Apuntes sobre la oposición cubana
A pesar de las cinco largas décadas transcurridas desde el establecimiento en Cuba de un régimen que ejerce un estricto control sobre la sociedad, en la isla nunca han faltado opositores que hayan pagado con exilio, cárcel o vida su rechazo a la dictadura.
Lamentablemente los antagonistas de la dictadura, por las limitaciones que impone la represión, no han podido vertebrarse como una oposición que pueda significar para quienes no simpatizan con el régimen, una alternativa de cambio.
Para convertirse en oposición viable una de las tareas fundamentales es difundir las nuevas propuestas entre los sectores descontentos. Propuestas concretas sobre aspectos que afectan a la ciudadanía y que el gobierno no resuelve.
Otra función es interpretar las necesidades de la población hasta transformarlas en reivindicaciones sociales que mutarán a políticas por las acciones represivas del gobierno.
El opositor tiene que sembrar la esperanza en la población de que los cambios son posibles, insuflarles confianza en el futuro, convencer al individuo de que serán los protagonistas del futuro y que deben actuar en consecuencia.
Bajo un régimen como el cubano la oposición no cuenta con patrimonios propios y en consecuencia la dictadura la criminaliza por acceder a recursos que le pueden ser provistos desde el exterior.
Los medios de comunicación están sometidos al control absoluto de las autoridades, lo que dificulta la promoción de ideas y liderazgos alternativos y la convocatoria a actividades contestatarias que a la vez que envían un mensaje crítico al régimen, consolidan la esperanza de alcanzar un futuro promisorio entre los participantes.
La existencia de miles de litigantes no los convierte en oposición. Sus propuestas aunque estén recogidas en proyectos y respaldadas por otros opositores, no serán factores determinantes si la población no las conoce y se siente en la necesidad de debatirlas.
Para que la oposición se convierta en una alternativa creíble es mandatorio que cuente con una base popular por pequeña que esta sea. El debate, la discusión y la confrontación cívica ayudan al fortalecimiento de las ideas y a reducir el control que las autoridades ejercen sobre el ciudadano.
El opositor debe ser un ciudadano responsable con los deberes que ha asumido. Su conducta, manera de vestir, expresarse y hasta sus posibilidades económicas, serán desde la perspectiva de sus enemigos y de sus vecinos, un factor importante para enjuiciar las ideas que defiende.
Ganarse la confianza del vecino y lograr no ser considerado un “loco” o “Quijote”, por sus conciudadanos es muy importante. El opositor tiene que estar incorporado a la gente de su entorno, no aislarse, porque si no logra convencer de sus propuestas a los vecinos, es prácticamente imposible que estos se sumen a un proyecto que demanda el concurso de muchos.
El trabajo es arduo y muchas veces en solitario, pero mientras los partidarios de propuestas alternativas a las oficiales no reúnan un número considerable de personas, las posibilidades de llegar a ser una amenaza para la estabilidad de la dictadura, y en consecuencia un factor capacitado para acceder al poder, estarán en negativo.
Es cierto que en Cuba las condiciones para alcanzar lo anteriormente señalado son precarias. Los partidos políticos están prohibidos, también organizaciones independientes de la sociedad civil; la constitución no reconoce el derecho de disentir y menos de hacer oposición, la prensa está presa, y las posibilidades de usar las modernas redes sociales para difundir la realidad están muy restringidas.
En el mismo 1959 la dictadura demostró conocer que para imponer el totalitarismo tenía que destruir el entramado social independiente. Primero prohibió los partidos políticos, dividió a los organismos de la sociedad civil y después los exterminó.
El gobierno es consciente de que conservará el poder mientras un número importante de ciudadanos no participe en la demanda de reivindicaciones sociales y políticas; por eso obstaculiza la formación de una sociedad civil independiente, como lo demostró con la oleada represiva del 2003 en la que los objetivos fundamentales fueron las organizaciones independientes de periodistas, pedagogos, bibliotecarios, sindicales y otras similares.
Los opositores que están en la isla tienen en el presente la posibilidad de viajar y en consecuencia de llevar a la isla nuevas ideas y propuestas, pero deben esforzarse porque el ciudadano medio no vea esa posibilidad como un privilegio similar al que disfrutan los funcionarios del gobiernos.
Deben buscar la fórmula que esta ventaja ganada y que beneficia en mucho su labor contestataria, no les aísle de la gente común. El compañero que ya es ciudadano pero que todavía no lo sabe, debe contar con ejemplos de personas abnegadas, que actúan por principios y no por conveniencia, como los funcionarios de la dictadura.
El autor es periodista de Radio Martí.
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