Lenguaje atolitario
Republica, Guatemala
Hace unos días en mi programa de radio en libertopolis.com, hablamos sobre el lenguaje totalitario. El cual, según mi invitado Antón Toursinov, quienes utilizan este lenguaje se caracterizan primero por identificarse bien con el público, conocer profundamente sus necesidades, utilizar metáforas; usan en sus discursos temas importantes para su audiencia como la delincuencia, genocidio y pobreza, entre otros.
Segundo, victimizarse constantemente usando el “nosotros” para que el público se identifique con el político. De esta forma se puede crear un nosotros (político incluido) contra un tercero opositor (persona, partido, grupo) que representa un peligro, por lo general imaginario.
Y por último, proponer soluciones en las cuales el “yo salvador” surge casi necesariamente representado por un político o partido; quien hace creer a su público que sólo él tiene la solución. Si pudiéramos simplificarlo sería algo parecido a: Yo los entiendo, Yo soy como ustedes, Yo tengo la solución.
Con estos elementos puedo concluir que es una forma eficaz de darnos atole con el dedo como decimos coloquialmente. ¿Cuántas veces no hemos oído esta frase y nos sentimos inmunes de sucumbir ante ese engaño? Pues bien, resulta que la mayor parte del tiempo los políticos utilizan lo que he llamado el “lenguaje atolitario” para comunicarse con nosotros.
El “lenguaje atolitario” es el medio de comunicación que utilizan los políticos para obtener más poder con la excusa del bien común, es una mezcla de darnos atol con el dedo y el totalitarismo.
El “lenguaje atolitario” lo puede identificar cada vez que un político le dice que necesita más dinero y poder para ayudar a los más necesitados; cuando le dice que entiende sus necesidades por eso se baña en la pila, visita hospitales, camina en los mercados, da conferencias en universidades, usa trajes indígenas para demostrarle que es igual a usted y por eso no sólo lo entiende sino que sabe qué es lo mejor para su vida.
El “lenguaje atolitario” también lo puede identificar cuando el político dice que defenderá los recursos naturales propiedad de todos y que sólo servirán para beneficio de la nación, también cuando asegura que la educación y la salud serán gratuitas.
El “lenguaje atolitario” ha permeado tanto en nuestra cultura que pretende convertir la solidaridad en algo impuesto, que quienes no se dejan extorsionar por el Estado y después cobran lo que es suyo son “buitres”, que llama traidores a quienes cuestionan o limitan el uso del poder de los gobernantes, que quienes no saben obedecer órdenes es porque no fueron bien educados (educación por cierto a cargo del gobierno).
El truco en el uso del “lenguaje atolitario” consiste en hacer creer que todo lo que se hace es por el bien común. Si debe entregar parte de sus ingresos al gobierno a cambio de servicios que nunca usará, no importa es por el bien de todos. Si lo que necesita es seguridad y justicia para disfrutar de lo que es suyo, eso puede esperar porque hay otros asuntos más importantes que atender.
Muchas veces el “lenguaje atolitario” es tan sutil que vamos perdiendo nuestros derechos sin darnos cuenta, como cuando nos impiden comprar lo que deseamos mediante leyes que dificultan sino es que impiden la importación o mediante impuestos o aranceles con la excusa que es por el bien de su salud o por el medio ambiente.
Por medio del “lenguaje atolitario” creemos que somos afortunados cuando sólo nos roban el celular, cuando llamamos “suertudo” a quien obtiene permiso para trabajar, construir o circular por solo mencionar algunos.
El éxito del político que utiliza el “lenguaje atolitario” es proporcionalmente inverso al uso de la razón de su público. Entre menos piense, razone o cuestione el votante; más exitoso será el político “atolitario”.
Al final me pregunto ¿Qué tan invento mío será esto del “lenguaje atolitario”?
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