La tercera Pascua para una prisionera de Castro
Sonia Garro, disidente cubana, ha permanecido en la cárcel desde marzo de 2012. Ladies in White
Los cristianos alrededor del mundo celebraron el domingo la resurrección de su salvador con servicios de alabanza y reuniones familiares. Sonia Garro, de 38 años, comparte la fe pero, por tercer año consecutivo, pasó el día en un calabozo cubano como prisionera de conciencia.
Garro es miembro de un grupo de cristianos disidentes llamado Las damas de blanco, creado en La Habana en 2003 por hermanas, esposas y madres de presos políticos para protestar de manera pacífica por el encarcelamiento injusto de sus seres queridos. Desde entonces, se ha extendido a otras partes del país y ha sumado muchas reclutas. La creciente popularidad del grupo preocupa a los Castro, que han respondido con una brutalidad cada vez mayor.
El gobierno militar de Cuba nos quiere hacer creer que los hermanos Fidel y Raúl Castro se están "reformando". Para creerlo usted tendría que hacerse a la idea de que Garro y sus hermanas en Cristo no existen. Por supuesto, esa es usualmente la impresión que uno se lleva de reporteros que trabajan en La Habana para medios extranjeros.
Estos han sido invitados al país no para hacerle justicia a la verdad, sino para servir a la dictadura. Por fortuna, hay periodistas cubanos independientes y valientes que siguen contando la historia de las Damas, a pesar de sus escasos recursos.
A principios de 2012, los cubanos aguardaban la visita del Papa Benedicto XVI y las Damas hacían lobby con el Vaticano para que el pontífice les diera una audiencia. Su ruego incansable fue bochornoso para la dictadura, que durante casi una década había golpeado a las mujeres en las calles cuando caminaban a la misa dominical. También hacía quedar mal a la Iglesia, que ya había llegado a un acuerdo con el régimen sobre los términos de la visita. El fin de semana del 17 de marzo, Castro hizo una advertencia a las Damas, colocando a alrededor de 70 de ellas en prisión.
La mayoría de las detenidas, incluida su líder Berta Soler, fue liberada para cuando el Papa llegó a Cuba nueve días después, pero no Garro. Benedicto celebró algunas misas, se tomó fotos con los déspotas y se fue.
Fue una estrategia astuta, que permitió que el mundo viera la liberación de muchas Damas, pero que escondió la continua detención de una de ellas. Garro —pobre, negra y no muy conocida internacionalmente— sirve hasta hoy como un recordatorio constante en los barrios de la furia de los Castro contra cualquiera que se salga del libreto.
Para 2012, Garro ya había experimentado la violencia de Estado. Su historial de actividades contrarrevolucionarias incluía dirigir en su casa un centro de recreación para jóvenes con problemas. Por ello fue golpeada dos veces por turbas del gobierno. En 2010, bajo detención policial, sufrió una fractura de nariz.
Cuando agentes de seguridad la llevaron a su casa para ponerla bajo arresto domiciliario en anticipo de la visita del Papa, fue recibida por una turba enviada para amedrentarla. Su esposo, Ramón Alejandro Muñoz, había trepado al techo de la casa y gritaba arengas contra la dictadura. Dos vecinos se solidarizaron con la pareja. Fuerzas especiales de la policía entraron en acción y asaltaron la casa, disparando a Garro en la pierna con balas de goma. La pareja y los dos vecinos fueron llevados a la cárcel.
Dieciocho meses después, fiscales acusaron a Garro de atentado, desorden público y asesinato en grado de tentativa. Su esposo y un vecino, Eugenio Hernández, fueron acusados de asesinato en grado de tentativa y desorden público. La fiscalía busca una sanción conjunta de prisión de 10 años para Garro, 14 años para Muñoz y 11 años para Hernández.
Cualquiera que alguna vez haya leído sobre los falsos juicios soviéticos reconocerá la intención del gobierno. Los fiscales argumentan que Muñoz y Hernández estaban en el techo y sabían que un policía podría haber muerto cuando le lanzaron objetos para impedir que subiera una escalera para alcanzarlos.
El régimen alega que la pareja había estado planeando disturbios callejeros. Las "pruebas" confiscadas de su casa incluían botellas, machetes, acero corrugado y letreros de protesta en cartulina. El gobierno sostiene que contenedores con combustible encontrados en la vivienda eran cocteles Molotov.
Cualquier artículo casero o chatarra encontrados en una casa pobre de Cuba es considerado un arma cuando el Estado quiere condenar a un prisionero. Según su lógica, también debieron citarse un sartén y una plancha. Con buena puntería, también serían mortales. En lo que se refiere a los combustibles dentro de la casa, la hermana de Garro, Yamilet Garro, le dijo al periodista independiente Augusto César San Martín Albistur, que "los mechones eran para alumbrarse en los apagones que son bastante frecuentes en la zona". Para Castro, los artículos más peligrosos eran los letreros contra el gobierno.
El verdadero crimen de Garro es su negativa a rendir su alma al Estado. Eso la convierte en una cristiana ejemplar pero una revolucionaria terrible. El peligro que ella representa (para la dictadura) es demostrarles a los cubanos cómo ser las dos cosas a la vez.
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