Brasil no converge con el capitalismo avanzado
Lo esencial de lo ocurrido en el mundo en los últimos 15 años es el traslado del eje de la acumulación global de los países avanzados a los emergentes. De EE.UU./UE/Japón a China/India/Brasil.
En el mundo emergente reside ahora el núcleo de la demanda global y también la más alta tasa de crecimiento, actual y potencial, lo que atrae en gran escala la inversión transnacional, más allá de los niveles del mundo avanzado, cuna y origen de la acumulación capitalista. Esta es la globalización como fenómeno central de la época, desde que se extendió a los países emergentes a partir del colapso de la Unión Soviética y la unificación del sistema (1991).
En el capitalismo hay un proceso de signo inverso, de mayor importancia histórica todavía que la globalización. Es la convergencia (incremento de la productividad + alza del ingreso per cápita) de los países emergentes hacia los avanzados, cuya cabeza es EE.UU. (país-frontera del sistema), que alberga al núcleo de la innovación tecnológica y constantemente redefine el marco de lo posible.
Lo primero que se advierte en esta segunda tendencia es que dos de los tres principales países emergentes (Brasil e India) están afuera del círculo de convergencia; y que éste es liderado por el tercero (China), cuyos niveles de alza de la productividad y auge del ingreso per cápita (9%/8% por año, respectivamente) son más elevados que los de EE.UU. La tasa de crecimiento promedio de Brasil en los últimos 5 años es 2% anual (1,6% en 2014), coincidente con un nivel de expansión potencial de 2% por año, o menos, virtual estancamiento.
También la productividad ha cesado de crecer, sobre todo en la industria manufacturera (+1% por año a partir de 2007), lo que se ha convertido en la causa fundamental de su aguda desindustrialización.
Algo semejante ocurre en India. La tasa de crecimiento ha caído a la mitad en los últimos 10 años (5,5% vs. 10% anual); y la expansión potencial ha disminuido en forma equivalente.
El resultado es una tasa de inflación de 8,5% anual, arrastrada por un alza de los alimentos de 14% / 16% por año, y una virtual incapacidad para crear suficientes puestos de trabajo que permitan ocupar al millón de jóvenes que se incorporan todos los meses al mercado. De ahí el gigantesco crecimiento de la estructura de subsidios (alimentos, combustibles, transportes), que provocan un déficit fiscal de 4,5% / 5% del PBI.
El problema de Brasil (o India) no es el estancamiento, sino la exclusión del círculo de convergencia con la frontera tecnológica de la época. Esto ocurre en el contexto de una nueva revolución industrial en EE.UU., que torna cualitativo el abismo de competitividad con la manufactura brasileña.
Brasil se incorporó al proceso de globalización en 1994, cuando el Plan Real aplastó la hiperinflación. Luego ratificó esa incorporación con el punto de inflexión que fue la “Carta ao povo brasileiro” de Lula en la campaña electoral de 2002. Lo que no llegó todavía es un punto de inflexión en la convergencia con los países avanzados, divergencia que destina a Brasil a una creciente irrelevancia.
El sector transnacional es el factor fundamental de convergencia de China (representa 25% del PBI industrial, más de 60% de las exportaciones y su nivel de productividad es 9 veces superior al de la economía doméstica). La característica de la segunda globalización (1950-1991 y ss.) es el papel primordial que cumplen en ella las ETN’s, que en la primera (1870-1914) no existía, y la forma esencial de acción de éstas ETN’s es la inversión directa (IED) de “tipo vertical”, que las integra a las cadenas globales de producción, núcleo estructural del capitalismo en el siglo XXI. Dos de los tres grandes países emergentes están afuera del proceso de convergencia, y uno de ellos lo encabeza. La cuestión de lo que va a ocurrir con los dos excluidos (Brasil e India) es el problema central de la política internacional de la segunda década del siglo.
- 23 de enero, 2009
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