Argentina: El gobierno reconoce su incapacidad para solucionar la crisis
Viendo que se les viene la noche desde el punto de vista económico, no sorprende que Kicillof, sin que se le mueva un pelo y sin ponerse colorado, acaba de afirmar, en el Consejo de las Américas, una especie de show oficialista que anualmente organiza la Cámara Argentina de Comercio comandada por el antes ultramenemista Carlos de La Vega y ahora ultrak, que: &"la economía mundial no arranca, y las exportaciones de Argentina, y de todo el mundo, se ven afectadas&". Es Realmente de un descaro nunca visto el tipo de afirmaciones que hacen los funcionarios k para no hacerse cargo de los destrozos económicos que han hecho y siguen haciendo.
¿De qué se queja Kicillof si los k tuvieron la suerte de tener un precio promedio, remarco la palabra promedio, de la soja que fue algo más del doble del que tuvo De la Rúa? Ni teniendo un precio promedio de la soja que más que duplicó el de De la Rúa pueden sostener este inviable modelo que, por definición, tiene el germen de su propia autodestrucción y cada vez en forma más acelerada.
El kirchnerismo siempre negó que fuera el viento de cola externo el que ayudó a sostener tantos años de populismo. Es más, siempre insistieron en el modelo de sustitución de importaciones y en que el consumo interno era el gran motor del crecimiento del modelo. ¿Cuál es el problema que tiene ahora con el mundo si el modelo es vivir con lo nuestro y solo consumir lo que se produce internamente?
La realidad es que lo de Kicillof es una descarada mentira porque EE.UU. acaba de crecer el 2,5%, China el 7,5%, Inglaterra el 3,2%, Eurozona 0,7%, Australia 3,5% y nosotros vamos de cabeza a un -4%. No es la crisis mundial que afecta el precio de la soja, es que EE.UU. está teniendo una cosecha récord. En EE.UU. invirtieron y acá ni sembrar maíz es negocio. O, puesto de forma más crítica, si en el país del trigo producir trigo no es negocio, ¿qué queda para el resto de los sectores productivos?
Al kirchnerismo le está pasando lo mismo que le pasó a todos los ensayos populistas de los últimos 40 años. Usaron el tipo de cambio como ancla contra la inflación y terminaron con una crisis del sector externo y fiscal.
Lo mismo que ahora hace el kirchnerismo lo hizo José Ber Gelbard en 1973 con su famosa inflación cero que terminó en el rodrigazo. A Martínez de Hoz le ocurrió lo mismo con la tablita cambiaria, el plan austral también saltó por los aires al combinar inflación con tipo de cambio anclado. El plan austral fue sustituido por el plan primavera, que también ancló el tipo de cambio y terminó en la hiperinflación. La convertibilidad ya sabemos qué pasó, aunque este caso da para otro debate, y no veo ninguna razón para que ahora no terminemos en otra crisis tan grave o, tal vez más grave, que la de 2002.
Todos estos planes populistas tuvieron como característica principal el déficit fiscal producto del aumento del gasto público. El déficit fiscal, financiado con emisión monetaria, generaba inflación que deterioraba el tipo de cambio real afectando el sector externo, es decir, al caer el tipo de cambio real se castigaban las exportaciones y se estimulaban las importaciones. Aclaremos que el tipo de cambio real no bajaba porque se producía un fenomenal ingreso de capitales producto del optimismo inversor. Caía porque por la inflación subía más rápido que el tipo de cambio nominal. Unos sostuvieron la ficción del dólar barato con controles cambiarios, otros con endeudamiento externo y estos con el cepo y otras medidas arbitrarias.
Ahora bien, en el caso particular de este modelo tiene una dinámica tan perversa que ya es inevitable el estallido. Eso está fuera de discusión. Lo que está en debate es si le estalla al que armó este desastre, es decir al kirchnerismo, o al próximo gobierno.
¿Cuál es esa dinámica perversa? Como este gobierno ya no tiene chances de generar la más mínima confianza, los únicos dólares que pueden ingresar son los que provienen de las exportaciones. Las exportaciones vienen cayendo al 10% anual, entre otras causas, por la caída del tipo de cambio real. Pero como el gobierno está decidido a anclar el tipo de cambio, por este lado no tiene solución. Por el contrario, tiene más problemas.
Es que al tener cada vez menos dólares por la caída de las exportaciones, cada vez se pueden importar menos insumos. Se estima que hay unos U$S 4.000 millones de importaciones ya realizadas que todavía no fueron pagadas. Algo así como el viejo chiste que dice: mándame la mercadería hoy que mañana te mando el cheque. Y el cheque nunca llega. Estamos, por decirlo suavemente, entrando también en una especie de default comercial. El Central no autoriza los pagos de importaciones realizadas.
Al faltar insumos los productores locales pueden producir cada vez menos. La actividad económica cae, entonces, por falta de insumos, por la caída del salario real que lleva a consumir menos y por falta de inversiones. Al caer la actividad económica disminuye la recaudación en términos reales. Como al mismo tiempo el gobierno sigue subiendo el gasto público, el déficit fiscal aumenta. Esto quiere decir que el Central tiene que emitir cada vez más moneda para financiar al tesoro, produce más más inflación, cae más el tipo de cambio real y desestimula más las exportaciones. Es decir, cada vez se achica más la cantidad de dólares que entran por exportaciones, que es la única vía de ingreso de divisas que hoy le ha quedado al kirchnerismo.
Así, la economía argentina entra en tirabuzón. El déficit fiscal produce inflación, la inflación hace caer el tipo de cambio real, esto conduce a menos exportaciones. Al haber menos exportaciones hay menos dólares para comprar insumos. Faltan insumos y se produce menos, al producirse menos hay menos actividad, menos recaudación tributaria, más déficit fiscal, más emisión, más inflación y así sigue la historia con más desocupación y caída del salario real.
Por eso Kicillof abrió el paragüas y dijo que la crisis internacional impide que las políticas de estímulo internas tengan efectos. Ya le está echando la culpa al mundo por la crisis económica que generaron ellos mismos y ahora no quieren hacerse cargo.
Es más, Kicillof habló de una eventual suba de la tasa de interés en EE.UU. que puede afectar el tipo de cambio en Argentina. Si subiera la tasa de interés en EE.UU. se produciría el flye to quality, o vuelo a la calidad. Los inversores financieros llevan sus capitales a EE.UU. y los retiran de los países emergentes. El punto es que acá no viene un dólar ni por casualidad, de manera que el fly to quality no nos afecta. Pero para el relato político sirve el argumento para zafar cuando no haya más alternativa que devaluar. La culpa será, en ese caso, de la Reserva Federal de EE.UU. que habrá subido la tasa de interés y no de las enormes inconsistencias de esta impresentable política económica.
En síntesis, por las declaraciones de Kicillof todo parece indicar que están poniendo las barbas en remojo porque saben que se les viene la crisis económica encima y en boca del mismo Kicillof dicen que no tienen solución a la crisis que viene porque, como corresponde al relato, la culpa nunca es de ellos.
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