permite exponer tus argumentos sin que él vea en peligro creencias prácticamente inamovibles asentadas sobre las buenas intenciones en las que se basa el socialismo.
Aunque tiene la desventaja de ser solamente útil con aquellas personas que no sean férreos defensores de utilizar la violencia para conseguir sus fines. Lo que curiosamente, según mi experiencia, es más común en los simpatizantes de izquierdas que en los de derechas. Lo que me indica que el pacifismo y la cultura de la no violencia, que tan útil ha sido a la propaganda socialista, seguramente terminará siendo la causa de su desaparición. Aunque reconozco que puede ser un exceso de optimismo por mi parte.
Volviendo al tema, por muy buenas intenciones en las que base una persona sus creencias, si rechaza la violencia tiene un camino ya trazado para reconocer las bondades del capitalismo. Aunque para ello, paradójicamente, haya que eliminar cualquier cartel donde aparezca la dichosa palabra y así no asustarle en su recorrido.
Por ejemplo, es bastante difícil convencer a una feminista que obligar a las empresas a contratar mujeres, por el simple hecho de ser mujeres, es malo para la sociedad. Puedes enseñarle gráficos, puedes intentar que entienda el punto de vista del empresario, pero lo cierto es que seguirá pensando que los beneficios económicos de la paridad serán superiores a sus desventajas inmediatas, y en todo caso, siempre terminará pensando que los beneficios sociales son superiores y deben ser prioritarios.
Hablarle a alguien así del liberalismo es predicar en el desierto; en cambio, atacar sus medios, en vez de sus fines, tiene mejor resultado. Puede ser verdad que el beneficio de que las empresas contraten a mujeres en base a términos de paridad termine siendo enorme (lo dudo, aunque la gente puede creer en lo que quiera), pero el hecho de que sea obligatorio, que se base en la amenaza de la violencia contra el empleador, es lo que provoca que la sociedad retroceda éticamente, y por ende, económicamente.
Lo que, con muchos más ejemplos y muchísima más suerte, puede conducirnos al consenso de que es la renuncia a la violencia, y a la amenaza de la misma, la que lleva a una sociedad a prosperar y no uno u otro sistema político. Y llegados a ese punto es posible que nos podamos atrever a decirle a nuestro interlocutor que una sociedad donde las personas renuncian a la violencia para tratar sus asuntos es en realidad una sociedad libre. O sea, una sociedad capitalista.
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