Adolfo Suárez: El hombre de la transición
Cuando este escrito salga tal vez el político más importante de la democracia española ya no esté con nosotros. El viernes el hijo mayor de Adolfo Suárez comparecía emocionado ante los medios para informar de que su padre, afectado por el Alzheimer desde la década de los noventa, podía fallecer de un momento a otro por las complicaciones lógicas de esta terrible enfermedad. No pude evitar las lágrimas al recordar al Adolfo Suárez de otro tiempo ya lejano pero crucial, en la transición que condujo a España de una larga dictadura al sendero de lo que entonces se llamó la libertad sin ira.
Porque así fue la difícil y delicada transición que en 1977 lideró Suárez, el hombre que el Rey Juan Carlos, tras la muerte de Franco dos años antes, designó como Jefe de Gobierno en lo que muchos franquistas creyeron sería la continuación de un régimen que duró cuatro décadas. Sin embargo, este ministro del tardofranquismo, siempre contando con el apoyo de un monarca decidido a respaldar el cambio, lo que hizo fue presentar soluciones reformistas, legalizar los partidos políticos proscritos en busca del consenso y allanar el camino para la celebración de los primeros comicios democráticos que tuvieron lugar el 15 de junio de 1977. Así fue cómo Suárez, encabezando la Unión de Centro Democrático (UCD), una coalición de franquistas, liberales y democristianos, fue elegido en las urnas, convirtiéndose en el primer presidente de la democracia.
Los inicios de la andadura democrática estuvieron llenos de escollos. Adolfo Suárez caminó en la cuerda floja de un proceso en el que todavía los nostálgicos del franquismo se resistían al avance acelerado de una sociedad que en poco tiempo abrazó la libertad con entusiasmo y, sobre todo, con el ánimo de dejar atrás el revanchismo. Fueron años en los que la derecha, los comunistas y socialistas, con figuras claves en la reconciliación nacional como Fraga Iribarne, Santiago Carrillo y Felipe González, buscaron unirse para salir adelante con un pacto social. El fin era evitar una nueva fisura que podía llevar al país a otro enfrentamiento sangriento. Fueron años de esfuerzo común y admirable, aunque no exentos de fallos como es previsible en una incipiente democracia, en los que España y los españoles se fueron insertando al mundo moderno y libre decidiendo su futuro por la vía de las elecciones. El propio Suárez dijo que “el futuro no está escrito, porque sólo el pueblo puede escribirlo”.
En 1981, cuando el país atravesaba una profunda crisis política que parecía llevarlo al abismo, Suárez presentó su renuncia. Eso ocurría en enero. Un mes después, el 23-F, un grupo de militares liderados por el teniente coronel Tejero, intentó dar un golpe de Estado en el seno del Congreso. Y fue el ya ex quien se enfrentó valientemente en el hemiciclo a los golpistas en imágenes que han quedado para la posteridad. Un año después Suárez creó un partido político, el Centro Democrático y Social (CDS), pero perdió ante el triunfo aplastante del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) con Felipe González al frente. Se estrenaba otra etapa.
El tiempo de Adolfo Suárez había pasado y su protagonismo en la política pasó a un segundo plano, no así su relevancia en la historia reciente de España. Nadie, ni los más críticos de cómo se manejó la Transición, le restan importancia a este hombre que pudo haber gobernado como un déspota siguiendo los designios de Franco, quien hasta el final creyó haber dejado todo atado y bien atado, sin imaginar que el propio Rey sería artífice y pieza fundamental del paso a la democracia. Y es que desde el principio Don Juan Carlos y Suárez congeniaron y acertaron en ir de la mano en tan peliagudo trance. Su amistad fue inquebrantable y cuando ya Suárez se había extraviado en el laberinto del mal que lo apartó de la vida pública, su amigo lo visitó para concederle el Toisón de Oro, el más alto reconocimiento que otorga la Casa del Rey. Era 2005 y para entonces Suárez no recordaba que un día había sido presidente. De aquel encuentro se conserva una foto en la que se ve a los dos hombres paseando de espaldas. A cuestas ambos llevan el peso de una época que cambió para siempre y para bien la vida de los españoles.
Es posible que cuando se publique este escrito Adolfo Suárez ya no esté con nosotros pero su inmensa labor perdura en el tiempo. Apostó fuerte por la libertad. Nuestra gratitud hacia él es eterna.
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