‘El ser humano sobre el capital’
Una falacia común en debates es aquella del hombre de paja, mediante la cual no refutas los verdaderos argumentos del oponente sino que te inventas argumentos fáciles de rebatir –el “hombre de paja”, los derribas y se los atribuyes al oponente–. Veamos cómo funciona en el caso del mentado eslogan.
Resulta extraño que al liberalismo clásico, aquella corriente que históricamente ha defendido no solo la libertad política y civil de los individuos sino también su libertad en el ámbito económico, se le endilgue la postura de ignorar al ser humano. ¿Por qué? Los más destacados economistas del liberalismo clásico siempre utilizaron como punto de partida para su análisis la misma unidad: el individuo. Fueron otras corrientes colectivistas –socialismo, fascismo, corporativismo, etcétera– las que desviaron el enfoque desde el individuo hacia lo que Jorge Luis Borges consideraba como “meras comodidades intelectuales”: las clases sociales, las nacionalidades, las naciones-estado, etcétera.
Por ejemplo, Adam Smith en su obra más conocida, La riqueza de las naciones, indica que “cada individuo” por su conocimiento de “la situación local” es mucho mejor juez que “cualquier estadista o legislador” para determinar a qué especie de industria destinar su capital. Este concepto lo desarrollaría con mayor precisión siglos después el premio nobel de economía Friedrich A. Hayek en su ensayo clásico El uso del conocimiento en la sociedad.
Pero las raíces del liberalismo de mercado y su enfoque en el ser humano vienen incluso desde antes y de otra parte. Ya en la España del siglo XVI surgió la Escuela de Salamanca que cambió radicalmente para siempre la economía proponiendo la teoría subjetiva del valor, que establece que el individuo es quien le da valor a las cosas. Uno de los pensadores de esta escuela, Diego de Covarrubias decía que “Las cosas valen por la estimación que le dan los hombres, aunque dicha estimación sea disparatada”. Nuevamente, el ser humano al centro de la cosa.
Precisamente porque a los liberales clásicos les ha interesado siempre el individuo es que consideran importantísima las ganancias y pérdidas que resultan del proceso de mercado. El economista austriaco Ludwig von Mises explica en su tratado económico –coincidentemente titulado Acción humana– que “Las ganancias y las pérdidas son mecanismos mediante los cuales los consumidores ejercen su supremacía en el mercado”. Mises agrega que “En la ausencia de las ganancias y las pérdidas el empresario no sabría cuáles son las necesidades más urgentes de los consumidores”. Finalmente concluye que lo que resulta en bienes útiles no es el esfuerzo físico por sí solo, “sino el esfuerzo físico hábilmente dirigido por la mente humana hacia determinado objetivo”.
Así podemos ver que el individuo importa muchísimo en la economía de mercado. Es el mejor conocedor de las inversiones que convienen realizarse porque tiene conocimiento privilegiado de su situación y de los intereses de quienes lo rodean, es el mejor juez de lo que le conviene adquirir con sus dólares, también es quien le da valor a las cosas. Son las demás corrientes las que pretenden superponerse ante las decisiones libres de los individuos dándole poder a un selecto grupo de supuestos iluminados para que nos digan al resto de los mortales cuánto, cómo y qué producir y consumir.
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