Ancap y PetroEcuador: Ejemplo perfecto de la hipocresía sobre la integración latinoamericana
El liberalismo clásico, a diferencia de otras corrientes de pensamiento, no es mesiánico. Es decir, no pretende crear un “mundo nuevo” integrado exclusivamente por “hombres nuevos”. Por el contrario, se esfuerza por analizar objetivamente a la naturaleza humana. Le interesa la persona tal como es y no como debería ser en un mundo utópico, por lo que sus diagnósticos son más certeros y redundan en un mayor bienestar para la población en general.
En función de esa posición filosófica es que grandes pensadores liberales como Ludwig von Mises han desarrollado la teoría de la acción humana o praxeología. Esta disciplina estudia el proceso que rige el accionar humano extrayendo axiomas, que por definición, son inmutables.
Uno de esos principios establece que los individuos eligen fines y buscan los medios más adecuados para conseguirlos. Además, que un mismo medio sirve para alcanzar objetivos diferentes. Cuál de ellos es el que mueve a cada uno, es algo que sólo la persona puede saber, pero estará intrínsecamente unido a su escala de valores. En definitiva, lo que impulsa a las personas a actuar es su interés personal, que no tiene por qué ser necesariamente material, aunque frecuentemente lo es.
La mayoría de los Gobiernos latinoamericanos se encuadran en ese grupo que pretende disimular el verdadero motor de sus actos con palabras altisonantes. Se presentan a sí mismos como personas que encarnan una moral más alta que el “materialismo” que impregna a la cultura capitalista.
Sin embargo, el paso del tiempo suele dejar al descubierto que su naturaleza es exactamente igual que la de los demás seres mortales —excepto que cuando alguien trata de disimular su verdadero objetivo, las cosas suelen ser mucho menos “cristalinas”.
Un ejemplo de esto salió recientemente a la luz pública en Uruguay con respecto a ciertos negocios realizados por la Administración Nacional de Combustibles, Alcoholes y Portland (Ancap), la monopólica petrolera estatal.
Todo comenzó en marzo de 2010, cuando el presidente de Ecuador Rafael Correa vino a Uruguay para participar de la toma de posesión de José Mujica. En esa ocasión se dio a conocer un convenio firmado entre ambos países, según el cual Petroecuador proveería de petróleo a Ancap a cambio de que lo refinara y devolviera a Ecuador combustibles y derivados. La razón del trato es que ese país andino no tiene capacidad para refinar los derivados necesarios para satisfacer su demanda interna. En consecuencia, suscribe alianzas estratégicas con los Gobiernos amigos.
Fue en ese contexto que Correa y Raúl Sendic —en ese entonces ministro de Industria, Energía y Minería y luego hasta hace poco, presidente de Ancap durante la administración de Mujica— decidieron realizar un gesto simbólico del “nuevo mundo” que los respectivos Gobiernos estarían construyendo.
En una conferencia de prensa conjunta, Correa expresó que el referido contrato “es parte de la liberación de América de sacudirnos la dependencia”. Señaló que el acuerdo Ancap-Petroecuador permitiría hacer transacciones de Estado a Estado, y así eliminar la intervención de intermediarios como Transfigura, una transnacional holandesa acusada de corrupción en negocios con petroleras estatales en varios países de Latinoamérica y África.
Por su parte, Sendic —actual candidato a vicepresidente en las elecciones nacionales de octubre por el partido oficialista Frente Amplio— afirmó que el acuerdo entre ambas compañías estatales tenía un “fin superior”, que era la “integración latinoamericana” para “independizarse” de los intermediarios gracias a “la amistad que existe” entre Gobiernos de la región.
Pero hoy sabemos que entre el discurso “virtuoso” y las acciones de Sendic hay un abismo. En ese mismo 2010, y a espaldas de Ecuador, el Directorio de Ancap firmó un convenio con la propia Transfigura para que hiciera la intermediación entre Petroecuador y su empresa.
Es relevante señalar que esa compañía estaba suspendida para operar en Ecuador. Durante los años 2010 y 2011 decenas de embarques de petróleo (20,3 millones barriles) salieron de ese país andino con destino a Uruguay, pero sólo dos llegaron a Montevideo. El resto fue vendido por Transfigura a petroleras de Estados Unidos.
Congresistas de la oposición ecuatoriana descubrieron el engaño y acusaron a Correa de haber permitido la realización de negocios turbios. A raíz de lo ocurrido, el 24 de diciembre de 2011 Correa declaró públicamente en Guayaquil que “con Ancap ya no vamos a renovar el contrato porque la idea era darle nuestro crudo para que refine […] y la empresa uruguaya empezó a intermediar nuestro petróleo”. Cuatro días después, Petroecuador anunció la cancelación del contrato porque Ancap “no respetó el espíritu del acuerdo”.
A lo largo de todo este proceso, el único director de la petrolera uruguaya que dejó constancia de su malestar con respecto a la alianza Ancap-Transfigura fue Carlos Camy, quien pertenece a la oposición. Reclamó que el Tribunal de Cuentas hiciera una auditoría “operación por operación” de todas las efectuadas con Ecuador. Hasta el día no se realizó.
Además, gran parte de la información relacionada con este negocio quedó en manos del propio Sendic, quien pidió “discreción” sobre una denuncia concreta presentada ante el Directorio de Ancap, que no fue investigada por ningún organismo de contralor externo a la empresa.
A todo esto, ¿quién se benefició con toda esta maniobra? ¿La integración y hermandad latinoamericana? ¿Los consumidores uruguayos?
La respuesta a la primera interrogante es obvia. Con respecto a la segunda, es claro que no fue el pueblo uruguayo, dado que tenemos los combustibles más caros de la región. Por si eso fuera poco, en el ejercicio 2013, durante la presidencia de Sendic, la petrolera estatal perdió alrededor de US$500.000 por día y se endeudó con bancos por montos millonarios.
Aparentemente, el único que obtuvo réditos de su presidencia en Ancap fue Sendic, ya que fue la gran sorpresa de las elecciones internas de este año. La inesperada votación que obtuvo en esos comicios le permitió ser escogido por el candidato oficialista Tabaré Vázquez, para completar la fórmula presidencial.
Lo ocurrido demuestra cómo un mismo medio sirve para alcanzar diferentes metas. Y que los objetivos perseguidos estarán determinados por la escala de valores de cada quien. En el caso de Sendic, quedaría claro que el “fin superior” no era precisamente la integración y hermandad latinoamericanas.
Hana Fischer es uruguaya. Es escritora, investigadora y columnista de temas internacionales en distintos medios de prensa. Especializada en filosofía, política y economía, es autora de varios libros y ha recibido menciones honoríficas.
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