La Boétie y el tirano
El tema de la tiranía y los tiranos dentro de la filosofía política aunque no es nuevo cobra hoy una relevante vigencia. Aristóteles, en su tratado La política, le dedicó un importante espacio a este sistema: “El tirano gobierna a todo el mundo sin responsabilidad ante nadie, a iguales y superiores, con miras al interés personal y no de los gobernados. Es decir, contra la voluntad de éstos. En consecuencia, ningún hombre libre tolera de buena gana un gobierno semejante”.
Otros pensadores a lo largo del tiempo hablaron sobre la pertinencia o no de la tiranía. Uno de ellos, el inglés John Locke en el Segundo tratado sobre el gobierno civil afirmó: “Si la usurpación es el ejercicio de un poder al que otra persona tenía derecho, la tiranía es un poder que viola lo que es de derecho; y un poder así nadie puede tenerlo legalmente. Y consiste en hacer uso del poder que se tiene, mas no para el bien de quienes están bajo ese poder, sino para la propia ventaja de quien lo ostenta. Así ocurre cuando el que le gobierna, por mucho derecho que tenga al cargo, no se guía por la ley, sino por su voluntad propia y sus acciones y mandatos están dirigidos sino a satisfacer su propia ambición, venganza, avaricia o cualquier otra pasión irregular”.
En ese contexto, Fernando Savater hace referencia a “un joven hombre de letras francés, amigo de Montaigne -Etienne de La Boétie- quien se hizo una pregunta al parecer ingenua, pero si bien se mira, muy profunda: ¿por qué los miembros de cada sociedad, que son muchos, obedecen a uno (llámese rey, tirano, dictador, presidente o jefe de cualquier clase)? ¿Por qué aguantan sus órdenes, en lugar de mandarle a paseo?”. La Boétie escribió en el siglo XVI un ensayo intitulado Discurso de la servidumbre voluntaria en el cual desarrolló un cuerpo de argumentaciones en torno a una interrogante que debe llevar a reflexionar sobre la tiranía: ¿Por qué los individuos obedecen leyes que son injustas? Por otra parte, en su obra este autor desarrolló un acucioso análisis de la psicología del tirano, así como de aquellos que le obedecen, de quienes le siguen, aplican y cumplen sus órdenes y de aquellos que disienten y se resisten a tal estado de cosas.
Sobre este tema, Wendy McElroy, investigadora asociada en The Independent Institute, da a conocer un interesante ensayo sobre La Boétie y su enfoque sobre los tiranos. En tal sentido hace referencia a Gene Sharp, autor del libro The Politic of Nonviolence, quien manifiesta que la obra de este francés constituye un trabajo “altamente significativo sobre la fuente última del poder político, los orígenes de la dictadura, y los medios por los cuales los individuos pueden evitar la esclavitud política y liberarse”. Dice por su parte la investigadora que La Boétie tiene el reconocimiento de diversos círculos de la acción política los cuales celebran sus puntos de vista sobre la psicología de la tiranía y de la obediencia, por lo que es calificado como una de la primeras voces precursoras de lo que hoy conocemos como desobediencia civil, de la cual Gandhi y Martin Luther King son los exponentes de la contemporaneidad, así como de la resistencia no violenta contra la autoridad.
Plantea McElroy que La Boétie era un observador perspicaz y profundo sobre las condiciones de sumisión ante el poder del tirano; sin embargo, cuando tal situación tomaba el giro de la rebelión, se preguntaba por qué el Estado parecía ser capaz de cualquier cosa que deseaba, sin importar cuan tiránica ella fuese. ¿Por qué la gente no se levantaba nuevamente, esta vez en masa? Como resultado de tal especulación, La Boétie escribió lo que el historiador Pierre Mesnard ha llamado: “La solución humanista al problema de la autoridad”. En esta línea de razonamientos La Boétie manifestaba que los pueblos consienten su propia esclavitud a un tirano porque ello constituye un vicio que contradice la propia esencia de la naturaleza humana. En tal sentido, a cada persona le es dada su propia capacidad de razonar y la virtud de esto consiste en cultivar cada uno la propia independencia que les es innata.
De esta forma, La Boétie afirmaba que la libertad del hombre exige la cesación de toda tiranía y en ese particular, desechando cualquier tentación de tiranicidio, propuso en sentido simbólico, la manera de “matar” a cualquier tirano consistente en destruir su poder a través de la resistencia no violenta; así, el pueblo “mataba” no a un hombre sino a su propio sistema tiránico, es decir, anular dicho poder. En consecuencia, la libertad requería solamente que un número suficiente de individuos le retirasen su consentimiento y cooperación. En ese orden de ideas exponía en su ensayo: “El que de ese modo gobierna tiránicamente sobre ustedes posee dos ojos, solamente dos manos, un cuerpo…; en verdad no posee nada más que el poder que ustedes le confieren para destruirlos. ¿Dónde ha adquirido él los ojos suficientes como para espiarlos, si ustedes no se los proveen por sí mismos? ¿Cómo puede tener él tantos brazos con los cuales golpearlos si no los toma prestados de ustedes? Los pies que pisotean vuestras ciudades, ¿de dónde los obtiene si no son los vuestros?”.
La Boétie advierte sobre los pasos del tirano que va creando una atmósfera de consentimiento a sus actos: “Es increíble cuan pronto el pueblo se vuelve súbdito, cómo de forma tan súbita cae en un descuido tan completo de su libertad que la misma difícilmente pueda ser reavivada al punto de volverla a obtener, obedeciendo tan fácil y tan voluntariamente que uno es llevado a afirmar, al percibir dicha situación, que este pueblo no ha perdido su libertad sino que se ha ganado su esclavitud”. En ese particular afirma McElroy que el tirano puede educar al pueblo en la creencia de que actúa solamente para favorecer el bienestar público. Él puede inculcar el dogma de que es una personificación viviente del país, el pueblo, la justicia, el patriotismo, la ley, el orden y el bien público. Así, oponerse al tirano se torna equivalente a oponerse a dichos conceptos y ello es criminalizado.
Si La Boétie está en lo correcto, si la libertad es un impulso humano natural, como enfatiza la investigadora, entonces la propia naturaleza apoya la lógica de no cooperar con la tiranía, lo cual puesto en boca del francés se traduce así: “No les pido que coloquen las manos sobre el tirano para derribarlo, sino simplemente que ya no lo apoyen más”.
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