Cuba, EUA, Rusia, Venezuela, Crimea, y la “realpolitik”
Hechos simultáneos, sin vínculos directos, se sucedieron de manera imprevisible en la Venezuela de Nicolás Maduro y la Ucrania de Víctor Yanukovich, como gritos de libertad de los pueblos oprimidos. En Ucrania, con situación más explosiva que Venezuela, Yanukovich cayó y huyó a Rusia, que de momento tenía las manos atadas por estar celebrando una largamente preparada “Olimpiada de Invierno”, al término de la cual y días después de la huída del déspota ucraniano, el presidente ruso Vladimir Putin, se decidió a actuar “como en los viejos tiempos”.
Los resultados todos los sabemos. Rusia tomó militarmente la península ucraniana de Crimea, argumentando la “protección de la población de origen ruso” y prepara el escenario –usando un referendo– para anexarse la estratégica provincia. Este despojo territorial, ha hecho retroceder al mundo a los peligrosos tiempos de la guerra fría, dejando a Occidente con pocas opciones.
Todos estos acontecimientos, impredecibles hace sólo un par de meses, se ejecutan después de una sucesión de hechos previos que resultan importantes para el análisis: Primero, Rusia ya había hecho algo similar cuando envió sus tanques para intervenir contra Georgia, sumida en un conflicto separatista con la provincia de Osetia del Sur para apoyar (Rusia) su “independencia”. Aunque en Georgia ya existía un conflicto armado previo y hubo errores en su iniciativa militar contra Osetia del Sur, la dirección rusa dejó claro que es capaz de intervenir contra cualquier vecino fronterizo con pretensiones territoriales de anexión, o de “independencia” tutelada.
Esta guerra de Rusia contra Georgia en tierra de Osetia del Sur, no dejó en Occidente sin embargo la imagen “intervencionista” que Rusia realmente merecía. Tanto Europa como EUA accedieron a la no instalaciones de misiles defensivos en Polonia y Hungría, dando oídos a las protestas rusas en sentido de que “se sentía amenazada” por tales esfuerzos cerca de su frontera. Occidente tuvo además un acercamiento a Rusia al permitirle participar, como aliado, en las conversaciones para evitar el desarrollo atómico de Irán y además, dio participación decisiva a Rusia en el conflicto sirio, al adoptar un plan ruso que permitió a Siria continuar su matanza de patriotas demócratas, siendo Rusia un aliado del presidente Bashar Al Assad.
Con todos estos antecedentes y poco antes del conflicto actual con Ucrania, Rusia había anunciado su pretensión de instalar bases militares en Cuba, Venezuela y Nicaragua. El anuncio se hizo en el contexto de ver a Rusia casi como un “aliado” de EUA, cuya presencia militar en el hemisferio occidental no causaría mayores complicaciones. El comportamiento actual de Rusia en Ucrania y el despojo que pretende hacer de la península de Crimea, debe poner en alerta a Occidente en general, y a EUA en particular, para tratar de impedir, o al menos dificultar, el montaje de bases militares rusas en Cuba a 90 millas de territorio norteamericano.
Una base militar rusa en Cuba ya todos sabemos el significado que tiene, a partir del conflicto generado en los años 60 del siglo pasado, cuando esfuerzos similares llevaron al mundo al borde de la catástrofe y cuando Fidel Castro sugirió al entonces primer ministro ruso Nikita Kruchov, para dar “el primer golpe atómico” a los Estados Unidos. La agresividad rusa demostrada en Ucrania, debe hacer reflexionar al actual equipo gobernante norteamericano, sobre el peligro real a que sometería su país, si permite bases militares más cerca de Washington que la ciudad norteamericana de Los Ángeles. Las bases rusas además, amenazarían a Brasil y todo el Amazonas y su riqueza asociada al agua, recurso cada vez más precioso (por la base de Venezuela) y a México y su riqueza petrolera actual (con una base rusa en Nicaragua).
Todos estos antecedentes hay que tenerlos en cuenta ahora que Rusia pretende anexarse a Crimea, despojando a Ucrania de un territorio que le pertenece legal y tácitamente. En realidad una anexión de Crimea al territorio ruso– como todo parece indicar que sucederá– sería en realidad el peor de los errores que la Rusia actual podría cometer contra sus propios intereses, cuando ha encontrado en Occidente una acogida como nunca antes hubiera podido imaginar el más optimista de los analistas políticos rusos después de la desintegración de la URSS.
Si Occidente hubiera procedido con Rusia, de la manera que Rusia procedió con Ucrania después de la desintegración de la URSS (Rusia casi obligó a Ucrania a entregarle, sin ningún tipo de derecho a ello, todo su armamento atómico, que en la época era el cuarto mayor arsenal nuclear del mundo, a cambio de la “promesa de ser Rusia el garante militar de Ucrania”, y miren hasta donde ha llegado) el mundo se hubiera evitado la crisis actual de enfrentarse a un hecho consumado sin respuestas. Basado en la situación actual, Occidente podría preguntarse si debió, en su momento, aprovechar la debilidad de Rusia cuando la desintegración de la URSS, para desmantelar su poderío atómico o por lo menos limitar su capacidad militar agresiva.
En las circunstancias actuales, Occidente no tiene otras alternativas que no sean someter a Rusia a presiones económicas y comerciales, aislándola totalmente. Rusia con sus acciones en Georgia, Siria y Ucrania, ha demostrado no ser confiable, por lo que podría ser considerada por Occidente que su lugar es en “la trinchera enemiga”, habidas cuentas que es el sitio que ha demostrado “venirle bien” en momentos de crisis, que incluso ella ha provocado. Podría incluso cancelársele su participación en los grupos del G-8 y del G-20. Si la guerra fría acabó, no puede ser exclusivamente para beneficio de Rusia contra los intereses de Georgia, Ucrania Polonia, Hungría, Cuba, Venezuela y Nicaragua, todos países afectados, unos amenazados por Rusia por ser fronterizos y otros para instalar base militares muy cerca de EUA, Brasil y México.
Rusia ha comenzado a hablar el leguaje de la guerra fría, argumentando derechos territoriales sobre países limítrofes, en momentos que pretende venir al Continente Americano a colocar bases militares en territorio estratégico de Occidente y específicamente muy cerca de EUA. Ese es el peligro de haber dejado a Cuba hacer libremente su metástasis en casi toda América Latina, en países tan importantes como Venezuela, donde Cuba ordena y manda, por lo que gustosamente ofrecerá su territorio a los rusos para sus bases militares, igual que Nicaragua.
Para defender su acción, Rusia ha argumentado con ejemplos internacionales: “Crimea es más importante para Rusia, que Las Malvinas para el Reino Unido”, ha dicho el canciller ruso. EUA por su parte puede ripostar que, “si Crimea para Rusia es más importante que Las Malvinas para el Reino Unido, no es más importante que Cuba para EUA (donde también tiene una base militar) ni tan importante como Venezuela para Norteamérica, desde donde se abastece de petróleo.
En las actuales circunstancias habría que preguntarse: ¿Por qué Rusia hace valer sus derechos territoriales sobre sus vecinos argumentando lazos históricos de dominio y EUA permite que países como Cuba fomenten el antinorteamericanismo y acepten bases militares rusas, cuando la isla fue liberada de España (y gobernada durante varios años) por Estados Unidos? ¿Hasta cuando EUA obedecerá la consiga rusa de “haz lo que yo digo en Latinoamérica, pero no lo que yo hago en los países limítrofes de mi país”? ¿Por qué Rusia enfrenta a la comunidad mundial para ejercer derechos contra un país independiente, como lo es Ucrania, argumentando derechos históricos y estratégicos y EUA no es capaz de defender dentro de Venezuela y de Cuba similares derechos de justicia, democracia y libertad, que sus pueblos reclaman hoy?
Si Rusia como planea, consigue anexarse a Crimea, Estados Unidos y Occidente tienen un arsenal de medidas, no solamente de tipo económicas, como también políticas, militares y tecnológicas, que lleven a Rusia a comprender que la época del chantaje nuclear –como lo están haciendo ahora– ha pasado definitivamente. Las acciones de la Rusia post comunista demuestran que no es confiable para ser socio de Occidente en la crisis Siria, ni en la crisis nuclear iraní y mucho menos para permitírsele instalar sus bases militares en el patio de EUA.
Si Occidente en general –y Estados Unidos en particular– no responden a Rusia a la altura de los acontecimientos en estos momentos, ripostando enérgicamente a esas acciones en la propia América Latina y Siria, después no va a haber como frenar una expansión rusa en toda la rica selva amazónica, además de imponer la amenaza nuclear desde Cuba, a 90 millas del propio territorio de los Estados Unidos. La falta de una respuesta clara y directa a los chantajes militares no es lo que evita, sino lo que lleva a la guerra.
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