Microsoft sí sabe contar
Durante dos años, Microsoft se ha enfrentado al duro repudio de su innovador Windows 8 y la posterior actualización, 8.1. Los números no dejan lugar a dudas: según datos de este mes de NetMarketShare, las mencionadas versiones están instaladas en 12,3% de las computadoras del mundo, mientras que Windows 7, con cinco años de antigüedad, se encuentra en más de la mitad de las PC (52,7%). Esto es aún más desalentador al notar que Windows XP tiene 23,9% del mercado, a pesar de tener 13 años y estar a la merced de los hackers por no recibir más soporte técnico oficial desde mayo.
Microsoft, entonces, hizo las cuentas y esta semana dejó de intentar forzar la adopción de Windows 8 y lanzó Windows 10. No 9, sino directamente 10. El motivo de este extraño salto numérico, según los ejecutivos de la compañía, es que los cambios en el sistema fueron demasiados.
El nombre “representa el primer paso hacia toda una nueva generación de Windows”, escribió Terry Myerson, vicepresidente ejecutivo de Microsoft, en el blog de la compañía. Por su parte, Joe Belfiore, vicepresidente de sistemas operativos, afirmó: “Cuando veas Windows 10 funcionando en plenitud, estarás de acuerdo con nosotros en que es un nombre mucho más apropiado”.
Pero lo cierto es que fue tan reticente la reacción de los usuarios a Windows 8 que la compañía decidió alejarse un número entero de esta y acudir a la perfección que transmite el diez. Incluso, si uno se pone más filosófico, puede asociar la decisión con la ideología de los pitagóricos, para quienes el número diez significa la totalidad y la vuelta al principio tras finalizar un ciclo.
En este sentido, el cambio más destacado de Windows 10 es el regreso del botón de inicio tal como existía en la versión 7 y en todas las anteriores. Lejos de ser la mejor función, el pleno retorno de este centro administrativo en la esquina inferior izquierda era lo más reclamado por los usuarios más tradicionales (es decir, casi todos) del sistema operativo.
La gran innovación de Windows 8, los cuadrados de colores que también están en Windows Phone, quedaron ahora escondidos. En vez de ser el escritorio del usuario, están ocultos en el menú que se despliega tras hacer clic en el botón de inicio, como si fuera una venganza por el mal karma que provocó la versión.
“Sabemos que el mundo en el que Windows creció ha cambiado”, dijo Myerson durante la presentación de esta semana. Las computadoras ya no son el centro de la vida digital. De hecho, hoy hay más dispositivos móviles que habitantes en el planeta. Por eso Windows 10 fue diseñado para adaptarse a todas las pantallas de computadoras, pero también a tabletas y smartphones.
El error de Microsoft con Windows 8 fue creer que debía cambiar para subsistir a la era post PC. El smartphone y la tableta son fantásticos siempre y cuando uno no tenga que trabajar. Entonces, nada vence la comodidad de una aburrida computadora de escritorio, con sus anticuados teclado y mouse. Cuando se innova en un objeto productivo, se pierde tiempo en aprender a usarlo y, por ende, baja su productividad. El problema no estaba en Windows 8, sino en su público.
Por eso, con Windows 10 Microsoft hizo bien las cuentas: en vez de hacer que las computadoras se parezcan a los móviles, estos últimos se adaptarán a las PC. Quizá así sí consiga que sus usuarios, que representan 92% del mercado mundial según NetMarketShare, no solo quieran Windows en sus escritorios sino también en sus bolsillos.
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