China y Nicaragua
El Tiempo, Bogotá
Están a miles de kilómetros de distancia en orillas opuestas del Pacífico. Nicaragua tiene poco que ofrecer a Pekín, fuera de la payasada quimérica de un proyecto para construir una alternativa al canal de Panamá. Pero, a pesar de eso, ambos países tienen una relación cada vez más estrecha, promovida intensamente por el gigante asiático. ¿Qué le ven los chinos a esta nación centroamericana para que le paren tantas bolas?
La respuesta en el fondo es sencilla. Ambos países tienen agendas de expansión marítima, y de agresión a sus vecinos, muy similares. China ha desatado una campaña para volver el este y el sur del mar de China su patio trasero, pisoteando los derechos de otras naciones. Es lo mismo que pretende Managua en el Caribe.
En la actualidad, China reclama las islas Senkaku –un conjunto de ocho islas y cayos–, que han sido legítimamente controlados por Japón. Antes de que se supiera del potencial de recursos naturales de ese archipiélago, Pekín siempre se mostró indiferente al estatus geopolítico del área en disputa. Ahora –en su nuevo rol de poder regional y global–, los chinos quieren desconocer los tratados existentes entre los dos países que han determinado, sin ambigüedades y por generaciones, los derechos japoneses. Al igual que Nicaragua –que rechazó el Esguerra-Bárcenas, de 1928–, China desechó el Tratado de Shimonoseki, de 1895, y lo dispuesto por el Tratado de Paz de San Francisco, de 1951.
Ya se empieza a entender, entonces, tanto coqueteo con Managua. Comparten el mismo desdeño por los pactos firmados y el mismo aprecio por la combinación de todas las formas de lucha.
Las tesis que sustentan las aspiraciones chinas en Senkaku y las nicas en el Caribe son prácticamente idénticas. Managua sostiene que tiene derechos sobre las aguas al este del archipiélago colombiano. Ese exabrupto se basa en una falsa premisa geográfica: que no hay continuidad de plataforma continental entre Colombia y San Andrés. Igual argumentación, equivocada, plantea Pekín para decir que las islas en disputa y su zona económica no tienen conexidad geográfica con Japón.
Hacia el sur, China también se ha convertido en el matón del barrio. Los chinos reclaman prácticamente todo el mar que bordea los países del sudeste asiático, arguyendo, sin ningún fundamento, que el noventa por ciento de esas aguas les corresponden.
Esto los ha puesto en curso de colisión con Vietnam, Indonesia, Malasia, Filipinas, Brunéi y Taiwán. Los chinos pretenden ejercer jurisdicción marítima prácticamente hasta las propias playas de estos países, desconociendo la ley internacional, la historia y la geografía. Ya han estallado brotes de protesta violenta en los países afectados.
Nicaragua está haciendo lo mismo en Centroamérica y el Caribe. Sus irracionales pretensiones han puesto a Managua no solo en conflicto con Colombia. Ahora, envalentonados por el fallo de La Haya, también amenazan los derechos de todos los países ribereños del Caribe. Quieren quedarse con todo, al estilo de los chinos.
El año pasado China decretó ilegalmente una zona de defensa aérea militar tres veces superior a la que permitirían sus actuales fronteras y la hizo coincidir, precisamente, con sus aspiraciones territoriales y marítimas. Nicaragua también está comprando armas, preparándose para implementar por la razón o por la fuerza sus designios. Increíblemente, a pesar de estar a miles de kilómetros de distancia, el mar de China y el Caribe se parecen cada vez más. A nosotros nos corresponde apoyar a los países agredidos por los chinos y enfrentar, en todos los terrenos, a los nicaragüenses.
Díctum. ¿Por qué en los últimos días han tenido escondido a Álvaro Uribe?
- 28 de marzo, 2016
- 23 de julio, 2015
- 5 de noviembre, 2015
Artículo de blog relacionados
Por Verónica Spross Siglo XXI La carestía de la vida es preocupante porque...
16 de abril, 2008El Nuevo Herald La sacudida se sintió en ambas orillas del Atlántico. La...
29 de mayo, 2016Por Juan David Escobar Valencia El Colombiano Además de su grado en Derecho...
11 de octubre, 2007- 17 de septiembre, 2008