El cuento de “La Buena Pipa’ versión kirchnerista
Lo que parece no es, y lo que es lamentablemente muchos no lo quieren ver. Hay ceguera colectiva, pero también hay negadores de una realidad inexpugnable. El relato es siempre más grato, más fascinante. Pese a las críticas, ¿quién no querría vivir en el “país de Cristina”?
Pero el golpe con la realidad, antes o después llega, y entonces hay que volver a ponerse de pie, y decidir hacia adonde se quiere ir. ¿Lo sabe la sociedad argentina? A veces pareciera que la ignorancia no está en el equipo económico, sino del lado de afuera de Balcarce 50 y va desde Tierra del Fuego hasta la Quiaca.
Estos días recordaba cuando, en época de colegio, nos vendían por TV una suerte de bolsitas que contenían ‘sabrá Dios qué“. Era algo minúsculo, que habían bautizado como “Sea Monkeys“. Se suponía que poniéndolos en agua obtendríamos en breve, una especie de monitos o mascotas con vida propia, pero nunca conocí a nadie que los haya podido ver. Sin embargo, fueron suceso, comprábamos una y otra bolsita porque capaz que habíamos hecho algo mal e intentábamos una vez más.
Ese recuerdo vino a colación de lo que ahora, ya adultos, estamos viviendo: otro cuento. No puede negarse la perversidad del gobierno pero ésta es directamente proporcional a la q Encendió la luz y organizó una puesta en escena con los ingredientes, no sé si del sainete o de la tragedia.
Pero no hay espectáculo sin espectador. Y hemos comprado la entrada para ver esto que pasa. Estamos escuchando la versión kirchnerista del cuento de La Buena Pipa, pendientes de algo que no va a suceder tal como lo quieren hacer creer. Al suspenso, Cristina también lo maneja con pericia. Lo que no va a suceder es un desenlace a fin de mes, en esa fecha límite para definir si Argentina se convierte en Hamlet, y se esclarece su duda existencial: “Ser o no ser>”.
No, ni Shakespeare hubiese podido contar esta historia maniquea donde hay economistas, jueces, mediadores, comitivas, exceso de idas y venidas para saber si estamos camino a la hoguera o si acaso tenía razón ese ex mandatario que llegó para apagar el fuego, y de paso nos condenó al éxito.
Tal vez no sea tan grave si a veces parece que no sabemos cuál de las dos opciones es mejor ni cuál queremos. La telenovela nos atrapó. El país se paraliza frente a los medios de comunicación como cuando jugó la final con Alemania, la selección.
Hoy estamos mirando un partido entre el “default” y el “no default”. La mandataria logró su cometido, el Mundial no terminó. Necesitaba extenderlo en tiempo y espacio para poder salir del laberinto donde se había metido. No encontró un Minotauro, ni ella era Ariadna como para esperar a Teseo que la salvara. Es más, Teseo es Boudou, y la enreda con sus lianas.
Somos barras bravas en la cancha, mirando la pelota pasar. Pero el partido se arregló hace rato en los vestuarios. El árbitro va a marcar el penal que dará un ganador en el momento exacto, ni antes ni después. Y ¿quién es el árbitro? Nuestra jefe de Estado. Todo ha sido pautado.
El tema de los fondos buitre, en la cabeza de la Presidente, se ha cerrado hace rato. Lo que vemos es una obra de teatro, un montaje con actores malos que encima aplaudimos y ovacionamos. En el entreacto, los utileros cambian la escenografía y se repasan libretos.
Cuando el telón vuelve a subir, imaginamos estar viendo algo nuevo, pero lo novedoso es apenas maquillaje y papel maché que se puede caer en cualquier momento. No se requiere un tsunami, alcanza con un mero soplido de viento. Cuando eso suceda, sabremos si la princesa despierta o sigue en su sueño eterno.
En síntesis, ahí veremos si alguna ventaja, – aunque más no sea una propina para el mozo -, consiguió la artífice de la trama. En ese caso, los festejos no tendrán nada que envidiar a “La Fiesta Inolvidable” de Peter Sellers, porque también acá hay espuma y hay elefante…
De lo contrario, si se ha fracasado, la protagonista dirá que una conspiración internacional magnetizó la pelota para que no entre en el arco. Y eso que ella tenía su penal negociado pero, últimamente, las cosas no le salen como pretende. Entraremos en la absurda dicotomía de colonia o soberanía, patria o imperio, con neoliberales destituyentes envidiando la “década ganada” que el kirchnerismo nos vendió para el bolsillo del caballero o la cartera de la dama.
Así, volveremos a casa, y pondremos en agua a los “Sea Monkeys” para ver si esta vez, aparece ese ser viviente redentor que nos prometieron en televisión, y que esperamos desde tiempos remotos. Pareciera, de pronto, como si la política argentina fuese un cuento que nunca termina.
Y “Había una vez…”
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