República
Hace unos días el Directorio de la Superintendencia de Administración Tributaria (SAT) dio a conocer la intención de contratar a una empresa que brindara asesoría y capacitación para aumentar la recaudación tributaria. Estas intenciones quedaron plasmadas en el dictamen 45-2014 en el cual argumentan que como no se ha logrado llegar a las metas fiscales acordadas es necesario contratar refuerzos para exprimir (o extorsionar) aún más a quienes ya pagamos impuestos.
Para llegar a esta, supongo, difícil y dolorosa decisión, los funcionarios y directivos de la SAT realizaron 12 viajes a Córdoba, Argentina con el propósito oficial de conocer los sistemas de control y recaudación en esa región. Doce viajes que además les ayudaron a pasar el “trago amargo” de su ineptitud con un Malbec. Doce viajes que nos costaron a los tributarios Q327,396 que muy bien pudieron ser aprovechados por quienes generaron esa riqueza en lugar de ser dilapidados por estos funcionarios viajeros.
El origen de este dictamen se inicia dos años atrás con las aprobaciones a “rajatabla” por los diputados del Congreso de los “paquetazos fiscales” que complicaron el pago de los impuestos; así como la aprobación “exprés” del presupuesto 2013 que hasta el mismo superintendente de la SAT en esa época cuestionó por lo irreal de las metas fiscales propuestas. Además, este año los diputados no contentos con haber metido la pata decidieron chapotear al aprobar dos ampliaciones presupuestarias por Q2,000 millones con cargo a los tributarios que hace aún más grave, por no decir irreal, la recaudación propuesta.
Si revisamos el total de ingresos tributarios netos de la SAT, éstos han ido en aumento todos los años; es decir, siempre han recaudado más (salvo el año 2009 donde cayeron un 5% respecto al año anterior). Entonces el problema no es la caída en la recaudación, ya que esta no ha caído.
Esta supuesta “falta de recursos” no es real ya que hay suficiente dinero para hacer bien las cosas. La recaudación de 2013 fue de Q46,335 millones, cantidad nada despreciable que nos ha costado generar. Hemos dejado de utilizar esos recursos en nuestra familia o empresas para entregársela a los políticos. Esos políticos que creen que pueden sacarnos aún más al plantear metas irreales de recaudación. Burócratas como María Castro, exMinistra de Finanzas y el presidente Otto Pérez Molina, así como la comparsa de diputados en el Congreso que aprueban sin mayor debate sus propuestas.
Todos los días podemos leer declaraciones de los burócratas que lamentan la baja recaudación y el dolor que les causa el sólo pensar en reducir los “programas sociales que tanto ayudan a la población”. Todo el tiempo hablan de la necesidad de obtener más recursos y de la falta de compromiso de los tributarios para lograr un mejor país.
Lo que no dicen es que esa supuesta “baja recaudación” es en relación a las insaciables metas propuestas por ellos en sus deseos por apropiarse cada vez más de lo que usted produce. Tampoco le dicen que “sufren” al imaginar que se quedan sin el dinero suficiente para cumplirle a la gente con quienes hicieron las negociaciones y las alianzas para llegar y si es posible mantenerse en el poder.
Mucho menos hablan de cómo se gastan ese dinero. La calidad del gasto es un tema tabú que sólo los “rebeldes e insensibles” cuestionan ante tanta necesidad. Por supuesto que obvian decirle la necesidad de quién están hablando: si de quienes buscan la forma legítima de generar riqueza o de quienes buscan acumular fortuna a través de la expoliación.
Si entendemos que el dilema de los políticos es recaudar más o robar menos, dejaremos de tragarnos el cuento de la baja recaudación.