Argentina: de la parábola a la realidad
La Prensa, Buenos Aires
La Argentina y Cuba son dos ejemplos parabólicos en el sentido compartido de parable en inglés y parábola en castellano. Parable significa: "Una simple historia que ilustra una lección moral o religiosa".
En castellano la definición del diccionario es similar y dice: "Narración de un suceso fingido del que se deduce por comparación o semejanza, una verdad importante o una enseñanza moral".
Conforme a estas definiciones The Economist publicó un artículo que tituló: "La parábola Argentina; lo que otros países pueden aprender de un siglo de declinación". Me he permitido incluir a Cuba en el análisis pues allí también se percibe la falacia de la izquierda que asuela al llamado mundo occidental y cristiano.
The Economist reconoce los logros argentinos en la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX, tal como me permitiera describirlo en mi libro Argentina un Milagro de la Historia. Si bien no voy a considerar en esta oportunidad otros factores favorables que toma en cuenta The Economist, tales como el clima, la belleza de su población y la productividad de la Patagonia, voy a insistir en el reconocimiento de que todas estas aparentes virtudes desaparecieron a partir fundamentalmente de 1943.
The Economist reconoce que la actual crisis argentina se debe al gobierno actual, pero señala que ésta no es más que la última etapa de una secuencia de populistas económicamente ilitrados que comienzan con Juan y Eva (Evita) Perón (sic). Al mismo tiempo destaca que a principios del siglo XX, Argentina era el país del futuro, crecía más que Estados Unidos y tenía un PBI per cápita mayor que Alemania, Francia e Italia.
¡Qué peligro!
Inteligentemente The Economist señala que las causas que determinaron la declinación argentina son el mayor peligro que enfrenta hoy Occidente, pues el comunismo leninista habría desaparecido como alternativa política, con la caída del Muro de Berlín. Hasta cierto punto comparto ese criterio, y la Unión Europea es el mejor ejemplo del proceso de deterioro económico que está teniendo lugar en función del Estado de Bienestar que determina un nivel de gasto público insostenible. Así The Economist se preocupa y se pregunta qué pasaría si se destruye la Eurozona.
Las consideraciones de The Economist son de la mayor envergadura para comprender la realidad de la historia argentina y así como de la crisis actual. Es evidente que la política argentina por más de setenta años ha ignorado las razones éticas y políticas que la colocaron entre los primeros países del mundo a principios del siglo XX. La Argentina en aquella oportunidad, le mostró al mundo que no era necesario ser ni anglosajón ni protestante para lograr la libertad y el éxito político y económico.
Me voy a permitir insistir que si aquel éxito se debió a la Pampa húmeda, parecería que se humedeció en 1853 y se secó en 1943.
Todo parece indicar que hoy en el ámbito político se ignora que el factor determinante de la Argentina que fue, fue la instauración y el cumplimiento de la Constitución de 1853, y su declinación la consecuencia de su pertinaz violación. Ya parecería que invocar los derechos que garantiza la Constitución es ser de derecha y por tanto descalificado éticamente por estar a favor de los ricos.
Consecuentemente nadie en la oposición parece reconocer ese hecho trascendente que determinó la decadencia, y así han imperado el fascismo y su generador el socialismo violatorios de los derechos individuales. La izquierda también en Argentina -tal como señala Thomas Sowell- ha monopolizado la ética, en nombre de la supuesta igualdad y los derechos del pueblo. Se ignora así la sabiduría de Alberdi cuando escribió: "El egoísmo bien entendido de los ciudadanos, solo es un vicio para el egoísmo de los gobiernos que personifican los Estados. Hasta aquí el peor enemigo de la riqueza del país es la riqueza del fisco". A los hechos me remito.
Oposición útil
Es hora de que surja una oposición argentina que rescate los valores de su historia. Toda la labia de la izquierda que se funda en los derechos del pueblo, de hecho significa la violación de los derechos individuales y la suma del poder político absoluto, para satisfacer el egoísmo de los gobiernos.
En el momento en que la Sra. Carrió aparentemente ha dado un vuelco filosófico político a su postura inicial y propone la necesidad de que la oposición llegue a un acuerdo con el PRO, ella ha sido rechazada por el representante de la izquierda, su socio político el Sr. Pino Solana. Por supuesto, esta oposición se debe a la ética de la izquierda conforme a la cual cumplir con la Constitución es ser de derecha y por tanto estar a favor de los ricos.
El otro aspecto del cinismo universal que se manifiesta en la política internacional es el aparente desconocimiento de los crímenes de Fidel Castro y de su hermano por más de 55 años. Así aparece claramente en la última reunión de la Celac en la Habana donde los presidentes de América Latina le rindieron pleitesía. Y traigo a colación la situación de Cuba pues la considero la otra parábola en América. Cuba en 1959, a la llegada de los Castro, era el país de América Latina con el mayor estándar de vida. Y puedo reconocer que hoy compite con Haití por ser el país más pobre de América.
Todo parece indicar que Venezuela con Maduro a la cabeza desde la democracia mayoritaria insiste en seguir los pasos de Fidel Castro tal como lo había propuesto Chávez en su socialismo del Siglo XXI. Lo único positivo de este lamentable proceso es que a diferencia del caso de Cuba, no solo los venezolanos están teniendo conciencia de esa realidad, sino que asimismo parece percibirse en el mundo.
Entonces volviendo a la Argentina, creo indispensable que surja en el ámbito político una voz que rescate la verdadera historia argentina. O sea proponga claramente la imperiosidad del cumplimiento de la Constitución de 1853, y consecuentemente el respeto por los derechos individuales que ella garantiza. "La vida, la libertad, la propiedad y el derecho a la búsqueda de la propia felicidad".
Como bien señalara Alberdi: "Las sociedades que esperan su felicidad de manos de sus gobiernos, esperan una cosa que es contraria a la naturaleza humana". Y en ese sentido puedo decir que ese derecho lo reconoce el artículo 19 de la Constitución Nacional. Gracias The Economist por recordarnos la grandeza de la historia argentina, y esperemos que la recuperemos.
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