Inmigración: No dejen en paz a Obama y a Boehner
Dentro de muy poco será deportado de Estados Unidos el inmigrante número dos millones. Barack Obama ha deportado a más indocumentados que cualquier otro presidente norteamericano. Por eso hay tantos hispanos enojados con él. Y se nota.
Lo que antes era raro ahora es común. Cada vez que el presidente Obama sale a hablar en público, existe la posibilidad de que le aparezca un joven a gritarle que pare las deportaciones. Cuando eso ocurre, el presidente generalmente detiene su discurso y, con mucha paciencia, explica que él no tiene el poder de detener las deportaciones. Y luego sigue su discurso.
Pero muchos latinos creen que el presidente está equivocado en dos cosas: primero, en deportar a tantos inmigrantes que no tienen antecedentes penales y, segundo, en decir que no puede detener la mayoría de estas deportaciones. Sí puede – yes he can- aseguran varios abogados y expertos legales.
La Casa Blanca está sorprendida por la cantidad de ataques que está recibiendo últimamente por parte de la comunidad latina. No se lo esperaban. Janet Murguía, la presidenta del Consejo Nacional de la Raza –la organización latina más poderosa del país– le llamó “Deportador en Jefe” a Obama en un reciente discurso. El senador Bob Menéndez (D-NJ) y los congresistas Luis Gutiérrez (D-Ill) y Mario Diaz-Balart (R-FL) se le han volteado al presidente y públicamente han pedido que no destruya más familias con las deportaciones. Y hasta la organización estudiantil United We Dream cambió recientemente su estrategia y, antes que nada, pide al presidente que no deporte más a los padres de los estudiantes indocumentados.
Este cambio en la actitud de muchos líderes latinos y de los medios de comunicación en español fue inesperado. Muchos creían que la furia de los latinos se dirigiría contra el líder de la Cámara de Representantes, John Boehner, y contra el Partido Republicano por bloquear la reforma migratoria en el Congreso. Pero, en cambio, el que está siendo atacado es el presidente. ¿Por qué?
Creo que muchos hispanos –cuya mayoría, según las encuestas, apoya la legalización de los 11 millones de indocumentados– ya se dieron por vencidos con los republicanos. Los perciben como antiinmigrantes, casi enemigos y los piensan castigar con votos en contra en las elecciones presidenciales del 2016. La amenaza a los republicanos es clara: por bloquear la reforma migratoria van a volver a perder la Casa Blanca.
Pero los republicanos no se creen esa amenaza y, también, ya hicieron su cálculo político. Consideran que bloquear la reforma migratoria en el Congreso no les va a afectar mucho en las elecciones congresionales de este 2014. Y dejarán que su candidato presidencial se encargue de definir su política migratoria para el 2016. La Casa Blanca, apuestan, no está perdida. El voto latino regresará.
Pero ambos cálculos, desde mi punto de vista, están equivocados. Es, creo, muy pronto para darse por vencidos y dejar de presionar a los republicanos. Quedan todavía muchos meses de este año para convencerlos de que les beneficiaría –y al país– aprobar una reforma migratoria.
La estrategia, por lo tanto, debe ser doble: no hay que dejar en paz al presidente Obama –hasta que pare la mayoría de las deportaciones de gente que no es criminal, particularmente de “familias mixtas”, con indocumentados y residentes legales. Pero tampoco al líder republicano John Boehner (hasta que lleve a votación la reforma migratoria en la Cámara de Representantes).
Criticar al presidente Obama es lo correcto. Es contradictorio decir que apoya la legalización de indocumentados y, al mismo tiempo, deportar a los que se beneficiarían de esa legalización. Su orden de revisar sus políticas de deportaciones es un buen paso pero no suficiente.
Sin embargo, también hay que criticar, y con dureza, a Boehner y los republicanos. Hay que hacerlos sentir muy incómodos por su actitud antilatina y antiinmigrante.
Nos encanta decir que los hispanos ya no somos un gigante dormido. Bueno, ahora llegó el momento de demostrarlo.
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