Starbucks y el chovinismo idiota colombiano
Llegó Starbucks a Colombia. Otra empresa, de las cientos de empresas internacionales, que llegan al país en busca de negocios. Esto generó una serie de burlas, insultos y demás por parte de un grupo de colombianos, dentro de los que se encuentran los famosos chovinistas o patrioteros a morir, contra otro grupo de colombianos que fue a hacer cola para tomarse un café o consumir otro tipo de producto, pues Starbucks no es sólo café.
Esto me recuerda unas vacaciones en Sapzurro en el Chocó, un corregimiento alejado de las urbes clásicas de cualquier departamento promedio colombiano. Allí había varios lugares para comer, pero me sorprendió uno cuyo dueño era un alemán.
En este lugar cortaban la energía eléctrica a media noche y llegaba al otro día más o menos a las 11 a.m. Sí, aunque no lo crea, en este país feliz hay sitios donde cortan la luz porque no hay infraestructura. Y si Yopal, capital petrolera con miles de millones en regalías no tiene agua potable, imagine cómo son los servicios en un lugar tan recóndito como Sapzurro.
Aún así, el restaurante del alemán estaba ordenado, siempre había comida disponible, tenía planta eléctrica y, lo mejor, internet inalámbrico. En el otro restaurante, cuyo dueño era un colombiano, nativo de esa tierra, no había toda la comida que se ofrecía, sus condiciones de limpieza eran cuestionables y cuando no había luz simplemente no abrían. Adivinen cuál lugar escogí para comer, así sus precios fueran más altos.
No faltará el que me grite ¡Maldito apátrida, falto de identidad nacional tricolor!, porque escogí ir todos los días a donde el alemán a comer, a tomarme un coctel o a conectarme a internet, en vez de ‘dejar mi platica’ con las empresas colombianas. Apoyar lo nuestro. Tener sentido de pertenencia con el país.
Si usted es los que insulta y critica a todo aquel que no escoge productos colombianos o que no sigue la conocida frase: Colombiano compra colombiano, me permito preguntarle ¿En qué mundo vive usted? ¿Conoce el concepto de globalización? ¿Todos los productos que usted consume y compra, incluso la ropa interior que tiene en este momento, son hechos en Colombia? ¿Ha salido del país, y ha tenido la oportunidad de conocer un poquito más allá del Cabo de la Vela, el Orinoco, Buenaventura o Leticia? Y si no ha podido viajar, por causas entendibles, ¿ha por lo menos visto documentales, de cómo es la vida por allá? ¿Qué se produce y qué se consume allá? ¿De pronto ver programas de cocina internacional, infraestructura, turismo internacional? Si aún haciendo todo esto mantiene alto su sentido de identidad nacional, pues permítame felicitarlo. ¡Usted es todo un patriota! Admirable su nacionalismo, su pertenencia hacia esta tierrita que lo vio nacer. Saque pecho y cante el himno nacional.
Déjeme recordarle, por favor, que toda persona está en su derecho de escoger lo que quiere comer, vestir o usar sin importar de qué país venga. El respetable derecho a elegir libremente.
Hay gente que le encanta Starbucks; A otros Juan Valdez. Unos rumbean en Andrés D.C. , otros en Cuadra Picha. Hay hinchas de Nacional y de Millonarios. Otros siguen al Real Madrid o al River Plate. Hay ateos, católicos, musulmanes y demás. ¿Y? ¿Cuál es el problema? ¿Por qué sufre? ¿Acaso ellos compran esos productos con su plata? Si alguien quiere ir a pagar más por un producto, pues que lo pague. Bien por ellos.
“¡Es que son arribistas!”, dicen unos.
“A gastarse la plata que no tienen”, dicen otros.
“Quieren sentirse ‘gommiyuppies’ porque van a Starbucks”, agregan otros.
“Partida de pendejos, faltos de identidad”, vociferaban unos.
Y la incoherencia era del nivel: “¡Es que yo no le doy mi plata a multinacionales gringas!”. Y publicaban esto en sus redes sociales desde un iPhone 5s.
Insultos y burlas iban y venían. Destaco esta: “Gente tan pendeja que paga por el mismo tinto hasta ocho veces más”. Yo le pregunto mi querido compatriota: ¿Ha hecho la cuenta del porcentaje de sus ingresos que usted paga como impuestos, frente al que pagan algunas multinacionales? Vaya averigüe y luego debatimos el concepto de pendejo.
Iguazo, bruto, imbécil, ignorante, falto de identidad y demás agravios contra el que escoge diferente. Incluso leía perlas como ‘campesino’ o ‘indio’. ¡Hágame el (inserte aquí el insulto) favor. En su ignorancia escogida demeritan a la población campesina e india colombiana.
Según la ideología de estos personajes, uno debe crecer y morir en el lugar que nació, siempre consumir productos colombianos. Ser hincha del equipo donde nació y hacer respetar la tierra a como dé lugar. Y el que no lo haga es un maldito apátrida, falto de identidad, a quien se le debe aplicar el ostracismo para que nunca regrese. Colombia para los colombianos de alma, vida y sombrero ‘vueltiao’.
¿Entonces qué hacemos con quienes decidieron dejar el país para buscar mejores horizontes? Porque claramente los hay. ¿Les cancelamos el pasaporte? ¡Fuera de aquí, malditos anticolombianos! ¡Colombia no los necesita!
Ese chovinismo idiota que comienza insultando al otro porque escoge diferente, es en algunos casos y en extremos peligrosos, el mismo que termina derribando aviones.
Hay productos colombianos reconocidos en el mundo, mas no somos un país que produce de todo, y de excelente calidad, por eso importamos. Pero de ahí a decir que todo producto colombiano es la maravilla, es simplemente una idiotez de proporciones gigantescas. Compare un carro hecho en Colombia con un Audi. ¡Ah! verdad que aquí no construimos carros, apenas los ensamblamos.
Fácilmente en nuestros hogares hay productos de 20 países diferentes o más. Usted puede desayunar con leche del Perú, almorzar con carne de Argentina y comer pan árabe. Ese mismo día, usted viste ropa hecha en India, publica sus estados en Facebook en su Iphone estadounidense, va a su trabajo en Transmilenio (buses suecos) o en su carro japonés. Antes de trabajar se toma un café colombiano, ve las noticias en un televisor coreano, degusta un chocolate suizo, mientras hace una videoconferencia a través de Skype (Aplicación estadounidense). Usted es un pequeño mundo andante.
Hay gente que ama a morir este país. Muy bien. Pero también hay gente que no le gusta Colombia. ¿Cuál es el problema?
Bienvenida la competencia, el mejor servicio, la calidad y el precio, entre otras variables por competir en un mundo cada vez más interconectado.
No tengo problema en que ame su país, sea nacionalista y compre 100% colombiano. Pero respete a las personas que no lo hacen. Simple. Hay que querer y apoyar a Colombia, pero siendo más realista y menos nacionalista.
Me identifico con Albert Camus: “Amo demasiado a mi país para ser nacionalista”.
¡QUÉ LEJOS ESTAMOS!
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