El precio de la libertad
Todos los días del año vemos en las noticias como naciones y pueblos aún en esta época moderna, carecen de diferentes libertades y como sus ciudadanos luchan fervientemente por sus derechos esenciales como seres humanos. Derechos que nosotros disfrutamos y apreciamos viviendo en esta gran nación y que muchas veces, damos por seguros. Afortunadamente, el número de países que aún viven bajo regímenes totalitarios y opresivos ha ido disminuyendo.
Tristemente para nosotros los cubanos exiliados en los Estados Unidos y en otras partes del mundo, uno de esos países que todavía se encuentra viviendo bajo una dictadura sigue siendo nuestra querida Cuba, donde, después de 55 años, todavía se oprime al pueblo y donde no se conoce o respeta la palabra “derecho”. El régimen que ha maltratado a Cuba, abusado de su pueblo, siendo responsable por la muerte y encarcelamiento de miles de seres humanos y que ha creado un éxodo de más de un millón y medio de sus hijos sigue estando en el poder. Además de sus crímenes internos, el régimen también es responsable por exportar agentes terroristas a todas partes del mundo, donde quiera que hayan podido tener la oportunidad de causar ruina y tristeza.
Desde el principio de la revolución, hubo fuerte oposición por parte de muchos, incluyendo grupos religiosos, que anticiparon lo que le venía al pueblo cubano en términos de sufrimiento y sacrificio. Esos opositores respondieron participando en numerosas actividades clandestinas en contra de la dictadura y sus seguidores, dentro y fuera de Cuba. Como resultado de las medidas abusivas e intervencionistas de los socialistas y comunistas, empezó el éxodo de cientos de miles de ciudadanos cubanos de todos los rangos y niveles económicos y sociales que a tiempo se dieron cuenta del mal que se aproximaba a la nación cubana. Más de cincuenta años más tarde, gran parte de los cubanos siguen reubicándose aquí en el sur de la Florida continuando el patrón establecido al principio de nuestro éxodo.
Este próximo 17 de abril, se cumplen 53 años de que nosotros los cubanos, fuera y dentro de Cuba, tuvimos la gran oportunidad de liberar a nuestra patria por medio de una invasión militar marítima llevada a cabo por la Brigada 2506, que desembarcó en el sur de Cuba, en la Ciénaga de Zapata, y que es más popularmente conocida como la invasión de Bahía de Cochinos. En ese noble y legítimo esfuerzo íntegro del pueblo cubano libre por liberar a su patria, participaron más de 1,400 combatientes de todas las edades, de diferentes razas y diferentes niveles y rangos económicos y culturales. Tal como lo fuera con nuestra Guerra de Independencia al final del siglo antepasado, esta gestión bélica fue organizada por cubanos. En esta última ocasión pudimos contar con el apoyo financiero y logístico de Estados Unidos. La invasión como la Guerra de Independencia estaba también integrada por patriotas convencidos de dar sus vidas a favor de la libertad de la Patria donde nacieron y donde querían vivir y morir.
Aunque la invasión fue exitosa hasta el segundo día de su operación, la falta de cobertura aérea por aviones de Estados Unidos que les había sido prometida y como consecuencia la falta de nuevos abastecimientos, impidió que nuestros brigadistas pudieran continuar ganando terreno y abarcando una gran parte del territorio nacional. Esta falta de cobertura hizo posible que las fuerzas armadas del régimen pudieran solidificarse, parando el avance de la invasión. Nueve de los 1,200 brigadistas que cayeron prisioneros murieron por falta de oxigeno en una rastra blindada que los llevaba a La Habana, donde los sobrevivientes de la odisea fueron sentenciados a 30 años de prisión.
Más adelante, el gobierno de Estados Unidos pudo rescatar a estos valientes luchadores en un intercambio con la dictadura, dando $53 millones en medicinas y alimentos a cambio de la libertad de los prisioneros. Muchos de los brigadistas sobrevivientes se alistaron en las fuerzas armadas de Estados Unidos, luchando valientemente en Vietnam, en el Congo y donde quiera que la libertad y dignidad de los pueblos estuvieran en peligro.
Este es un capítulo en la historia donde como resultado de errores cometidos, los malos pudieron ganar la batalla, aunque estoy convencida no han ganado, ni ganarán la guerra. Todavía queda mucho por escribir sobre la lucha por la libertad de Cuba. Esta es una oportunidad para inculcarles a nuestros hijos, nietos y jóvenes estudiantes la necesidad de permanecer vigilantes en la lucha por la libertad y en defensa de la democracia, aún cuando las mismas no se encuentran en peligro. Debemos recalcarles siempre a ellos el papel clave que juega el acceso a la información en una sociedad democrática. Dictaduras no sobreviven cuando existen pueblos bien informados. Es nuestro deber que los jóvenes de hoy sepan de nuestra historia y que sepan apreciar el precio de la libertad.
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